Roma impuso su cultura, lengua y legislación a todas las culturas de su imperio (expansión máxima, año 117 d d C.)
Los indios empezaron a usar pantalones en una muestra de mestizaje cultural
(Códice Florentino)
Una de las principales acusaciones del indigenismo americano (tanto del auténtico como del impostado) contra los conquistadores españoles es la ‘destrucción’ de las culturas indígenas y sus tradiciones. Sin embargo, no se tiene en cuenta que, a lo largo de la Historia, siempre se ha producido una superposición de la cultura conquistadora sobre la nativa. Esto sucedía muchos siglos antes de que se tuviera noticia de la existencia de América
Las invasiones, las conquistas o la toma de ciudades o territorios a sangre y fuego es una constante en el devenir histórico en todas partes. Por eso, cuando los que reivindican la herencia indigenista americana insultando, exigiendo reparación y el borrado histórico de la presencia española, parece que quieren dar a entender que lo sucedido en la conquista de América fue algo único, algo que no se había producido nunca en ninguna parte. Pero basta con un mínimo conocimiento de cualquier época para darse cuenta de que aquello no fue algo extraordinario, sino lo el procedimiento habitual. Por el contrario, la llegada de los conquistadores españoles a América supuso la preservación de muchas de las culturas precolombinas.
Desde que hay civilización hay invasión. Por ejemplo, en la Península Ibérica florecían múltiples pueblos con cultura, lengua, tradición y religión propias que fueron arrinconadas al llegar otros más fuertes; así Tartesos, una civilización riquísima de la que habla incluso La Biblia, la cual fue borrada a mediados del primer milenio antes de Cristo por los cartagineses. Al llegar Roma existían en Iberia muchos pueblos con sus propias leyendas, mitos, creencias y costumbres (astures, galaicos, lusitanos, bastetanos, carpetanos, cántabros, vetones…), todo lo cual fue prácticamente anulado, olvidado ante el empuje de las legiones, la lengua, la cultura, la tradición, la literatura y el derecho romanos. Luego los suevos, alanos, vándalos y visigodos se impusieron e impusieron lo suyo a base de apartar lo que había. Así podría continuarse con todas las invasiones sufridas por este territorio a lo largo de tres mil años.
En el resto de Europa los hechos estaban cortados por idéntico patrón. Julio César aplastó a los galos con sus legiones, pero pronto se impuso el latín, el derecho, la cultura y tradición romanas sobre la lengua, los usos y tradiciones galas. Más tarde, en la vieja Europa se produjeron infinitas invasiones procedentes del este y del norte (hunos, normandos, godos, sajones, alamanes…), y siempre se llevaban a cabo a sangre y fuego, y nadie se paraba a reflexionar sobre lo conveniente de preservar las culturas autóctonas. En el resto del mundo las cosas se hacían de igual modo: los musulmanes impusieron su religión, lengua y cultura en todos los territorios que conquistaron (excepto en Hispania, el único del que fueron expulsados), y para ello eliminaron cualquier vestigio de las civilizaciones preexistentes. La invasión de los mongoles fue devastadora para Asia; por ejemplo, el nieto de Gengis Khan asaltó, saqueó y quemó la ciudad de Bagdad en el año 1258, destruyó los sistemas de irrigación que había en Mesopotamia desde hacía milenios y, no contento con ello, ordenó sembrar con sal los campos para que se volvieran estériles…, es decir, se tomo muchas molestias para suprimir esa cultura.
Y en la América precolombina las cosas no eran distintas. Las culturas dominantes (aztecas en Mesoamérica, incas en el sur) impusieron por la fuerza todas sus costumbres, mitologías y tradiciones, y antes de esas ya hubo otras que invadían, ocupaban y se superponían. Todas las culturas invasoras se impusieron a las preexistentes.
En resumen, todas las conquistas y
ocupaciones que en el mundo han sido en los últimos cinco milenios tienen un
denominador común: invariablemente se llevaron a cabo con la máxima violencia y
con la intención de implantar el pensamiento y la civilización del más fuerte.
Por ello no parece razonable acusar a España de hacer lo mismo que se hacía y venía
haciendo en todo el mundo, América incluida.
CARLOS DEL RIEGO
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