Medio siglo después de su muerte, nadie, ni hombre ni mujer, ha sido capaz de transmitir tanto como hiciera Janis Joplin
Hace ya 50 años que
murió Janis Joplin, una de las mejores cantantes de blues y rock de todos los
tiempos. Una sobredosis la calló el 4 de octubre de 1970 (año de grandes
pérdidas). Tenía los ‘peligrosos’ 27 años. Como las estrellas que más lucen en
el cielo, brilló mucho y vivió poco; su existencia fue turbulenta, a veces desgraciada
y siempre excesiva, en lo musical y en lo personal
Ya en los años
sesenta existía el concepto de estrella
del rock, y desde entonces esa figura estará siempre asociada a excesos,
peligros y una vida desordenada. La inolvidable Janis Joplin no superó viva
aquella década, aunque sí queda su voz y su leyenda como iconos incontestables
para todo adicto al rock & roll. Su muerte fue el último acto de una vida
generalmente infeliz con momentos de gran brillantez y unos pocos de felicidad.
Según ella misma
contó, en el colegio era despreciada, insultada, marginada casi a diario;
estaba algo llenita y tenía la cara salpicada de granos, lo que provocaba las
burlas y menosprecios de sus compañeros de clase, que la acosaban y se reían de
ella incluso fuera del colegio o el instituto, y más de una vez le lanzaron
monedas entre risas despectivas. Debía sentirse muy desgraciada, y tal vez por
eso le gustaba ir a los barrios donde tocaban los ‘bluesmen’ negros (seguro que
allí nadie se reía de ella). Luego, ya adulta, no ocultaba su pasión por el
sexo salvaje con hombres y con mujeres, algo que llegaba a oídos de sus padres,
que se lo tomaban como un humillante escándalo (eran los años 60), así que
muchas veces le dieron la espalda, lo que, a su vez, debió ser otra causa de
inseguridad en una personalidad tan escasa de autoestima como la de Janis. .
A principios de los
sesenta se fue a San Francisco en un momento en que se empieza a gestar la
cultura hippie; aquí comienza a cantar en pequeños escenarios, sobre todo
música folk, pero también entra en contacto con las drogas, anfetaminas hasta
enloquecer, heroína hasta desmayarse y siempre, siempre, abundante güisqui. La
que había sido adolescente rellenita pesaba ahora unos cuarenta kilos y,
además, siempre estaba triste y abatida. Para mediados de esta década ya se
dedica profesionalmente a la música, publica disco y, gracias a su fuerza, a su
voz incendiaria y al desbordante sentimiento que transmite, alcanza el éxito y
el reconocimiento. Está en la cima, actúa en los festivales más
multitudinarios, todos se rinden a su energía salvaje, a su excitante
blues-rock, Ya es una estrella de la nueva cultura. Pero eso no la aparta del
caballo ni del alcohol. Hacia 1969 su adicción era brutal: los que estaban
cerca aseguran que se gastaba unos doscientos dólares diarios en heroína y se
trasegaba no menos de dos o tres botellas, lo que significa que su estado debía
ser cercano a la incapacidad; en varios conciertos, incluyendo en Woodstock y
en el Madison de Nueva York, salía borracha, colocada hasta las cejas y en un
estado verdaderamente lamentable.
El día 4 de octubre
de 1970 había quedado en volver al estudio para grabar la voz de una última
canción del que sería su nuevo disco. Pero no apareció. La fueron a buscar y la
encontraron en su habitación, muerta a causa de una sobredosis de heroína y con
sangre en nariz y boca, pues debió perder el conocimiento, caerse y golpearse
la cara contra el suelo.
Y nació el mito de la
cantante tejana que abría por completo su alma en cada concierto (los vídeos lo
demuestran), la que echaba su corazón por
la boca hasta la última nota. Hoy, medio siglo después, es capaz de hacer hervir
la sangre de cualquiera que la escuche. Su voz sigue sonando única, inimitable,
no hay con qué compararla, rasgada, suplicante, emocionante, encendida…,
inconfundible. Cuando hacía blues tendía al grito, pero por increíble que
parezca, jamás desafinó, nunca se salía de tono: ni en el más desesperado
quejido, ni en la voz más desgarradora perdía el sitio. La manera con que ella
se expresaba y cómo trataba su voz abrió todas las puertas a quien soñara con
cantar rock, blues, pop, soul…, hombre o mujer. Con ella se aprendió que un
cantante de rock debe dejar salir lo que tiene para que la gente sienta lo que
él. Tantos años después de su muerte sigue produciendo escalofríos.
Siempre participó en
tareas compositivas en los pocos discos que tuvo tiempo de grabar, siendo
asimismo una excelente adaptadora de clásicos del blues (así dio salida a su
devoción por las leyendas del género). Pero si hubiera que quedarse con sólo
una de sus composiciones, ésta ha de ser el explosivo ‘Move over’, un tema que
transmite tensión, un tema que vibra y contagia.
Inolvidable por más
años que pasen, Janis Joplin posee (poseyó) un don, un algo especial, un
carisma único. Janis fue el exceso personificado, ya fuera en el amor, en las
drogas o en la música. Su voz doliente y emocionada es de las que enganchan,
sus interpretaciones arrebatadas hipnotizaban; el blues y el rock dio un paso
hacia delante con la malograda cantante tejana. Ella y pocas más consiguieron
que los ‘menea-melenas’ españoles de los setenta contaran con chicas en el
Olimpo de los grandes del rock. ¡Inténtalo, sólo un poquito más fuerte!
Medio siglo ha
pasado. ¿Alguna se ha acercado a su altura en estos años?
CARLOS DEL RIEGO
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