jueves, 29 de octubre de 2020

EL PODER DEL MENTIROSO

 


El auténtico poder es mentir descaradamente, evidentemente, y que haya quien acepte la mentira. Tal ocurre en la política en España y en todo el mundo

Alguno dijo alguna vez que el verdadero poder no consiste en mandar y ser obedecido, sino en mentir descaradamente, evidentemente, y que haya quien apoye y crea al mentiroso sin preguntarse nada, sin dudar, e incluso defendiendo los embustes y al embustero como cosas beneficiosas. Ese es el auténtico poder. Tal cosa sucede en todas partes, incluyendo España, donde grandes masas de población elogian a sus líderes a pesar de ser conscientes de que han mentido, mienten y mentirán

En realidad la política es el arte de la mentira y la manipulación, lo que significa que todo político miente casi continuamente, sobre todo cuando toma el poder. Algunos mienten con cierto disimulo, dicen medias verdades y tratan de esconder, maquillar o justificar la trola. Pero hay otros que hoy afirman una cosa y mañana la contraria sin el menor pudor, sin siquiera intentar explicar su cambio de parecer, como dando a entender que estaban en lo cierto ayer, cuando decían blanco, y hoy cuando dicen negro. Y lo peor es que gran parte de la ciudadanía, a pesar de tener la absoluta certeza del embuste, no por ello les retira credibilidad, apoyo y defensa ante quienes ponen en evidencia la patraña. Esto es el verdadero poder.

Quien actualmente sujeta el bastón de mando en España es uno de los seres más poderosos de toda su Historia, puesto que ha mentido reiteradamente, machaconamente, evidentemente, a los ojos de toda la población, y sin embargo cuenta con el apoyo incondicional de una gran parte de la misma. Sin duda, ese tipo tiene un poder desmesurado.

Todos saben que la tesis doctoral del actual jefe de España fue un fraude que combinaba plagio flagrante y comprobado, partes escritas por otro y un resultado final de una mediocridad bochornosa. Sus fieles, aunque despellejaran a otros por idéntico motivo, no le echan en cara tan gruesa falsedad, tan indiscutible mentira.

Lo mismo sucedió cuando afirmó con rotundidad y convencimiento que no pactaría con los amigos de los terroristas (“si quieres lo repito veinte veces”, llegó a decir), o con los separatistas (“los que quieren romper España”, precisó) pero pactó cuando los necesitó (al día siguiente) sin dudarlo ni un segundo y sin bajar la mirada. Divertido  fue lo de “no podría dormir con uno de estos en el gobierno” para, una semana después, acostarse con él. Pero no por ello pierde apoyo entre los votantes, sobre los que ejerce un poder casi místico, religioso.

Y respecto a la monstruosa epidemia, el grosor y tamaño de las mentiras resulta apabullante, escandaloso, aunque no para sus fanáticos. Así, a pesar de que nadie duda de que él y sus adláteres sabían lo que venía y sus peligros desde semanas o meses antes de la ‘llegada oficial’ del virus, son millones los que asumen la mentira sin siquiera plantearse la duda; más aún, muchos de los que han perdido seres queridos a causa de la negligencia y desidia del mandamás, siguen a su lado aceptando como buena su evidente inacción. Esto es el poder total, absoluto.    

Desde fuera, quienes observan lo que ha ocurrido y ocurre en España no dejan de resaltar la ineptitud del inquilino de la Moncloa, aunque esas denuncias no hacen mella en la fidelidad de muchos españoles.

Por ejemplo, el alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung (Diario de Información General de Frankfurt) acusa al presidente de anunciar muy ufano en julio que la “pandemia está controlada”, y también le echan en cara haber “perdido un tiempo muy valioso” durante los primeros meses.

El británico Financial Times calificó como “datos defectuosos” las cifras de fallecidos por el virus que da el Gobierno desde el principio ( siguen dando cifras muy inferiores a las evidentes). Respecto al epidemiólogo que está al mando, este periódico recordaba con sorna que el 23 de febrero afirmaba que “no hay virus en España”, y que la vicepresidenta decía unos días después que la situación era “francamente buena”. Mentiras que casi nadie reprocha.

El diario progresista estadounidense The New York Times afirmó que “La crisis del coronavirus en España se aceleró por ignorar las advertencias”, a la vez que afirmaba que es un “ejemplo doloroso de cómo algunos gobiernos ignoraron las experiencias de países donde el virus ya había atacado”, y que esos gobiernos (incluyendo el suyo) “trataron el virus como una amenaza lejana sin siquiera considerar que su país podría ser el próximo”.

El inglés The Guardian (de centro izquierda) destacaba los actos que el gobierno de España autorizó el 8 de marzo y lo acusaba de “reaccionar tarde y con torpeza”, con lo que el país se vio sin “el equipamiento básico necesario”.

La emisora estadounidense de Tv CNN recordaba cómo el 28 de abril el jefe de gobierno de España presumía de ser “el quinto país que más test ha realizado en todo el mundo, y para demostrarlo citaba un informe de la Universidad John Hopkins”. La cadena explicó cómo “facilitó datos manipulados para colocarse entre los países que más test realizaban”. Una periodista de la CNN preguntó directamente al presidente español por ese estudio, pero éste contestó “Los números están ahí”, sin  más, por lo que esta televisión consultó con la mencionada universidad, la cual contestó con un contundente: “No hemos podido localizar el informe que nos pidieron”. Lo que pone en evidencia otra gruesa mentira. 

La catarata de embustes, paparruchas, patrañas, ocultaciones y falsedades es ilimitada. Sin embargo, una parte muy significativa de los españoles se lo tragan todo, lo asimilan, lo dan por bueno sin que se les pase por la cabeza plantearse la inmoralidad casi criminal de ese rosario de trolas Esto es poder. Poder absoluto.

CARLOS DEL RIEGO

 

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