Los hidalgos españoles no tuvieron prejuicios para casarse con indias, tener hijos, reconocerlos y darles su apellido
En
torno al 12 de octubre suelen reabrirse los debates acerca de la actuación de
España en América. El caso es que, repasando fríamente los hechos, puede
asegurarse que ninguna otra potencia descubridora y colonizadora mostró tanta
consideración hacia los indígenas como España. Y fue así en muchos aspectos,
incluso hubo indios que alcanzaron puestos de poder político, cosa que no
permitieron las otras naciones colonizadoras
Por
más que los enemigos-rivales de España en aquellos siglos construyeran una
leyenda falsa y muchos españoles se la crean incluso hoy sin pensar ni conocer,
la realidad es que la actuación española fue la única que miró por los indios.
Los hechos son indiscutibles.
Ningún
otro, ni Inglaterra, ni Holanda, ni Francia, ni Portugal…, ninguno, promulgó
leyes específicas de protección del indígena, como sí hizo España desde el
principio, con hasta tres cuerpos legales que ordenaban expresamente el buen
trato a los españoles americanos; no hay que olvidar que no eran colonias, sino
virreinatos. Cierto que hubo excesos y violencias (¿dónde no en esos tiempos o
en los presentes?), pero quienes los perpetraban estaban infringiendo la ley, y
no pocos fueron investigados y juzgados.
Ninguno
de los países que construyeron un imperio al otro lado del mar se mezcló con
total ausencia de racismo con los nativos, como sí hicieron los españoles;
incluso las leyes favorecían el mestizaje. Y no sólo los soldados se casaron
con las indias: La hija del inca Sayri Tupac, Isabel Clara Coya, se casó con
Martín García de Loyola. Francisco Pizarro casó con Inés Huaylas Yupanqui y
tuvieron dos hijos, Francisca Pizarro Yupanqui (considerada la primera mestiza
de Perú, que también casó con otro español) y Gonzalo Pizarro Huaylas Yupanqui.
Isabel de Moctezuma (Tecuichpo Ixtlaxoxhitl antes del bautizo, hija del
emperador azteca) contrajo matrimonio con Alonso de Grado y luego con Juan Cano,
y tuvo una hija con Hernán Cortés llamada Leonor Cortés Moctezuma (¡vaya
nombre!); el conquistador de México tuvo otro vástago con la Malinche, Martín
Cortés Malintzin. El escritor Gómez Suárez de Figueroa, conocido como el Inca
Garcilaso de la Vega, era hijo de un capitán español y de Isabel Chimpu Ocilo,
nieta de Tupac Yupanqui. ¿Cuántos ingleses u holandeses se mezclaron con los naturales
de Sudáfrica?, ¿Cuántos belgas con los congoleños?, ¿Cuántos ingleses y
estadounidenses con los sioux o comanches? ¿Cuántos los ingleses con los
habitantes de la India? Todos estos países fueron cien por cien racistas,
mientras los hidalgos españoles no tuvieron prejuicios para mezclar su sangre
con la indígena.
Podría
añadirse que ningún otro país conquistador contó con cronistas que llegaran a
exagerar sus acusaciones hacia sus compatriotas pensando en el beneficio de los
nativos; y que por regla general todos los mestizos eran inmediatamente
reconocidos como legítimos, como demuestran los apellidos; y que indígenas o
mestizos podían acceder a la propiedad…
Y el
dato definitivo: sólo en territorios españoles los indios accedieron a cargos
políticos de poder y relevancia social. Hernán Cortés nombró gobernador de
México en 1526 a Andrés de Tapia Motelchiuh, un azteca humilde que, al
bautizarse, tomó ese nombre y conservó el de su familia, como hacían todos los
indios que se bautizaban. Diego de Alvarado Huanitzin fue nombrado gobernador
de la región mexicana de Ecatepec por el propio Cortés; mantuvo el cargo 14
años y luego fue ascendido a gobernador de Tenochtitlán por el virrey Antonio
de Mendoza. Su sucesor, en 1551, fue Diego de San Francisco Tehuetzquititzin. Pablo
Xochiquenzin también alcanzó el cargo de gobernador. Valerio de la Cruz
Xicalchalchilmitl fue nombrado capitán y refrendado por Felipe II. Alonso
Tezcatl, Pedro Xiconocatzin y otros indios accedieron a cargos políticos.
Ningún país colonizador permitió tal cosa, al contrario: que un nativo llegara
al poder era un concepto inimaginable en ningún lugar salvo en la América hispana.
CARLOS
DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario