Uno de los bichos más raros de la historia del rock, The Residents. |
Es curioso pero existe una fascinación, una
atracción románica, casi poética, por la figura del perdedor, el derrotado, el
que nunca vio cumplidas sus ilusiones. La historia de la música rock está
abarrotada de vencidos, de hecho, la mayoría de quienes han probado fortuna en
este negocio jamás consiguieron asomar la cabeza ni se dejaron ver por las
listas; algunos de los que se quedarán para siempre en el anonimato no hicieron mérito suficiente, pero hay otros
que sí aportaron, que sí tuvieron destellos de inspiración y que, por tanto, se
merecían mejor trato por parte de la prensa, el público o la industria.
Cada espectador tendrá en su memoria a aquel grupo o
cantante que, hace una eternidad o el año pasado, tuvo un destello en el que
pocos se fijaron, pero que él mantiene entre sus recuerdos sin saber muy bien
por qué.
El capítulo de heterodoxos, de esos que quisieron
ante todo salirse de lo común, está bien poblado, y aunque algunos lograron
llamar la atención para convertirse en leyenda o nombre de culto, la mayoría
pagaron cara su osadía y dejaron muy escasa huella. Y en todos los géneros ha
habido disidentes. Por ejemplo, dentro del rock & roll y rockabilly se
puede recordar a The Meteros, la trepidante banda británica (“sólo The Meteors
es puro psichobilly”, decían) que lleva en activo desde 1980 y que, a pesar de
haber publicado docenas de álbumes y haber recorrido miles de escenarios, jamás
han pisado uno de primera división. Sus compatriotas King Kurt también se
acercaban al rock & roll, pero lo suyo era más disparatado, enloquecido,
divertido, y aunque hicieron algún amago, lo cierto es que jamás contaron con
el favor del gran público. Woodentops es otra banda de largo recorrido que
fabrica un pop-rock enérgico, sorprendente y llamativo, muy distinto a los
estándares habituales y que, seguramente por eso, jamás se ha comido una rosca
en el ‘show biz’. La poesía musicada de Anne Clark nunca salió de los ambientes
más intelectuales a pesar de su extensísima producción. Igual que el sonido
elitista, cristalino y delicado de la guitarra de Vini Reilly al frente de su Durutti
Column, que goza de encendidos elogios pero jamás ha tenido recompensa. También
se puede recordar a Scritti Politti o a Japan cuando se hace alusión a los que
arriesgaron sin que su apuesta resultara ganadora. La lista es mucho más larga
y todos tienen en común un atrevimiento casi suicida que, finalmente,
definitivamente, los relegó a papeles muy secundarios a pesar de su
indiscutible valía. ¿Alguno español?, ¿alguien se acuerda de Lavabos Iturriaga?
Bichos raros los ha habido siempre. No se trata de
los que, como los anteriores, tratan de distinguirse sin salirse de los
límites, sino de esos que no quieren tener nada que ver nadie, y que optan por
el camino del disparate, del absurdo, de lo feo y desagradable incluso. Lógicamente,
la repercusión de este tipo de bandas ha sido prácticamente nula. Aquí caben
los increíbles The Residents, uno de los mayores misterios de la historia de la
música del siglo pasado; sus integrantes nunca han revelado sus identidades, ni
se han dejado fotografiar (salvo con disfraz), ni han concedido entrevistas ni,
en fin, han querido tener nada que ver con la industria; su nombre procede de la
peripecia de una maqueta que enviaron a una editorial, la cual fue rechazada y,
ante la falta de un nombre en el remite, pusieron ‘To the residents’; han
editado docenas y docenas de discos desde los primeros años setenta y siempre
han permanecido en el anonimato, pues han señalado que sólo desde la oscuridad,
ajeno a expectativas e influencias, puede el artista mantenerse puro; ¿su
estilo?, disparatado y de difícil audición, sobre todo tras unos minutos de
escucha. Pero lo máximo en el terreno del desvarío, el delirio o la locura con
algún nexo con la música es lo de Whitehouse; baste señalar que uno de sus
discos en directo apenas dura diez o doce minutos, pues al cabo de ese tiempo
el público, enfurecido, asaltó el escenario con intención de romperlo todo y
sacudir a los músicos; lo suyo es la provocación por la provocación. En el
capítulo de bichos raros entran los Test Dept, Throbbing Gristle, o alemanes
como Can, Amon Dull II o Einstürzende Neubauten… Por cierto, aquí encajan como un guante los
españoles Los Iniciados.
Perdedores con encanto los ha habido siempre, algunos tocaron el éxito
pero acabaron derrotados, y otros nunca lograron un reconocimiento a su mérito.
¿A alguien le suenan nombres como The Jazz Butcher, The Three Johns, The
Origin, Bruce Woolley, SPK (nacido en un siquiátrico y con suicidios en su corta
trayectoria), Big Pig o incluso The Flying Burrito Brothers? Pues todos ellos
hicieron aportaciones valiosas, discos verdaderamente recomendables sin exceder
los límites del rock o el pop. ¿Uno español que decidió permanecer en su “papel
de nuevo perdedor”? Los Cardiacos.
Y es que, en realidad, la decepción de ilusiones y expectativas es lo más
abundante dentro de este caprichoso universo.
CARLOS DEL RIEGO
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