Sería descabellado pensar que un blanco se atreviera a aparecer de esta guisa. |
No hay canción hecha en
clave funky que tenga efectos depresivos por sí misma, aunque sí que puede producir
alergia, efectos secundarios indeseables y, en fin, otras consecuencias y
secuelas entre la población heavy o punk, pero esto se debe más a la predisposición
y características del oyente que a la composición química del producto. Sea
como sea, la música funk ha proporcionado algunos de los comprimidos
(canciones) más estimulantes, vibrantes, excitantes e incluso divinamente
disparatados de todo lo manufacturado por la industria musical a lo largo del
siglo XX.
Se trata,
evidentemente, de una idea que tiene su origen en el sentimiento llegado de
África, es por tanto cien por cien negra; a ese principio activo se le fueron
añadiendo la asunción del cristianismo, que dará lugar a los espirituales y al
góspel, las tradiciones anglosajonas y la propia situación de los americanos
negros; todo ello condujo al blues, al jazz, al soul, al rock & roll…, al
funk. Aunque su prehistoria se hunde en los sesenta, no cabe duda de que sus
mejores años fueron los setenta y los ochenta de la vigésima centuria. En
realidad, en los setenta se produjo lo que se vendió como ‘soul explossion’,
que dio pie a infinidad de discos e incluso películas (como la saga ‘Shaft’) en
las que el peinado afro era protagonista absoluto. Y casi a la vez, empezaron a
proliferar grupos integrados principalmente por negros (pero no solo) que,
vestidos con ropas delirantes, disparatadas (de esas que sólo lucen si las
llevan ellos), fabricaban ritmos irresistibles con guitarras percusivas,
explosivas secciones de viento y, en general, puestas en escena excesivas,
extremadamente barrocas y llamativas; textos sugerentes y perfectos para leer
entre líneas en principio y plenamente explícitos después completaron una
fórmula magistral que no ha dejado de llenar pistas de baile.
En aquellos tiempos heroicos
se trataba de encontrar diferencias entre la música disco y el funk, pues
aquella era considerada basura de discoteca mientras que ésta mantenía el
prestigio aunque también sonara bajo la esfera espejada. Y es que no hay que
olvidar que, además, por aquí proliferó algo tan terrorífico y pavoroso como el
‘eurodisco’, procedente sobre todo de Alemania, Italia y Francia, donde se
grabaron baratijas dignas de un chino que, lógicamente, tuvieron su éxito en
las listas y pistas más cutres del viejo continente, donde las cuchufletas de
buhonero siempre fueron bien recibidas.
En cuanto a los nombres
propios del género, hay que citar en primer lugar al padrino del soul, el gran James
Brown (tan buen músico como mala persona), quien siempre supo controlar a la
perfección los resortes del show bussines: ritmos trepidantes con
instrumentación abundante así como melodías simples y estribillos pegadizos, y
al lado, espectáculo con efectos dramáticos, teatralidad, bailes y bailarines
frenéticos… De su enorme producción destaca, lógicamente, su ‘Get up (I feel
like bein a) Sex Machine’, pieza que encerraba infinitos recursos. También
intuyeron por dónde podría ir la cosa los increíbles Sly & The Family
Stone, que ya en los sesenta construyeron monumentos del funk-rock como el ‘I
wanna take you higher’.
Entre los nombres que
siempre se asociarán a lo mejor del funk están, cómo no, Kool & The Gang,
que tras una primera etapa más purista entraron en los ochenta con nuevos
bríos, dando salida a piezas bandera del género como ‘Celebration’, ‘Get down
on it’ o ‘Fresh’; coreografías desmesuradas, colores reventones, fulminante
sección de viento, ritmos muy calientes y un sonido tal vez menos agresivo. De
Chicago son los fabulosos Eart, Wind & Fire, que siguen en activo desde su
fundación, en 1970; a lo largo de su carrera han editado cerca de dos docenas
de álbumes de estudio, un sinfín en directo y una interminable lista de
singles, algunos de los cuales están en los altares de la música funk, como la
delicada ‘Fantasy, la impresionante versión del clásico de los Beatles ‘Got to
get you into my life’ (más soul), la cautivadora ‘Septembre’ con su abrasadora
sección de metal e incluso sus falsetes, la divertida, optimista y
revitalizadora ‘Boogie Wonderland’ o la insuperable ‘Let´s groove’, tema que
roza la perfección del género. No puede olvidarse a los neoyorquinos Chic, más
elegantes y contenidos y con un gran talento como Nile Rodgers a la cabeza;
‘Good times’ es de lo más típico del funk, y ‘Le freak’ atrae irremediablemente
por alguna causa desconocida. Los británicos Average White Band tenían dos
cosas diferentes; una eso, que no eran de Estados Unidos, y otra que eran
blancos; lo suyo era tal vez más cerebral y quizá fueran mejores músicos; sus
momentos álgidos eran casi siempre instrumentales, como con ‘Pick up the
pieces’ y algunos pasajes de sus canciones, donde evidenciaban deudas con el
jazz.
Tal vez jugando en una división
inferior, aunque manteniendo puntualmente el nivel e incluso superando a las
vacas sagradas, puede mencionarse a los anónimos Lipps INC, que sólo hicieron
una gran canción, una sola, pero de esas que perduran, ‘Funky town’. Y cómo
olvidar a los KC & The Sunshine Band, de Miami, con blancos y negros en sus
filas, puestas en escena exageradas y varios títulos para la historia, como la
siempre recordada ‘That´s the way I like it’ o la estimulante ‘Shake your
body’. De Filadelfia eran The Trampps, que tienen sitio en el Olimpo gracias a
‘Disco Inferno’, emblemática e irresistible canción de la banda sonora de la
película ‘Saturday night fever’. Merecen ser recordadas asimismo algunas bandas
que, desgraciada e increíblemente, están en el más oscuro de los rincones. Por
ejemplo los efímeros Funkapolitan, ingleses procedentes de anteriores bandas que
lanzaron un primer álbum antológico (con piezas como ‘Run run run’, ‘As the
times goes by’, ‘In the crime of life’) y un atractivo funk-pop; o los
escoceses Hipsway, que apenas hicieron un par de discos, pero al menos dejaron
una auténtica joya como ‘The broken years’.
Cierto que la lista
podría ser mucho más larga, y cierto también que prácticamente todos los
mencionados no hicieron sólo funk, pero todos brillaron precisamente gracias a
ese ritmo, a esas formas tan deslumbrantes como sus habituales atuendos. Y
aunque algunos se atrevieran a ello a pesar de sus rostros pálidos, lo cierto
es que el funk es y será pura magia negra.
CARLOS DEL RIEGO
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