martes, 14 de mayo de 2013

EL ATRACTIVO SEÑUELO DE LA MASIFICACIÓN Una de las más potentes armas que usan los expertos en publicidad y propaganda para convencer al público es precisamente la masificación, es decir, convertir la integración en la manada en el único camino a la felicidad

Hay personas que, como las sardinas, sólo se sienten felices y seguras
en medio de la multitud.

La estrategia se ha utilizado infinidad de veces: “Cien millones de personas no pueden equivocarse”, “visto por cincuenta millones”, “ha vendido cinco millones de ejemplares”… Este modelo de reclamo propagandístico tiene un enorme éxito, pues de modo tácito (aunque a veces explícitamente y con todas las letras) viene a decir al receptor que si no entra en esa masa, si no forma parte de esa multitud, estará marginado, señalado, anticuado… Tal es el propósito de los arteros muñidores del mensaje a divulgar: conseguir que el consumidor entienda y asimile que o compra el producto en cuestión o será una especie de peligroso inadaptado, un tontorrón que no se entera.

Sin embargo lo que predomina es lo contrario, o sea, que el individuo vaya corriendo voluntariamente a integrarse en el rebaño, no por temor a quedarse atrás, sino por terror a verse fuera de la mayoría…, como las sardinas que se sienten inevitablemente atraídas por el anonimato y la seguridad del banco (donde pasan desapercibidas), y perdidas lejos del mogollón.

Y lo curioso es que hay veces que las cosas no pueden presentarse más contradictorias, como en el caso de las modas en el vestir. Muchos llevan o han llevado pantalones muy caídos pensando que así están manifestando una postura inconformista, contestataria, cuando en realidad lo que hacen es sumarse a la mayoría, ya que la mayoría conformista y manejable es la que sigue la moda ciegamente. En este terreno de la vestimenta se ven verdaderos desacatos cuando la persona se suma invariablemente a la actualidad textil sin importarle si le es apropiada o si le sienta como un martillazo en el dedo; así cincuentonas rechonchas con muslos de levantador de pesas que lucen ropa apretada y escasa y piercing-grano en torno a la boca, así hombres cercanos a la jubilación que van tan ufanos en camiseta de tirantes y luciendo una escuálida y forzada coleta, la cual no es sino un pequeño haz trenzado con las últimas pilosidades que quedan en los laterales de su cráneo. ¿Por qué se aderezan y endomingan de tal guisa?, para estar a la última y así sentirse dentro del rebaño, o para verse joven e incluso atractivo, aunque los resultados objetivos sean muy distintos a los que percibe en el espejo (viene al pelo la anécdota de la niña que, observando a la señora pintarse, peinarse y retocarse durante horas, le pregunta que para qué lo hace, y la dama responde que para estar más guapa, a lo que la chiquilla replica ¿y por qué no lo estás?). Pero cuidado, todo quisque tiene derecho y legitimidad para cubrirse y adornarse como le venga en gana aunque vaya hecho un adefesio, aunque cause risa o vergüenza ajena (y por eso lo de ‘ande yo caliente…’).

Lo verdaderamente pernicioso es la mella que hacen aquellos señuelos casi intimidatorios entre los más vulnerables, niños y adolescentes (por cierto, hay mentes adolescentes con 30 años), que necesitan sentirse integrados, que precisan formar parte de algo y que, por tanto, caen fácilmente en las artimañas e insidias audiovisuales de los maestros de la manipulación de masas, que convierten así al joven en presa fácil de convencer; y además, en caso de que el producto anunciado sea inaccesible, su campaña de márketing puede causar angustia y sentimiento de marginación (esto se produce, sobre todo, con los dispositivos electrónicos y las marcas, de manera que unos meses después de la compra el chaval ya está reclamando el nuevo modelo, obligado por la coacción a que le somete la propaganda comercial). En fin, que el quinceañero (tenga la edad que tenga) sólo se sentirá bien dentro del hormiguero, y para formar parte de la mayoría no tendrá inconveniente en obedecer y confundirse así con el resto de las obreras.

Desgraciadamente la amenaza de quedarse fuera de la manada surte un poderoso efecto, cosa que conocen a la perfección los estudiosos de la ciencia desarrollada y modernizada por Goebbels, que consiste en convencer a la gente de que necesita lo que no necesita y de que su única posibilidad es incorporarse a la tropa.

CARLOS DEL RIEGO   

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