Eufemiano Fuentes sale del trance sin un rasguño, como era de esperar. |
Su señoría no quiso saber quiénes más estaban implicados y se negó a que se pusiera nombre a cada bolsa de sangre |
El caso Ortega Cano es evidencia de injusticia. Condujo,
según testigos y pruebas (desechadas) en estado de embriaguez, provocó un
accidente y causó una muerte. Sin embargo, el magistrado no admite las
evidencias de la presunta cogorza que el torero llevaba: ni las pruebas médicas
(el picapleitos consiguió que el que falla dudara sobre la cadena de custodia),
ni las declaraciones de los testigos (todos coincidentes), ni las de los
policías que acudieron al lugar del siniestro; es curioso, cuando el acusado es
Juan Nadie la declaración de la policía es dogma de fe para el juez, pero si éste
está ante una cara famosa las cosas cambian. El caso es que el juez opina,
busca recoveco para dar una explicación a su veredicto y ya está; si luego
viene otro colega que desmonta tal interpretación, puede cambiar el sentido de
la sentencia, pero nadie reprochará al primero su mala praxis, imprecisión, equivocación
o metedura de pata. Lógico sería que si un segundo togado resuelve que lo que
resolvió el primero fue un yerro, debería acusársele de haber dictado sentencia
errónea, y por tanto castigársele igual que (por ejemplo) al médico que se deja
confundir por los síntomas y emite un diagnóstico incorrecto.
De gran repercusión internacional es el caso de la Operación
Puerto. El médico Eufemiano Fuentes está acusado de diseñar planes de dopaje para
deportistas y de suministrarles las sustancias dopantes. El togado que ha
instruido la causa ha sido tan benévolo en su decisión que sólo le ha faltado
dar una palmadita en la espalda al doctor Fuentes y demás acusados. Pero lo
peor es que se ha negado a facilitar las bolsas de sangre con las que se podría
identificar a docenas y docenas de tramposos, ha impedido que se clarifique la
cosa, que la justicia llegara hasta el final…, al actuar así alguien podría llegar
a la conclusión de que el hombre de la toga negra está siendo un obstáculo para
desenmascarar delincuentes…, talmente como si se detiene a un gran
narcotraficante pero el tribunal no permite que se investiguen sus archivos,
que llevarían a la identificación de muchos de los distribuidores de la droga.
Y la cantaora Isabel Pantoja no ingresa en prisión por un
delito que hubiera dado con cualquier prójimo en la trena. Y el homicida Oscar
Pistorius (que dio plomo a su novia) ya puede abandonar el país y, seguro, no
pasará una sola noche entre rejas; lo cual demuestra que la casta judicial es
idéntica aquí y en Ciudad del Cabo.
Y todavía se recuerda al señor juez que rebajó pena al
violador porque al terminar su crimen le dio un vaso de agua a la víctima…, o
aquel otro que casi exime al agresor sexual porque la mujer llevaba pantalones
ajustados. ¡Y nadie elevó la voz contra estos arbitruchos miopes!
Y a todo esto los asesinos de Marta del Castillo siguen
riéndose gracias a políticos y jueces. ¡Qué horror!
CARLOS DEL RIEGO
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