El ritmo de destrucción de la selva amazónica resulta escalofriante. |
Varias organizaciones (no ecologistas) han alertado de los
aumentos de contaminantes en la atmósfera, algo que lógicamente desemboca en el
tan manido cambio climático. Según señalan los expertos, se están alcanzando
niveles inauditos de dióxido de carbono (por quema de combustible fósil y
deforestación sobre todo), metano (procesamiento de combustibles fósiles, granjas
de explotación animal…) y óxido nitroso, elementos que en estas cantidades conllevan
calentamiento; esto es tan evidente que apenas quedan científicos que lo
discutan, y cuando lo hacen basan sus reparos no en el hecho, sino en las
previsiones de lo que ocurrirá, de modo que en ningún caso niegan ya que la
temperatura media de la tierra ha aumentado a causa de la actividad humana.
Curiosamente, hay amplios sectores de la población que contradicen y rechazan
la evidencia, incluso hay quien asegura que en su pueblo o región hace más frío
ahora, entendiendo por tanto que el problema no existe (calentamiento global no
significa que hoy haga menos calor que mañana de modo lineal, sino que la
temperatura media va en aumento, cosa que no se opone a que haya episodios de
frío o que haya lugares concretos donde baje la temperatura media….); pero lo
más llamativo es que hay negacionistas del deterioro medioambiental tanto entre
los izquierdosos más combativos como entre los derechistas recalcitrantes, con
opiniones y razones coincidentes entre exaltados de uno y otro lado, que se dan
la mano a la hora de desmentir y
rechazar la existencia del problema. Unos afirman que son bulos lanzados por
oscuras razones por las empresas (¿) o grupos de poder, otros que es imposible
que algo tan grande como la tierra se vea afectado por algo tan pequeño como el
hombre, aquellos están convencidos de que son mentiras encaminadas a meter
miedo a la población, estos dicen que cambios climáticos ha habido siempre (sí,
pero en procesos que duraron miles y miles de años), y así esgrimen una razón
tras otra, a cada cual más peregrina, para mirar hacia otro lado; asimismo hay
sectores interesados en que todo continúe como está, así que se posicionan en
la oposición a la evidencia e incluso no se recatan en afirmar que “tenemos
derecho a contaminar lo que queramos”.
A pesar de evidencias como esta, siempre habrá quien niegue el problema. |
También coinciden la mayoría de los gobernantes en ignorar
la realidad, pero no hay que olvidar que los políticos rechazarán tomar medidas
pues, piensan, estas deberían estar encaminadas al descenso de la producción y
del consumo, cosa que casi invariablemente aumentaría el paro, se detendrían o
ralentizarían las empresas, y comercio, transporte, industria y un sinfín de
sectores verían menguada su actividad y, evidentemente, beneficio. Todo esto
llevaría al político casi al ostracismo, y antes que atisbar tal posibilidad,
el adicto al poder negará hasta la redondez de la tierra si es preciso.
Pero el problema no es sólo el aumento de todos eses
contaminantes, sino que a esa elevación térmica y al deterioro medioambiental
contribuyen otros factores, entre ellos la deforestación, la sobrepesca y
suciedad vertida al mar (¿cuánto mide ya la llamada isla de plástico o sopa de
plástico del Pacífico?), la monstruosa producción de basura de todo tipo… Sin
ir más lejos, el gobierno de Brasil ha proyectado la construcción de quince presas
en plena selva amazónica, seis de las cuales ya están casi en marcha;
lógicamente, eso significa acabar con kilómetros y kilómetros cuadrados de
superficies arboladas. Para empezar, todas las presas estarán muy lejos de los
núcleos a donde irá la energía, es decir, tendrán poca eficiencia, de hecho,
sería más eficaz instalar paneles solares en todas las cubiertas de los
edificios de las ciudades y se lograría el mismo rendimiento. Asimismo, se
talan diariamente miles de árboles para cultivo intensivo, industrial, sobre
todo de soja (por cierto, cien por cien transgénica), por lo que no puede
extrañar que ya haya quien se refiera a la selva amazónica como ‘Amasoya’. Y para
rematar la faena, el gobierno ‘progresista’ de Brasil construirá cientos de
miles de kilómetros de carreteras, vías férreas y tendido eléctrico a través de
la cuenca del Amazonas, lo que redundará en más y más agresión a lo que se
conoce como el pulmón del planeta. Por no mencionar el irreparable e
intolerable perjuicio para los indios que viven allí.
Se podría hablar igualmente de muchísimas otras agresiones a
tierra, agua y aire que, seguro, no resultarán beneficiosas para los usuarios
de la biosfera. Todo ello en aras del crecimiento, de la producción y el
consumo, sin embargo, hay que admitir que no se puede crecer hasta el infinito,
no se puede aumentar la producción y consumo indefinidamente. Todo esto no
acabará con la tierra, que ha pasado por episodios infinitamente más
catastróficos y a la larga siempre se recupera, pero sí que afectará de modo
determinante (y, seguro, muy negativamente) al hombre y su sociedad, así como a
muchas otras especies. Y quien asegure que todo eso no afectará a personas,
animales y plantas es que no quiere ver una auténtica certeza matemática o,
simplemente, tiene un concepto egoísta del usufructo del lugar donde vive y no
pierde un segundo en pensar dónde vivirán sus descendientes. Dicen los
historiadores que entre los cortesanos de Luis XV de Francia, que vivían para
la diversión, era corriente la frase “detrás de nosotros, el diluvio”, con lo
que querían decir que no les importaba lo más mínimo lo que ocurriera tras su
paso por el mundo. Pues sí, tenían razón, unos años después de ellos llegó el
diluvio…
CARLOS DEl RIEGO
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