La guerra se representó en las pinturas rupestres; en esta de Castellón, España, hay batalla con arcos y flechas y cuerpo a cuerpo |
“¿Pero quién inventó las guerras?”, preguntó con ingenuidad
infantil un niño de menos de diez años al contemplar un documental sobre las
guerras olvidadas de África. Curiosamente, la guerra es la única actividad
humana que ha sido una constante prácticamente desde que el hombre es homo
sapiens sapiens (dejando aparte, claro está, las necesidades y tareas básicas).
La actividad bélica es anterior incluso a conceptos tan humanos y generadores
de gresca como el de la propiedad, puesto que ésta no aparece hasta el
Neolítico (en torno a los 8.000 años antes de Cristo), que es cuando surgen la
agricultura y la ganadería, o sea, cuando el hombre empieza a poseer tierras y
animales; hasta ese momento sus propiedades eran sus armas y herramientas, sus
adornos y vestidos, cosas que despertarían escasa o nula codicia. Pero el
enfrentamiento violento, con total seguridad, es anterior, es decir, el hombre
ya luchaba muchos milenios antes de que apareciera la propiedad. Las razones primarias
de la pelea, por tanto, han de ser otras; tal vez por dominio de territorio,
tal vez con el fin de raptar mujeres… Sea como sea, seguramente el
enfrentamiento violento no ha cesado desde que el hombre actual apareció en
África hará algo más de 100.000 años.
Existen escenas de combate entre guerreros prehistóricos que
demuestran que la gente ya se zurraba entre sí hace alrededor de 6.000 años;
concretamente, en los abrigos rocosos de Castellón (El Cingle de la Gasulla)
aquellos hombres representaron escenas de batalla tremendamente ilustrativas,
cargadas de movimiento y dinamismo y que exhiben gran violencia; los dibujos
muestran pelea tanto con arcos como
cuerpo a cuerpo (tal vez se trate de la representación de lucha más antigua, y
además, una de las más viejas imágenes donde los hombres aparecen armados con
arcos y flechas). En fin, que la guerra ya era una tarea a la que los
mediterráneos del epipaleolítico dedicaban mucho tiempo y esfuerzo.
Por otro lado, el historiador inglés Keith Lowe ha publicado
un apasionante libro titulado ‘Continente salvaje’, en el que explica cómo la
violencia extrema de la II Guerra Mundial se prolongó hasta muchos años después
de 1945. Asimismo, este autor demuestra que la crueldad con el semejante se
retroalimenta: la agresión se hizo algo cotidiano y habitual en Europa durante
dicha contienda, de modo que esa asimilación de la crueldad y el ensañamiento no
terminó con el armisticio, sino que los europeos habían interiorizado tanto la
hostilidad con el prójimo, que durante muchos años después se siguieron
produciendo abundantes y terribles casos de masacres y ejecuciones, palizas
mortales, violaciones en masa, linchamientos públicos…, todo con el
conocimiento y consentimiento de las autoridades y en época teóricamente de
paz.
La guerra, la violencia entre personas parece consustancial
al hombre; tal vez anteriores especies de homo (neandertal, erectus, antecesor,
heidelbergensis…), se masacraran a la mínima oportunidad, pero en realidad
tenían la disculpa de que en ciertos sentidos estaban todavía cerca de la
animalidad.
Han pasado muchos años desde aquellas escenas de guerra
pintadas en las rocas del levante español, y las personas siguen pegándose por cualquier
razón. ¡Quién sabe!, quizá si un día los hombres dejan de pelearse y abandonan
el uso de la violencia para conseguir sus fines dejen de ser hombres, acaso sea
tan humana como la propia humanidad. O es posible que, simplemente, estemos más
cerca de la animalidad de lo que pensamos.
CARLOS DEl RIEGO
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