Roger Waters trató a sus compañeros como sus subordinados, sobre todo a Wright, a pesar de lo cual Pink Floyd hizo discos históricos
Al igual que sucede
en toda asociación o colectivo de personas que comparte espacio y tiempo, en
las bandas de rock también se dan los choques y enfrentamientos. Muchas veces
es causa de separación, pero ha habido otras en que, a pesar de que los
integrantes se llevaran a matar, algunos grupos consiguen mantener el
equilibrio, publicar discos de enorme mérito y, en fin, permanecer vivos
Las discrepancias y
choques de egos han sido cosa corriente en todas las bandas de rock, tanto en
las de gran éxito como en las menos famosas. Sin embargo, al alcanzar las
cifras millonarias, las personalidades de los músicos parecen agigantarse, por
lo que suelen aparecer las suspicacias, celos y envidias, y los problemas de
dinero, de drogas o de pareja. Muchas veces eso ha sido causa de separación,
pero ha habido otras en que, aun tirándose los trastos continuamente a la
cabeza, los componentes de la banda consiguieron sujetarse a la hora de
trabajar. Así, aunque parezca imposible, hicieron discos tocados por el éxito que,
con el tiempo, se convirtieron en clásicos.
Sabida es la
turbulenta trayectoria de Pink Floyd. La salud mental de Syd Barret provocó
muchos dolores de cabeza a sus compañeros en los primeros años de la banda,
quienes terminaron por ponerlo de patitas en la calle. Pero no fue el fin de
los problemas. Roger Waters se adjudicó el puesto de líder y lo ejerció
despóticamente; se sabe que trataba a Rick Wright con desprecio, abiertamente,
delante de cualquiera. No así a David Gilmour, ya que pronto comprendió que
éste sabía dar un toque de clase y encanto a las canciones que él, Waters, no conseguía.
Aun así, siempre impuso sus criterios con modos de tirano; él miraba y trataba a
sus colegas como a inferiores, mientras que estos…, lo aguataban. Un día
decidió deshacer el grupo como si fuera propiedad suya. Pero lo bueno del
asunto es que, aun en esas condiciones de animadversión mutua, Pink Floyd fue
capaz de sacar elepés tan admirados y vendidos como ‘The dark side of the
moon’, ‘Wish you were here’ y ‘The Wall’.
La cosa se dispara
cuando se unen artistas de gran renombre previo y dan lugar a lo que se llama ‘supergrupo’.
Tal fue el caso de Cream, banda integrada por Eric Clapton, Jack Bruce y Ginger
Baker, los tres con egos del tamaño del Himalaya que, inevitablemente,
terminaron por pelearse. El batería, Baker, era un tipo imposible (dicen),
siempre ‘colocado’, enfadado y gritón; la relación con Bruce era imposible,
pues éste no se echaba atrás nunca; Clapton no estaba para oficiar de mediador
y trataba de ‘pasar de todo’. En tales circunstancias, entre peleas, insultos y
amenazas, publicaron cuatro álbumes y piezas eternas como ‘Strange brew’,
‘Sunshine of your love’ o ‘White room’, antes de disolverse tras tres años de
vida.
Uno de los casos más
sonados de enemigos inseparables es el de Fleetwood Mac en su segunda fase,
cuando se fueron a EE UU. Explican los que estaban allí que resulta increíble
que el grupo lograra grabar un álbum tan superior como ‘Rumours’ (1977) en los
escasos minutos diarios en los que no estaban gritándose, peleándose y
drogándose. Las sesiones de grabación debieron ser apocalípticas: eran dos
chicas y tres chicos, dos parejas y uno suelto; voces continuas todos contra
todos y cada uno (a) con su cónyuge; se rompían las parejas de modo estruendoso
y público y se formaban otras; reproches, tacos, amenazas, desprecios; y
siempre, omnipresente, presidiéndolo todo, la cocaína, que debían consumir a
paladas, (testigos aseguran que comparecían en el estudio absolutamente
“intoxicados”). El resultado de aquel ‘ambientillo’ fue el éxito apoteósico
desde el primer momento (13 millones de discos vendidos antes de terminar los
setenta y, hasta hoy, más de 40 millones). Tras varias separaciones y
reuniones, hoy siguen en la brecha.
Muy doloroso tuvo que
ser para los hermanos Campbell lo que sucedió con UB 40. Aquí la causa inicial
de la guerra fue el dinero, pero luego se agravó con violentas luchas
fratricidas. El problema fue que, aunque vendían mucho y no paraban de tocar,
siempre andaban justos de pasta (pésimas inversiones, administración
calamitosa), lo que derivó en crecientes enemistades y división en dos bandos.
Resistieron mucho tiempo así, publicando y vendiendo, pero con suspicacias a
causa del vil metal. En 2008 Ali Campbell, solista y compositor, harto de todo,
dejó el grupo. Los que seguían en UB 40 (incluyendo a Robin Campbell) contrataron a Duncan Campbell para sustituir
a su hermano, cosa que Ali se tomó como una traición: “me senté durante cinco
años a escuchar cómo mi hermano Duncan asesinaba mis canciones”, declaró. Los
hermanos dejaron de hablarse salvo para insultarse. El padre se puso de parte
de unos y la madre de todos sus hijos. Luego las cosas se pusieron surrealistas
cuando se fueron otros miembros del grupo con Ali, de modo que hubo un tiempo
en que había dos bandas que se presentaban como UB 40. Hoy los rencores se
mantienen, y en cada entrevista Ali tira con artillería pesada contra Robin y
Duncan, quienes responden con el mismo calibre.
Otros grupos con
hermanos también han vivido entre celos y envidias. Notorio es lo mal que se
llevaban Tom y John Fogerty en el seno de los Creedence Clearwater Revival; Tom
terminó por dejar la banda, según John porque “no soportaba que su hermano
pequeño fuera el autor de todos los temas de éxito del grupo”; aun así, sus
mejores discos salieron con los dos juntos. The Kinks estaba liderado con mano
firme por Ray Davis, quien apenas dejaba que su hermano pequeño aportara sus
composiciones; el orgullo de Ray y los celos de Dave (además de lo mal que se
llevaban todos con el batería, Mick Avory) no impidieron, sin embargo, la
publicación de temas y álbumes imprescindibles. No eran hermanos aunque todos
se hicieran llamar Ramones, pero dos de ellos estuvieron sin hablarse durante
veinte años a pesar de compartir escenario, estudios de grabación, promociones,
giras, hoteles, aviones…; Joey era de izquierdas y Johnny muy de derechas, por
lo que chocaban continuamente, pero todo explotó cuando el guitarrista le birló
la novia al cantante; se odiaban, no se dirigían la palabra, pero uno cantaba
los coros en las canciones del otro tanto en estudio como en directo sin problemas.
Nunca fueron grandes vendedores, pero es indiscutible su importancia e influencia.
Se ha comprobado
infinidad de veces: del conflicto puede surgir el talento.
CARLOS DEL RIEGO
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