Para ejecutar un golpe así el cerebro del jugador ha tenido que llevar a cabo una infinidad de ajustes de posición, de cálculo, de fuerza, de decisión
Si hay modalidad deportiva donde importa
más el pensamiento que la fuerza, es el tenis, actividad con infinitas
posibilidades y con grandes beneficios para evitar el deterioro cerebral. Sus antecedentes
se pierden en la Historia. Empieza Roland Garros, buen pretexto para hablar de
tenis
Lo dicen todos los que juegan y compiten
sea cual sea su nivel, desde el profesional hasta el jugador de club: el tenis
es el deporte más psicológico, el que exige más a la cabeza que al resto del
cuerpo, el que da más triunfos si se manejan mejor los pensamientos y las
emociones, si se gestionan mejor las dudas y los ánimos, la confianza y la
inseguridad, la presión y las ganas. Además, el tenis exige concentración
total, de modo que incluso el profesional que no esté con todos sus sentidos en
el juego la fallará por mucho. Cierto que hay otras especialidades que también requieren
grandes esfuerzos mentales, pero ninguna obliga a que desde el primer al último
punto el jugador esté completamente solo; por eso existe la regla de que el
entrenador (o cualquiera) no puede indicarle correcciones, orientaciones,
consejos o cualquier tipo de pauta
técnica, pues está terminantemente prohibido.
Por eso el tenis es distinto a todas las
demás modalidades deportivas, el tenista está absolutamente solo de principio a
fin del encuentro (excepto en Copa Davis), lo que significa una exigencia
mental tremenda, llevando al jugador a un cansancio extra. Por eso, hay
tenistas que, sin tener el juego más técnico o potente, consiguen el éxito
gracias a la solidez mental, a su predisposición siempre positiva, a un
espíritu ganador que lucha sin temor…, y así, hay muchos campeones de la
raqueta a los que primero hay que derrotar mentalmente y luego en el tanteador.
Esa absoluta soledad, esa continua cavilación y lucha consigo mismo hacen del
tenis el juego más cerebral. Y por eso hay tenistas que no desmayan jamás, que
siempre tienen actitud positiva. El triunfo está en la mollera, sólo hay que
encontrar el lugar donde se esconde.
Por otro lado, se puede llegar a la
victoria por muchos caminos, utilizando muy diversas tácticas y estrategias,
cosa que comparte el tenis con casi todos los deportes. De este modo, no se
explica cómo hay aficionados que menosprecian a jugadores con estilo y técnica
diferente, lo que quiere decir que hay quien quiere que todos jueguen con la
misma técnica, con los mismos recursos… Sin embargo, cada uno sale a la pista
con sus armas y con lo que le permite el contrario, y eso es lo bonito del
tenis (del deporte en general), que unos usan unos métodos técnicos y otros los
contrarios, que se puede ganar con cualquier tipo de juego, elegante o tosco,
de fondo de pista o de red, con una u otra estrategia.
Otra característica del juego del ‘lown
tennis’ (nombre original) es que un detalle, un punto, una bola fácil que se
falla o una imposible que se gana pueden producir un cambio radical de
tendencia, de modo que uno pasa de la euforia y la confianza a la duda y la
inseguridad, mientras su rival se traslada de la sensación de derrota a la
esperanza, aquel rumiará y rememorará el error durante un rato, éste olvidará
instantáneamente todo lo malo que ha hecho hasta ese momento.
Y es que la cantidad de pensamientos que
asaltan al jugador a lo largo de los puntos, juegos y sets es casi infinita.
Así, a veces parece que el rival adivina tus intenciones, mientras otras eres
tú el que pareces atraer la bola, unas veces no aciertas nunca y otras vas
siempre al lado bueno y tienes la impresión de que es imposible el fallo.
Además, en no pocas ocasiones el jugador no entiende lo que está pasando y es
incapaz de enderezar el rumbo ya que una vez que salta a pista nadie que le
puede aconsejar.
Recientes investigaciones afirman que el
juego del tenis es excelente para el cerebro, para mantenerlo en forma y a
salvo de degradación. La explicación es que para efectuar cada golpe, el
cerebro se ve obligado a efectuar una gran cantidad de ajustes y tomar muchas
decisiones en unas décimas de segundo: calcular a dónde va y dónde botará cada
bola, decidir la posición para ejecutar derecha o revés, así como la dirección
o el tipo de golpe según cada situación (plano, liftado, cortado, largo, corto),
observar dónde está el rival…La mente del jugador está sola y se ve obligada a
resolver cada problema al instante y continuamente; y cada bola es un problema,
es decir, el coco ha de plantearse y resolver miles de cuestiones en un mismo
partido. Igualmente la mollera tiene que gestionar emociones de euforia si se
va ganando o desánimo si se va perdiendo, las buenas o malas sensaciones, la aceptación de
errores y fallos… Las investigaciones
concluyen que, de todos los deportes, es el tenis el que más beneficios
proporciona al cerebro, protegiéndolo contra enfermedades degenerativas y
deterioro mental.
La historia da testimonio muchas veces
de juegos de pelota y desde hace milenios, como demuestran los historiadores
romanos. Desde entonces, en los diversos textos históricos aparecen juegos de
pelota. Incluso Calderón de la Barca escribió ‘Farsa famosa del juego de
pelota’ en el que se produce este diálogo “…- Quince pierde (dice un jugador).-
Con cuarenta y chanza, luego troquemos (dice el otro; chanza o chaca, es
saque).- Oh!, si esta mudanza hiciera que yo mejorase el juego” (responde el
primero quejándose de lo mal que está jugado). Hay noticia de práctica de juego
de pelota desde el siglo XIII, pero es a partir del siglo XVI que se populariza
en toda Europa el ‘jeu de paume’, el juego de palma, que en realidad se jugaba
con raqueta (tan popular era que uno de los episodios emblemáticos de la
Revolución Francesa se produce en un recinto específico para este juego). Ya se
contaba como ahora; una teoría dice que el cómputo se basa en los cuatro
cuartos de una hora: quince, treinta y cuarenta y cinco, cuarenta para
abreviar. Los tantos los marcaba el público, pues no había jueces, y además
estaba prohibido enfadarse. Pero es a finales del siglo XIX cuando el mayor
británico Walter C Wingfield (descendiente directo de uno de los primeros
ingleses que se apasionaron por este ejercicio) pone las primeras reglas,
pensando sobre todo en una actividad para practicar sobre hierba; era el año
1874 y lo llamó ‘sphairistike’. Pero inmediatamente se prefirió usar la voz
francesa ‘tenetz’, que señalaba al jugador al saque; como en Inglaterra el
mayor Wingfield trasladó el juego de la cancha cerrada al césped (‘lawn’ en
inglés), no extrañará que en junio de 1877 apareciera en un diario londinense
la noticia de que “El Club All England de croquet y lawntennis de Wimbledon
organiza un torneo…”.
CARLOS DEL RIEGO
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