The Cure construyó su 'Love cats'con instrumentación y elementos del jazz, pero sin dejar de ser rock. |
El
último día de abril ha sido establecido como el Día Internacional del Jazz,
género musical de alcance mundial que, sin duda, hunde sus raíces en las
culturas africanas, pero nace en Estados Unidos en las últimas décadas del
siglo XIX junto a otros ‘hermanos’ como el blues o el soul. Cualquiera podría
mencionar a alguno de sus mitos, e incluso al mencionar el término jazz llega
rápida a la mente la imagen del músico negro armado con trompeta, saxo, piano.
El jazz, por otra parte, combina muy bien con otros géneros musicales,
resultando excitantes híbridos que adquieren entidad propia. Así, uno de los
estilos en los que el jazz también ha penetrado es el rock, siempre dispuesto a
emparejarse con cualquier otro universo musical.
Sí,
entre los subgéneros del rock está el jazz-rock, que ha producido bandas excelentes
que han sabido abrir caminos aprovechando factores de uno y otro. Weather
Report, Chick Corea o Pat Metheny son claramente más jazzísticos, mientras que
Blood Sweat & Tears, Chicago, Soft Machine o incluso King Crimson se
inclinan mucho más hacia el rock. Y hay otros nombres de grupos y solistas que
han residido siempre entre una cosa y otra. Lo curioso es que, además de los
especialistas en esa fusión, no es tan raro el grupo de rock que, antes o
después, cae en el hechizo del jazz y, aunque sea de modo excepcional, también quiere
probar a mezclar ingredientes. Algunos, finalmente, han yuxtapuesto elementos y
colores de uno y otro método, resultando canciones llamativas, distintas, con
mucho carácter y un ‘algo’ que las hace especiales. Tres buenos ejemplos de
esto último, del acoplamiento de jazz y rock sin llegar a la fusión química,
son el ‘Love cats’ de los mejores The Cure, el ‘Happiness’ de Tones On Tail
(herederos de Bauhaus) y el ‘Moondance’ de Van Morrison, todo temperamento,
todo talento; no son lo que se dice jazz-rock, sino que se trata de tres piezas
rock que con un ligero matiz jazz adquieren un toque de clase y distinción.
El ‘The
love cats’ (1983) de The Cure es exactamente eso, un tema rock con elementos
típicos del jazz, con una instrumentación básicamente compuesta de contrabajo,
batería con escobillas y piano, a lo que se suma un ritmo vivo y ligero y unos sutiles
arreglos de vibráfono; la voz y la pegadiza construcción melódica son
características del grupo, siendo el resultado final una pieza muy estilosa. Y
eso a pesar de que Robert Smith la escribió como una especie de broma estando
más bien achispado tras haber trasegado lo suyo (según declaró él mismo); claro
que muchos no hubieran escrito una canción de esta categoría ni borrachos. El
texto es enigmático (normal si lo escribió como dice) y de difícil
interpretación: que si los gatos son los amantes, que si la gente es como un
felino por las calles, que si va de suicidio… Lo mejor es no preocuparse por el
sentido de la canción sino dejarse llevar por su arrebatadora línea de bajo o
su contagioso estribillo.
Los Tones
On Tail (descendientes de Bauhaus) hicieron ‘Happines’ en 1984, un tema que también cuenta con una intención
cien por cien ‘jazzística’: escobillas y una base fácilmente asociable al jazz
con abundantes y variados arreglos. Algunos observadores le encontraron algunas
sospechosas similitudes con y la anterior (‘The love cats’). La intención de la
letra vuelve a ser enigmática y contradictoria, como muestran unos
desconcertantes versos finales: “La felicidad es el éxito, el éxito es la
esperanza. Esto no es bueno”. La canción posee un ritmo que en principio resulta
relajante, aunque luego adquiere mucho nervio gracias a esos teclados agudos
tan de moda en los ochenta Sofisticada, distinta, tiene un punto de inquietante
elegancia.
Van
Morrison, el irlandés gruñón, se ha movido con soltura entre los estilos más
dispares desde hace medio siglo, y ha creado inolvidables títulos a partir de
bases de blues, de folk, de rock, de pop y, claro, de jazz. Podrían elegirse no
pocas piezas firmadas por el inagotable talento del ‘León de Belfast’ que
poseen elementos y valores del jazz, pero en el momento que suena ‘Moondance’ (1970)
la búsqueda se detiene. Esa finísima orquestación, los delicados adornos de
piano, la compañía de la flauta, la improvisación del saxo (durante la
grabación Morrison dio total libertad a los músicos), la irresistible melodía y
esa ambientación jazz-swing contribuyen a construir una canción superior, una
genial creación que no pierde fuerza por más años que pasen y que,
curiosamente, complace a todos los gustos. El texto habla de la magia del baile
a media noche a la luz de la luna, con el sonido de las hojas de los árboles
meciéndose en la brisa… “¿puede haber algo más romántico”, se pregunta, pero
luego se vuelve menos platónico y dice “quiero hacerte el amor esta noche, no
puedo esperar hasta mañana, sé que es el momento justo”. ¿Quién podría resistirse
ante una canción como esta?
Son
solamente tres muestras de lo que puede conseguirse combinando elementos de
géneros diferentes sin que se llegue a la fusión total…, claro que para ello es
imprescindible poseer una buena reserva de talento.
CARLOS
DEL RIEGO
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