Desde
hace unos años se ha desatado en España un enorme interés por la Historia. Sin
embargo, gran parte de los que se enfrascan en discusiones sobre la de España
lo hacen según su ideología y desde el presente y, generalmente, con un gran
desconocimiento; así, es habitual que se emitan valoraciones morales sobre lo
sucedido hace siglos y se adopten opiniones basadas en artículos de periódico,
en tópicos y bulos sin el menor rigor histórico, en interpretaciones sesgadas y
parciales…, en lugar de informarse por uno mismo a través de obras de
investigación de historiadores y especialistas. En cualquier caso, uno de los
temas preferentes de discusión de la Historia de España es la Reconquista.
Casi
a diario se difunden asuntos relacionados con ese largo período que dan origen
a encendidas polémicas, ya que no pocos españoles abjuran del concepto, maneras
y fines de la Reconquista, y califican con conceptos actuales las acciones
llevadas a cabo por los españoles de la Edad Media (por eso hay criaturas que
están convencidas de que, de haber vivido en aquellos tiempos, comerían
hamburguesas y beberían gin-tonic, vestirían vaqueros, escucharían rock &
roll y, sobre todo, pensarían igual que piensan hoy). Incluso el insigne
filósofo José Ortega y Gasset llegó a afirmar que “No entiendo cómo se puede
llamar reconquista a una cosa que dura ocho siglos”…, claro que habría que
haberle preguntado al autor de ‘La España invertebrada” cuánto ha de durar la
cosa para que pueda llamarse así, o dónde se señala el tiempo máximo para que
pueda ser tal; además, ocho siglos fue lo que se tardó en conquistar el último
reino (Granada), pero hubo partes de la península donde apenas llegaron los
musulmanes, en muchas otras sólo estuvieron de paso, y de alrededor de la mitad
del territorio fueron expulsados mucho siglos antes de la toma de Granada.
Asimismo
abunda la opinión de que nunca existió un sentimiento reconquistador (la
Península Ibérica o parte de ella fue conquistada y reconquistada muchas veces
por distintos pueblos a lo largo de su extenso devenir a través del tiempo).
Sin embargo, si se consultan las fuentes se llega a la conclusión contraria. Las
más antiguas son las llamadas Crónica de Alfonso III y Crónica ‘Albeldense’,
ambas escritas al final del siglo IX. En la primera se lee: “… se salvará
España y se organizará el ejército y la nación goda” (“Sit Spanie salus et
gotorum gentis exercitus reparatus”); en la segunda: “Actualmente una parte de
España está ocupada por los sarracenos, por lo cual los cristianos hacen la
guerra noche y día, todos los días, combatiendo contra ellos hasta que su
expulsión sea dispuesta por la predestinación divina” (“Sarrazeni euocati
Spanias ocupant…”, es fácil encontrar el texto latino y comprobar por uno
mismo). Cronistas posteriores, como Sampiro o Lucas de Tuy, escribieron en
términos parecidos sobre el asunto. Es decir, desde muy pronto se tomó
conciencia de haber sido invadidos y ocupados, así como de la obligación de
recuperar lo perdido.
Algo
más tarde, en 1074, el conde Sisnando Davidiz, legado de Fernando I de León y
Castilla y luego de Alfonso VI de León, fue enviado a cobrar el tributo a Granada, donde le explicó al monarca de esa taifa:
“Al-Andalus fue al principio de los tiempos tierra de cristianos hasta que
llegaron los árabes y expulsaron a aquellos a Galicia, tierra menos favorecida
por la naturaleza. Pero ahora que pueden, los cristianos quieren recuperar todo
lo que se les quitó por la fuerza, y para hacerlo definitivamente tienen que
debilitaros y agotaros durante una larga época. Y cuando ya estéis sin dinero y
sin soldados os arrebataremos el país sin trabajo”. De lo que se deduce que
estaba asumido por los hispanos cristianos que la cosa sería larga y costosa,
pero que no iban a renunciar. En fin, es evidente que sí existía en aquellas
sociedades (no era igual la del siglo IX que la del XIV) un sentimiento de
haber sido despojados de su tierra y, por tanto, una legitimación para luchar
hasta recuperarla. Ese sentimiento duró, precisamente, ocho siglos.
Lo
que nadie puede negar es que la invasión y ocupación musulmana y la posterior
confrontación (tanto entre los reyes y califas como entre las gente del pueblo,
sobre todo la de zonas fronterizas) proporciona una singularidad a España (y
Portugal). Además, de todos los territorios que invadieron y se apropiaron los
ejércitos islámicos, Hispania resultó ser el único que les fue luego
arrebatado, reconquistado. No hay más que comparar los mapas de máxima
extensión musulmana con los actuales. La única posible excepción es el avance
otomano que hacia 1540 llegó hasta Viena (dominio de los Habsburgo), pero no
hubo asentamiento civil, sino sólo una ocupación militar de varias plazas
fuertes y fortalezas (en zonas de las actuales Hungría, Rumanía…); finalmente,
después de ser derrotados en sangrientas batallas, los turcos fueron definitivamente
expulsados en 1699. Es lo más parecido a la Reconquista. En cualquier caso, el
único territorio ocupado por el Islam que fue recuperado por los reinos
cristianos es la Península Ibérica.
Lo
que es inadmisible es que se admita como legítima la invasión a sangre y fuego
que comenzó en 711 y se repudie como ilegítima la defensa y contraataque
(usando idénticas herramientas y recursos) que culmina en 1492. Esa forma de
pensar suele ir acompañada de juicios de valor, de desprecio hacia hechos, ideas
y personas de hace quinientos o mil años y, el colmo, del calificativo
‘franquistas’ para los que combatieron a los musulmanes. Es difícil encontrar
pensamientos más estúpidos e inútiles.
Lo
que sí cabe plantearse es ¿cómo sería España (y Portugal) de haber fracasado la
Reconquista?, ¿sería una especie de Marruecos, de Arabia, de Siria?, ¿estarían
obligadas las mujeres a cubrirse y carecerían de los derechos de los que
carecen en esos países?
CARLOS
DEL RIEGO
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