Resulta difícil aceptar que 'Manolenta' esté perdiendo el control de sus manos |
Inquietante es el rosario de bajas que
está afectando al rock & roll y su entorno. Entre las más recientes está la
súbita muerte de la cantante de The Cranberrys, Dolores O´Riordan, y también la
de los menos conocidos Mark E. Smith, del excelente aunque desconocido grupo
británico The Fall, la del que fuera batería de Judas Priest Dave Holland, la
de Jim Rodford, que integrara bandas como The Kinks o The Zombies, o la del
trompetista sudafricano Hugh Masekela, que participó en el histórico festival
Monterey Pop…, por citar sólo los fallecidos en los últimos días de enero del
18.
Pero es que, además, otros grandes
nombres de la historia del rock anuncian su pérdida irreversible de facultades.
Hace unos cuantos meses el gran Keith Emerson, teclista de Emerson, Lake &
Palmer, se pegó un tiro cuando comprobó que sus manos ya no le obedecían y que,
irremisiblemente, la cosa iría a peor (su compañero Lake le siguió, aunque por
causas naturales). Pues algo parecido le está sucediendo a otro músico
superlativo como es el legendario guitarrista Eric Clapton. Como todo
interesado sabe, el conocido como ‘Mano lenta’, de 72 años, anunciaba
recientemente en una entrevista que padece diversas dolencias que, poco a poco,
terminarán por apartarlo definitivamente de la interpretación. Explicaba el
artista que se está quedando sordo, algo que ya lo alejaría definitivamente de
escena; pero es que además sufre neuropatía periférica, que le produce
sensación de descargas eléctricas en las extremidades inferiores y, como él
dice, “la mayor parte del tiempo mis manos apenas funcionan”, y por si fuera
poco, padece lo que se conoce como acúfenos, un mal que consiste en escuchar
todo tipo de sonidos (desde zumbidos hasta estruendos) que sólo están en su
cabeza. Tal vez los excesos con los que castigó su cuerpo durante dos décadas
le estén pasando factura. En todo caso, ¿qué puede ser peor para un guitarrista
o un pianista que perder el gobierno de sus dedos? ¿Volverá a escucharse a Eric
Clapton interpretar en vivo la prodigiosa entrada de ‘Layla’?
También acaba de conocerse que el
neoyorquino Neil Diamond (77 años), uno de los autores más exitosos de la
historia del pop y el rock, se ve obligado a abandonar los escenarios porque
padece el mal de Parkinson. Aunque muchos puristas nunca han sabido reconocer
sus innumerables virtudes, basta echar un vistazo a los títulos que llevan su
firma para que se imponga la evidencia: pop y rock, pero también con otros
géneros como el reggae, el funk o el jazz, Neil Diamond ha logrado clamorosos
números uno en todo el mundo; por no hablar del ‘pequeño detalle’ de que ha
despachado más de 120 millones de discos a lo largo de las últimas seis décadas,
y que muchísimas grupos y solistas del más variado pelaje han grabado versiones
de su temas. Hace unos días el propio artista comunicó que la enfermedad le
obliga a dejar el directo “tras un viaje de más de cincuenta años”, aunque
afirma que seguirá componiendo y grabando. Desgraciadamente, el autor de
maravillas como ‘Sweet Caroline’, America’, ‘Play me’, ‘Girl, you´ll be a woman
soon’, ‘Red red wine’, ‘Kentucky woman’, ‘I am a beliver’…, poco a poco irá
perdiendo facultades, ya que los síntomas (temblores, desequilibrios,
descoordinación, lentitud de movimientos, rigidez) suelen ir a más.
¡Qué humanos son, después de todo, esos
que a ojos de la mayoría parecen estar siempre en un pedestal y vivir en un
sueño! En realidad, la diferencia entre quien tiene verdadero talento para la
creación artística y el resto de los mortales está en lo que queda después de
su muerte, pues la mayoría del personal será olvidado en unos cuantos años,
mientras que quien deja obras de arte con mérito vivirá en la mente de todo
aquel que se asome o revise esas obras sin importar el tiempo transcurrido.
Si alguna vez se sintieron
indestructibles en el Olimpo del rock, si alguna vez sus admiradores los vieron
como si fueran seres superiores, unos y otros ya se habrán dado cuenta, sin
duda, de que incluso las grandes estrellas son tan frágiles como el más común
de los habitantes de este planeta.
CARLOS DEL RIEGO
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