La desunión en la política, la judicatura, la policía y la población facilita la acción terrorista, como se ha demostrado en Cataluña. |
Un
refrán español dice ‘divide y vencerás’, o sea, vencer al enemigo es mucho más
fácil si las luchas internas lo debilitan. Aunque no la han buscado, la
realidad es que los terroristas siempre pueden contar con ese factor a su
favor, puesto que la desunión es cosa tradicional en España y se da en todos
los ámbitos de la sociedad. No se trata de diferencia de opiniones o de
procedimientos, sino de auténtica aversión a quien se considera el enemigo…,
incluso ante la amenaza de un verdadero y mortal enemigo. Lógicamente, esa
discordia incondicional que divide a la sociedad la vuelve vulnerable ante el
ataque de la más brutal y ciega violencia. Puede afirmarse que esta
desavenencia irreconciliable es más visible entre la clase política, puesto que
los políticos son los que más y más alto hablan y, por tanto, los que más
tonterías dicen; pero también hay desunión en otros estamentos fundamentales en
la lucha contra el terror, como son el de la judicatura, el de la policía y,
claro, entre los ciudadanos de a pie.
La
desunión en la esfera política es verdaderamente sangrante, tanto que se puede
afirmar que los de este lado no irían con los de aquel ni a recoger billetes.
Así, existen (presuntos) servidores públicos que llegan a justificar los
atentados e incluso acusan a los demás de ser culpables indirectos. Además, se
niegan a firmar pactos antiterroristas alegando razones delirantes que ofenden
al sentido común; sin embargo, lo cierto es que esa negativa responde a su
resentimiento sectario y fanatizante, a la aversión que por el discrepante
tiene todo el que se cree moralmente superior. Por último, los intereses
políticos e ideológicos llevan a muchas personas a anteponer su dogma a todo, a
cualquier consideración, situación o persona; así, no sorprende que se tiren
los muertos a la cara unos a otros.
Muy
preocupante es la desunión que se observa en las estancias judiciales. Este
desacuerdo se comprueba cuando, con el terrorismo como telón de fondo, un juez
falla en un sentido y el siguiente en el contrario: Se ha sabido que un juez
determinó la expulsión de un marroquí que salía de la cárcel, tras cuatro años,
por considerarlo peligroso, pero otro creyó que extraditar a ese delincuente
era poco menos que ‘islamofobia’, y ante el temor de que le acusaran de eso lo
dejó tan campante por ahí (con ayuda de un abogado que hoy es concejal en
Barcelona). Ese marroquí fue el imam que, poco después, adoctrinó a los
asesinos de Las Ramblas y Cambrils. Asimismo, la división entre los jueces se
ve a diario, pues existen asociaciones de magistrados de uno y otro signo
político, de modo que, en casos determinados, se dejan influir por su
ideología, con lo que sus sentencias dependen de si el acusado es del Madrid o
del Barça de la política. Esta desafección, en casos de terrorismo, puede
derivar en terribles consecuencias.
También
es muy preocupante la desunión policial, que provoca enfrentamientos entre los
diversos cuerpos armados. Tal se ha visto en los sucesos de Cataluña; seguro
que siguiendo órdenes, los guardias locales pretendieron hacer ellos solos un
trabajo que sólo da resultado cuando todas las policías colaboran; por ello se
produjeron fallos lamentables, empezando por la prevención y siguiendo por las
identificaciones. Incomprensiblemente, y empujado por los comisarios políticos
independentistas, ha dado la impresión de que uno de los cuerpos policiales no
quería que los otros echaran una mano, y ello a pesar de la sobrada y
comprobada experiencia que tienen los excluidos en estos terribles asuntos. Cualquiera
puede entender que el intercambio de información es indispensable tanto para
prevenir como para impedir o perseguir.
Y
claro, la desunión en esos estamentos repercute en las posturas que adopta el
resto de la población. Así, en amplios sectores de la sociedad abunda la creencia
de que Europa y los europeos están en el origen del terrorismo (así como de
casi todos los males de este mundo), y por consiguiente, según esa disparatada
idea, todo europeo vivo es responsable de los asesinatos islamistas, incluyendo
los cometidos en Irak, Siria, Libia, Egipto, Nigeria o Indonesia. Ese
sentimiento de culpa por pertenecer a la sociedad que alumbró la Ilustración y
los Derechos Humanos, la democracia y los avances en ciencia, pensamiento,
tecnología, artes, deportes… (masacres y barbaridades las cometieron todos los
pueblos en todos los lugares del mundo), ese sentimiento, pues, es algo así
como un pecado original que se asignan los que se acusan de haber nacido en
esta sociedad. Ah, y también existen individuos y asociaciones que equiparan el
terrorismo islamista del siglo XXI con el ‘terrorismo de las cruzadas’ e incluso
con la reconquista…, lo cual es otra causa de desunión, pues muchos otros
piensan que es tonto culpar de los sucesos de hoy a personas que desaparecieron
hace tantos siglos y cuya mentalidad se parece tanto a la de hoy como su
tecnología.
Aunque
distinta a las anteriores, puede decirse que existe una situación de guerra,
una guerra en la que el enemigo vence si consigue mantener la circunstancia
actual y golpear de vez en cuando. Por eso, mientras la división agarrote a
occidente, ellos seguirán ganando, o sea, matando. Como en Cataluña.
CARLOS
DEL RIEGO
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