Maradona y Maduro, almas gemelas, conductas similares, con el retrato de Bolívar detrás. |
El hoy orondo personaje fue en otro tiempo un mago del fútbol, rápido, con visión y cambio de ritmo, con una capacidad de desborde nunca vista y, en fin, con casi todas las cualidades que tendría el futbolista perfecto. Sin embargo, su mala cabeza le llevó por el mal camino en un proceso de degradación que lo ha convertido en lo que es hoy, un tipo evidentemente desequilibrado y, seguro, con el cerebro afectado por una vida de excesos. El caso es que quien fuera un 10 en el campo no hace más que mostrar su decadencia mental cada vez que dice o hace algo. La última ocurrencia maradoniana no es una jugada como aquella del Mundial de México 86, sino su ofrecimiento como “soldado” al presidente venezolano, Nicolás Maduro, pues dice sentirse “chavista hasta la muerte” y dispuesto a pelear contra “el imperialismo y los que quieren apoderarse de nuestras banderas”.
En
primer lugar, un soldado con su constitución e intelecto sería poco eficaz; y por
otra parte, su lenguaje resulta rancio, de otro tiempo, tópico y absolutamente
vacío. Pero nadie puede sorprenderse de las posturas del argentino, sobre todo
si se echa un vistazo a su biografía a y a alguna de sus amistades. Amigo del
dictador Fidel Castro y adorador de Hugo Chávez, lo es también de sus
sucesores, y ello a pesar de los pozos sépticos en que ambos metieron a sus
respectivos pueblos. Y puede añadirse que él no vive como un cubano o un
venezolano, con todo tipo de carencias y privados de no pocos derechos, sino
como un magnate, de palacio en palacio.
Sea
como sea, parece fuera de lugar que alguien con la biografía de este señor sea
modelo de conducta y, por tanto, alguien cuyos consejos haya que tener en
cuenta. No será preciso recordar el gravísimo problema de drogodependencia que
lo derribó del pedestal en el que estaba para trasladarlo a clínicas de
rehabilitación y hospitales de medio mundo. Incapaz de sujetar sus otros
instintos, debía ser capaz de zamparse un caballo, pues consiguió meter 120
kilos en su 1,65 m. de estatura. Colérico e iracundo, parece que tenía la mano
muy larga, como demuestran las grabaciones en las que sacude a su mujer y las
denuncias por malos tratos, o aquella vez en la que disparó a los periodistas.
Tampoco puede olvidarse su episodio de dopaje y posterior sanción, ni su
negativa a reconocer a sus hijos extramatrimoniales a pesar de las resoluciones
judiciales (alguno de esos hijos es su vivo retrato), a sus condenas por
evasión de impuestos… En resumen, puede afirmarse que el otrora fenómeno del
fútbol es un hombre de voluntad débil que se deja llevar por sus instintos
primarios, que es pegón, abusón e inclinado a la violencia, tramposo y
mentiroso… Por ello puede concluirse que, a lo largo de su vida lejos del césped,
Maradona ha dado muestras evidentes y continuadas de ser una persona de
moralidad y conducta más que reprochables.
Por
otro lado, siempre se ha presentado como amigo de comunistas como Castro,
siendo él un capitalista puro, un privilegiado que ha disfrutado de una vida de
abundancia en la que no se ha privado de ningún capricho; y también hace buenas
migas de revolucionarios bolivarianos como Hugo Chávez y Maduro, a pesar de que
su proceder encaja perfectamente en los modos más conservadores; dicho sea de
paso, los países dirigidos por esos sátrapas no son lo que se dice modelos de
bienestar.
Asombra,
vistos y repasados sus ‘meritos’ extradeportivos, que tenga tantos incondicionales, tantos
auténticos fanáticos que disculparán y perdonarán cualquier enormidad que haga
o diga; al revés, tomarán partido voluntaria y entusiásticamente por todo
aquello que sea defendido por su rechoncho ídolo.
De
todos modos tampoco puede exigirse demasiado a una persona con las entendederas
tan agujereadas que si no está para ingresar en un frenopático le falta muy
poco. Él, el gran Maradona, uno de los mejores futbolistas de la historia, para
muchos el mejor, es hoy una especie de histrión decadente que no hace sino
demostrar su deterior mental y sus carencias morales. Lo malo es que hay quien
lo tiene por un dios, o sea, omnipotente.
CARLOS
DEL RIEGO
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