Lemmy Kilmister, líder de Motorhead, responde perfectamente a la descripción de un motero. |
Un accidente que habitualmente se salda
con unas cuantas magulladuras acabó con la vida de un gigante de la
motocicleta, un campeón con todas las letras como era Ángel Nieto. Él
experimentó miles de veces esa sensación especial, esa descarga de adrenalina, esa
emoción que sólo proporciona el caballo de hierro que ruge furioso guiado por las
riendas del piloto. Ese sentir coincide con el de muchos profesionales del rock,
que al no poder exigir el máximo a la máquina sin perder el control, cosa que
hacía Nieto magistralmente, tienen que ‘limitarse’ a imaginar la situación y
traducirla al idioma de la música. Así han surgido piezas excelentes que tienen
al motero y su circunstancia como protagonista.
Seguro que, al mencionar rock y motos,
todos los que tienen un mínimo interés por el asunto han pensando
invariablemente en el ‘Born to be wild’ (1968) de Steppenwolf; tópico pero
imprescindible. Considerada el himno de los que piensan que la moto es algo más
que un medio de transporte, el tema se convirtió en bandera de esa filosofía
desde el primer momento, cuando acompañaba a los que cruzaban Usa a lomos de
sendas Harleys en la película ‘Easy Rider’. Sus primeros versos, que llegan
tras una entrada guitarrera que casi huele a gasolina, dejan bien claro de qué
va la cosa: “Arranca el motor y tírate de cabeza a la autopista para buscar
aventura y todo lo que se cruce en tu camino. Amo el humo y los relámpagos, el
trueno del heavy metal, echando una carrera al viento con una sensación de
control”. No puede ser más evidente el sentimiento que pretende transmitir; además,
habla del ‘trueno del heavy metal’, siendo la primera vez que una canción menciona
el término. El autor, Mars Bonfire, explicó que se le ocurrió cuando vio un
anuncio de una moto que decía ‘Born to ride’ (nacido para montar), el cual daba
sensación de libertad, la misma que él experimentaba en aquel momento, pues
acababa de comprarse su primer coche y estaba eufórico. En aquella peli los ‘cerdos’
(las Harley Davidson en argot) y el rock eran actores principales.
El gran Neil Young no dejó de hacer
algunos guiños al mundo de las dos ruedas, y así escribió canciones como ‘Motorcycle
mama’ en su excelente Lp ‘Comes a time’ (1978); cuentan que Young compró
200.000 copias de este álbum porque no le gustaba el sonido, que luego él mismo
remezcló la grabación y que incluso bromeó con el asunto cuando dijo que había
empleado todos esos elepés para “poner tejado nuevo al granero”. También trató
el asunto motero en ‘Unknow legend’, donde el jinete es ella, pues “Ella monta
su Harley en alguna carretera del desierto, su pelo al viento (…), nunca echó
raíces (…), montando sobre acero y cromo”, pero eso era antes, cuando ella era
una ‘Leyenda desconocida’, pero ahora “ella está vistiendo a dos niños (…), con
la mirada perdida”; es la nostalgia de la moto, pues la rutina cotidiana ya no
permite echarse al desierto sobre el ‘cerdo de Milwaukee’.
El inefable Lemmy, de Motorhead, que
siempre tuvo aspecto de jinete de Harley, cantó al caballo de hierro en ‘Iron
horse’ (1977); hablaba de la moto como “el semental (…) orgulloso de sus
colores y sus cromados brillantes”, y así, “en el caballo de hierro vuela,
muere con gusto (…) el caballo de hierro es su vida”. Puro espíritu motero con,
además, esa potente guitarra que, siempre en primer plano, no deja de recordar
el bramido del motor, sosegado pero poderoso. En algún concierto dedicaron esta
canción a los Ángeles del Infierno, que incluso fueron sus guardaespaldas.
Arlo Guthrie (el hijo de Woody) cantó
‘Motorcycle song’ en 1967, una letra sencilla pero con el típico fondo protesta
de aquellos años: “Yo no quiero un pepinillo”, ‘Pickle’ (pepinillo en inglés) es
soltar una bomba en jerga militar Usa; “Yo no quiero ni cosquillas, ni morir”,
en la guerra de Vietnam, “sólo quiero montar en mi moto”; parece un texto
simplón, pero en el fondo está hablando de la sensación de libertad absoluta
que se experimenta rodando sobre dos ruedas y escuchando el motor, pues ahí no
cuenta la autoridad, y mientras guías la máquina no hay que cumplir lo que el
poder exige. No falta el sonido de la Harley.
Un aspecto diferente e incluso
divertido lo tocan los Creedence Clearwater Revival en su trepidante ‘Sweet
hitch-hiker’ (1971). Explica el porrazo que te puedes dar si, a toda velocidad
sobre la moto, te distraes mirando a una guapa autoestopista: “Me di la vuelta
para verla, me llamó la atención, pero ya estaba cayendo y rodando”. Los
neoyorquinos Blue Oyster Cult se fijaron en la edad dorada del cuero en su enigmático
y retorcido ‘Golden age of leader’
(1977), en el que describe el clímax del mundo motero: “Cuerpos y motos más
allá del decoro. Olor a aceite y gasolina en el aire”.
Hay más, muchas más piezas rock que
destilan pasión por la moto (‘Bat out of Hell’ de Meatloaf, ‘Ride the wind’ de Poison,
‘Motorcycle man’ de Saxon), la misma pasión que siempre acompañó a Nieto. A
partir de ahora, los moteros tendrán un Ángel que les acompañe.
CARLOS DEL RIEGO
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