Algunas inquisiciones del siglo XXI coinciden en métodos y deseos con la inquisición medieval. |
El
término inquisición se asocia automáticamente a intolerancia, a imposición por
la fuerza, a represión y castigo sangriento. Nacida en el siglo XII en Francia,
de un modo u otro se extendió por la mayor parte de la Europa medieval, siendo
muchas veces un instrumento de gobiernos y poderosos. En todo caso, tonto sería
valorar hechos, ideas y personas de épocas tan lejanas bajo el prisma de la
mentalidad actual. Sin embargo, sí que aparecen hoy grupos ideológicamente totalitarios
y sectarios que se autolegitiman para señalar a los modernos herejes, los
cuales son todos aquellos que tienen la osadía de no compartir las mismas
ideas, inquietudes y objetivos que dictan cada uno de esos tribunales de las santas
inquisiciones del siglo XXI. Seguro que hay más, pero estos serían los
principales tribunales que vigilan el cumplimiento de los diversos dogmas.
Típica
de España es la santa inquisición segregacionista catalanista que, entre sus
últimas ocurrencias (VIII-17), trata de menospreciar a Antonio Machado y
proponer retirarle la calle que tiene en Sabadell (Barcelona) por ser
‘españolista’; y aun hay esperpento mayor, pues el informe que aconsejaba
quitar la calle al poeta exigía lo mismo con las dedicadas a Quevedo, Góngora,
Lope de Vega, Goya o Larra por ser “un modelo seudocultural franquista”…,
pronto serán así señalados el rey godo Chindasvinto, Séneca y Viriato. ¡Cómo
hay que tener las entendederas para decir semejantes sandeces sin
avergonzarse!… Pero lo que deja sin palabras es que existan criaturas
convencidas de que es pura democracia el hecho de arrinconar, insultar o
acongojar al que lleva la contraria al oficialismo. Esta inquisición
separatista, que también existe en otros territorios, trata de imponer una historia
y un lenguaje que se ajuste a su creencia, y además está convencida de que hace
lo correcto.
Mucho
más universal es la santa inquisición feminista, que está constantemente a la
caza de cualquier gesto, imagen o palabra susceptible de ser interpretada como
machismo. La última es prohibir cantantes y canciones con letras consideradas machistas,
tal vez interpretando que esas canciones pueden producir agresiones sexistas o
normalizar comportamientos odiosos; la realidad es que sólo son canciones
malísimas. Sea como sea, es extremadamente difícil decir tres frases seguidas
sin que exista alguien que encuentre algo que pueda ser entendido como machismo
o (término nuevo) ‘micromachismo’. La feminista es gemela de la santa inquisición
autodenominada LGTB, que ve fobias por todas partes; lo sorprendente es que los
que más alto denuncian aquí, callan como
muertos a la hora de condenar la brutalidad de los países donde se producen más
y más sangrantes casos de machismo y homosexfobia…
La
santa inquisición anticatólica tiene larga tradición en España; es la que se
siente ofendida por la visión de un crucifijo, por la existencia de iglesias o
por las procesiones. Los que componen esta especie de sanedrín se sonríen o
aplauden agresiones contra religiosos e iglesias, dando a entender que comprenden
esos ataques (“la única iglesia que ilumina es la que arde”, según un dicho de
este entorno). Asimismo, esta modalidad inquisitorial también culpa de casi
todos los males del planeta al cristianismo basándose en que se han cometido
grandes matanzas en su nombre…, como si no se hubieran llevado a cabo mayores barbaridades
en nombre de la libertad, la democracia o la justicia. Es necesario recordar
que quien mata u ordena matar es la persona, con nombre y apellidos.
Bastante
nueva es la santa inquisición animalista,
que ve maltrato animal a cada paso. Por ejemplo, están en contra del uso de
animales para experimentación, pero cuando llevan su mascota al veterinario no
caen en la cuenta de que éste ha aprendido practicando con animales, o que los
avances en procedimientos, en farmacia o en cirugía se han logrado tras ensayar
en animales tratamientos, medicamentos o técnicas. También entienden intolerable
el uso de irracionales para diversas actividades, pero ellos son capaces de
tener al perro metido en un pisito 22 ó 23 horas al día. Igualmente resulta
contradictorio el hecho de que, muchas veces, pretendan demostrar su animalismo
extremo gritando su odio a las personas. ¿Y cuando dicen que los animales son
personas no humanas, dando a la palabra el significado que se le antoja?
También
es de reciente creación la santa inquisición vegana, la cual suele presentarse
asociada a la anterior. Más que conocido es el caso del dueño del restaurante
vegano que expulsó de su local a una madre porque daba biberón con leche de
vaca al bebé. Este fanatismo se manifiesta, ante todo, en círculos cercanos, aunque
no pierden sus militantes la ocasión de llevar a cabo acciones callejeras con
las que tratan de acusar de pervertidos a quienes tienen otros gustos, otras
prioridades, otras inquietudes.
La
santa inquisición izquierdista es universal y fácil de detectar. Quien se dice
de izquierdas siempre mira por encima del hombro al conservador y al que no lo
desprecie; lo curioso es que para integrarse en algún colectivo izquierdoso
basta con decirlo, basta con despotricar contra ‘los reaccionarios’, es decir,
no hay que hacer nada, no hay que llevar una vida diferente a ‘ellos’, sólo hay
que declararse.
El
caso es que, como los buenos inquisidores, quienes militan en alguno de estos
santos oficios están siempre ojo avizor para detectar cualquier atisbo de
indicio que les dé ocasión de denunciar…, tal y como hacía el inquisidor
medieval, que buscaba presentarse como implacable martillo de herejes o endemoniados.
Otro rasgo común de los adscritos a las diversas variantes de las inquisiciones
del siglo XXI es que, invariablemente, están siempre deseosos de hacer notar la
creencia a la que pertenecen, y a la primera ocasión que se presenta (y aun sin
venir a cuento) presumen con voz campanuda un “es que soy vegano yo”, o
animalista y antitaurino, o feminista, o comunista…, pues así sienten un
prurito, un añadido de superioridad intelectual, moral o humana sobre quien no profese
su dogma.
CARLOS
DEL RIEGO
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