Brian Wilson, de Beach Boys, consiguió volver a la normalidad tras ser diagnosticado y someterse a tratamiento. |
Las
noticias por las que la cantante Sinead O´Connor aparece últimamente en los
medios no son artísticas, sino que tienen que ver con sus problemas mentales:
se negó a tocar en el Centro de Arte de Nueva Jersey si antes sonaba el himno
USA, rechazó premios airadamente, rompió la foto del Papa en la tele ante una
audiencia creyente y se hizo ordenar sacerdotisa, ha cancelado conciertos a
causa de crisis mentales, ha intentado el suicidio varias veces y, en los
últimos días, vuelve a hablar de ello…; el diagnóstico desvela que padece un desorden
bipolar. Es un caso más que conocido en la feria del espectáculo en general y
de la música en particular. Pero las psicopatías, como no podía ser de otro
modo, asaltan tanto a los artistas como al resto de los mortales…, tal vez más.
No
hay que confundir las chaladuras, ventoleras o extravagancias que antes o
después cometen casi todos los que se dedican a este negocio, con los
auténticos problemas mentales, esos que acortan la vida y la hacen
profundamente infeliz. Por ejemplo, el chicano Carlos Santana ha tenido
episodios…, desconcertantes, pero realmente lo suyo son poco más que majaradas
de iluminado; dijo que su álbum ‘Supernatural’ (1999) había sido una misión
santa que le había ordenado un ángel llamado Metatrón, que es el que permite a la gente besar, abrazar, comer
perritos o mover los dedos; fue un entusiasta de los alucinógenos, pero también
alucinó con la mística hindú. ¿Locura o psicotrópicos? Lo de Syd Vicious
también tiene más que ver con tonterías que con verdaderas evidencias de
locura: cuentan que antes de liarse con Nancy Spungen era un tipo de lo más
normal, pero luego hacía y decía cosas sin sentido, aunque seguramente fuera la
heroína la que mandaba en él, como cuando atizó con su guitarra a un espectador
en Texas en 1978; ¿mató a Nancy y luego se echó a dormir o estaba tan ido que
alguien la mató y él ni se enteró? También es más que sabida la manía del
imprescindible compositor y productor Phil Spector; aficionado a las armas y
tendente a la ira más ciega, produjo a Ramones a punta de pistola y cumple
condena por asesinato; muchas de sus ‘novias’ declararon que cuando querían
irse y él no, simplemente sacaba la pipa; pero esto parece más el caso de un rabioso
incapaz de sujetarse.
Muy
conocida entre los que saben de rock clásico es la desgracia de Syd Barret, el
fundador de Pink Floyd. Personaje atormentado, se encerró en casa durante unos
30 años; dice la leyenda que el origen de su desequilibrio mental fue el exceso
de LSD, que le producía vacíos en el cerebro que le impedían recordar qué es lo
que estaba tocando, como ocurrió una vez en un programa de televisión; en otra
ocasión, durante un concierto, repitió el mismo acorde una y otra vez durante minutos
y minutos. Murió con apenas 60 años,
mientras sus compañeros siguen sacando discos.
Otros
nombres relevantes vivieron con la razón totalmente confundida. Adam Ant,
pintoresco representante de la época neorromántica, siempre estuvo aquejado de trastorno
bipolar y depresión que le condujo a intentos de suicidio; una vez, en un bar,
se mofaron de su sombrero, así que destrozó el local, luego volvió y tiró un
alternador de un coche por la ventana y amenazó a los parroquianos con una
pistola de fogueo…, pasó una temporada en un psiquiátrico y achacó sus
desórdenes a las potentes drogas que entonces le administraron. El genial líder
de los Beach Boys, Brian Wilson, comenzó a mostrar desequilibrios casi a la vez
que empezó a consumir cocaína, anfetaminas y LSD a finales de los sesenta; escuchaba
voces, exigía que los músicos llevaran casco de bombero, construía cosas de
arena dentro de su casa…, luego empezó a no aparecer por el estudio de
grabación hasta que se encerró y se pasó tres años sin levantarse de la cama,
sin lavarse y asegurando que Phil Spector quería pegarle dos tiros (esto último
tal vez no fuera una locura…); se tiraba todo el día comiendo, metiéndose
drogas y durmiendo, con lo que consiguió un cuerpo de tonel; hasta que fue
diagnosticado como esquizofrénico e inició el tratamiento conveniente que le
permitió volver a su actividad profesional.
Entre
los casos de demencia certificada está el de Peter Green, fundador de Fleetwood
Mac. Deslumbrado por el LSD, intentó que el resto del grupo entregara sus
ganancias a la caridad, aseguran que dejó de tocar la guitarra en 1970 porque
había dejado de cortarse las uñas; fue ingresado varios años en el hospital
siquiátrico como esquizofrénico paranoide, donde lo sometieron a sesiones de
electroshock y un tratamiento con fármacos tan potentes que dormía unas 20
horas al día; en otro momento se retiró él solo a una casa para vivir como un
monje durante años, y en otra ocasión amenazó con un arma a su representante
cuando éste le entregaba un cheque, y le gritaba que no le trajera más. Trágica
es la historia de Jim Gordon, batería y coautor del inmortal ‘Layla’ de Eric
Clapton; también diagnosticado como esquizofrénico paranoide, durante una grabación
le dijo al guitarrista “párate, estás moviendo mis manos”, decía escuchar voces
que le prohibían comer más de un bocado en cada comida, apaleó a su esposa a
causa de unos espíritus y finalmente, en 1983, empujado por esas voces, apuñaló
y golpeó con un martillo a su madre hasta la muerte; su enfermedad mental lo
mantiene recluido (en 2004, durante una evaluación, afirmó que su madre seguía
viva y lo esperaba), los médicos aseguran que está seriamente incapacitado
mentalmente y que, de no tomarse la medicación, sería un peligro para los demás
y para sí mismo. Rocky Ericson, de los 13th Floor Elevator, en 1969 se declaró
majara para no ir a la cárcel cuando lo pillaron con unos porros, pero lo
metieron en un psiquiátrico para locos peligrosos y lo trataron con electroshocks
(¡qué manía!) y abundantes cantidades de medicamentos que, seguro, terminaron
de rematar la faena; a comienzos de los ochenta juró estar poseído por un
marciano, y veinte años después tenía la casa llena de televisores y radios
siempre encendidos, pues así conseguía tapar las voces que le hablaban…
Y
la lista sigue, pues hay que añadir a algunos suicidas que llegaron a ese
triste final a causa de la más terrible demencia (y de los que ya se ha dado
cuenta en este blog): el cantautor Phil Ochs padecía alucinaciones y se echó a
vivir en la calle sin aparente motivo (más allá de su fuerte alcoholismo); acogido
por su familia, se ahorcó a la primera oportunidad. Ian Curtis, de Joy
Division, sufría epilepsia, que se manifestaba incluso en el escenario; siquiátricos
y fármacos le provocaron anorexia nerviosa, dicen; se ahorcó. El increíble Screamin
Lord Sutch también tenía un largo
historial de maníaco depresivo; también se ahorcó.
Suele
asegurarse que el genio está muy cerca de la demencia; desgraciadamente no son
pocos los músicos de rock (y seguramente de los otros géneros) en los que el
trastorno se superpone al talento y a la vida misma.
CARLOS
DEL RIEGO
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