Como están en contra de tanto turismo, acosan y asustan a los visitantes, de momento sólo con bengalas y pinchando ruedas.. |
El partido de ultraizquierda
anticapitalista y catalanista CUP ha aplaudido los actos de violencia callejera
que han protagonizado algunos de sus simpatizantes o militantes en Barcelona;
es más, acusa a los gobiernos de “generar violencia con sus políticas
neoliberlaes” y, por tanto, de ser los verdaderos culpables de los pinchazos de
ruedas (y otros actos), además de, seguro, el susto que se habrán llevado los
turistas. Siguiendo el disparatado y amoral criterio, puede decirse que
cualquier ley, norma o prohibición puede ser tachada de generar violencia; por
ejemplo, si un individuo entra en el súper con el perro y se le explica que eso
está prohibido, podrá alegar que es esa regla la que genera violencia y, por
tanto, puede responder con una acción violenta, como tirar unas cuantas
estanterías.
Ese modo de enfrentar la realidad ha
convertido la violencia real y evidente en un acto achacable no a los
ejecutores, sino a quienes éstos echan la culpa de haber generado esa violencia
con sus normas y sus leyes. Es algo muy parecido a las opiniones que sobre la
represión en Venezuela se vierten desde partidos sitos en el extremo izquierdo.
Así, se acusa a la oposición al régimen de Maduro de ser la causante de los muertos
provocados por la policía del estado y de todas las violencias producidas en
las calles…; y ello a pesar de que los principales líderes opositores están
encarcelados, de que los estamentos judiciales y políticos son poco menos que
marionetas en manos del presidente o de que siguen cerrados o acosados los
medios de comunicación críticos. Mientras aquí, en España, hay quien da la
vuelta a la situación y acusa a los manifestantes muertos a tiros, y a los
maniatados partidos rivales, de la violencia ejercida por la fuerza pública; o
sea, su argumento es que echarse a la calle para protestar por el
desabastecimiento y la represión es la causa culpable de que los uniformados
tiren a ráfaga, los cuales quedan eximidos de culpa al igual que quienes
ordenan disparar. Claro que la mayor enormidad la ha soltado un tipo que ha
equiparado un preso indefenso y vigilado permanentemente (Leopolodo López) con
un general que tenía todo un ejército a su disposición (Pinochet). ¿Se creerán
de verdad estos disparates o se limitan a repetir las consignas y líneas
ideológicas del partido?
Sorprende comprobar cómo hay personas
que voltean y adaptan el significado de las palabras a su conveniencia
ideológica. Así, se dijo que la carrera París-Dakar era idéntica en violencia a
los atentados islamistas, y que los atentados yihadistas en Europa son culpa de
los europeos y los terroristas unas pobres víctimas; se sigue sosteniendo que
las exigencias de justicia de víctimas del terrorismo son generadoras de violencia,
y que el concejal de veintitantos años ejecutado por la banda terrorista era un
fascista por pensar como pensaba mientras que quien le reventó la cabeza era un
ejemplar luchador por la libertad; existen ciudadanos que afirman que los
criminales son producto de esta alienante sociedad y que, por tanto, esta
sociedad es la culpable de los actos de los criminales, los cuales son sus
víctimas; y también hay individuos que gritan que la riqueza es violencia, que
el capitalismo es violencia, que la autoridad es violencia…, de modo que matar
ricos o banqueros o políticos está legitimado como respuesta a la existencia de
éstos, que son los verdaderos
violentos Ha habido (hay) lugares y momentos en los que lo que `generaba
violencia’ era el rock & roll, en otros era la prensa, o el cine, o los
vídeo-juegos, o las procesiones…
Evidentemente, utilizando estos
procesos mentales, cualquiera puede sentirse autorizado para ejercer cualquier
tipo de violencia, pues siempre podrá encontrar alguien a quien señalar como el
auténtico generador de esa violencia y, por tanto, como culpable absoluto de la
misma. Sin embargo, las personas se definen por sus actos más que por sus
palabras.
Ni que decir tiene que otra opinión
tendrían los pincharruedas y asustaturistas, así como los represores
venezolanos, en caso de ser pagados con su misma moneda… Está clara la
perversión moral y mental que provocan las ideologías fanatizantes.
CARLOS DEL RIEGO
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