domingo, 22 de noviembre de 2015

HOLLY, COCHRAN, KIDD, PIONEROS DEL ROCK CAIDOS EN LAS PRIMERAS HORAS Fueron pioneros del rock & roll, la primera hornada. Pero para su desgracia, también fueron los que escribieron el primer capítulo de su historia negra: en esto fueron asimismo pioneros.

El cuerpo de Buddy Holly, a la izquierda, el de Big Bopper al fondo, y el de Ritchie Valens, en primer plano. El piloto seguía en la cabina.
Es curioso comprobar cómo atraen las historias de esos que, estando destinados al triunfo, son golpeados de modo inmisericorde, fatal, por la fortuna. Ahí, en el libro de esas historias de éxito y tragedia, entran los músicos de rock. Y es que la carretera, el viaje de un escenario a otro, se ha llevado la vida de cientos de nombres escogidos para los anales de este género, cosa que sucede desde sus primeros balbuceos, hace ya sesenta años. Algunos de los nombres que el imaginario rockabilly tiene casi en un altar dispusieron de muy poco tiempo, pero sí del suficiente para trascender gracias al talento que el destino no les permitió desarrollar. Aquellos primeros caídos por la causa merecen, en cualquier caso, que de vez en cuando se los recuerde.

Todo aficionado ha escuchado eso de ‘el día en que murió la música’, dicho que hace referencia a aquel trágico accidente de avión que, en febrero de 1959, dejó el rock & roll huérfano de nombres tan señalados como Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Bopper. Las incipientes estrellas que ese nuevo estilo acababa de crear sucumbieron mientras iban de un concierto a otro en una historia miles de veces contada: cientos de kilómetros por delante, autobús incómodo, resfriados…, un avión con sólo tres plazas y un fatídico sorteo…, y la catástrofe. Todos muertos.    


Buddy Holly fue algo más que un pionero del rock & roll; autor visionario, sus escasos años en activo fueron suficientes para dejar un legado verdaderamente genial. Sin dejar las esencias del estilo que acababa de nacer, sus composiciones gustaban también de las melodías brillantes y los estribillos simples y directos, como adelantando un subgénero que en poco tiempo triunfaría en todo el planeta: el pop. Su modo de hacer canciones caló profundamente en quienes unos pocos años después se iban a convertir en protagonistas eternos de la nueva música. Por eso, no cabe duda de que maravillas que suenan hoy tan frescas como en los últimos cincuenta del siglo pasado (‘That´l be the day’ o la deliciosa ‘Words of love you’ que de modo tan exquisito hicieron The Beatles, entre otras) resultaron decisivas en el posterior transcurrir de ese impetuoso nuevo ritmo. Buffy sólo tenía 22 años… A su compañero de infortunio Ritchie Valens la fatalidad sólo le permitió unos meses, un par de singles, cuatro canciones, ya que sólo tenía 17 cuando aquel avión…; a pesar de todo, su adaptación del corrido ‘La bamba’ a los cánones del rock jamás pasa, jamás provoca otra cosa que no sea alegría; y también hay que agradecerle la creación de un enorme clásico: ‘Come on, let´s go’. Al mismo tiempo, la Parca no permitió que Big Booper (al igual que el piloto) se librara; había empezado antes y aunque se había mostrado como un autor con clase, sólo uno de sus temas sobrevive en el pedestal de lo clásico, ‘Chantilly lace’.  

Eddie Cochran, otro personaje dotado de una creatividad desbordante, escribió al poco de la tragedia un tema en honor a esos tres, ‘Three stars’…, sin siquiera plantearse que idéntico futuro le deparaba el destino unos cuantos meses más tarde. Así es, un accidente de coche privó a todo el mundo de un talento musical con inimaginables posibilidades en abril de 1960, en Inglaterra. Eddie tenía verdadera obsesión por la música; se cuenta que sus padres hasta le tenían que esconder la guitarra, pues su gran ilusión desde niño fue ser músico profesional. El blues y el country eran los géneros en que más a gusto se encontraba, por lo que cuando irrumpe el rock & roll él estaba preparado. Tenía 21 años (quienes lo vieron testimonian que siempre fue un adolescente ilusionado) cuando el taxi chocó; él murió al día siguiente; sobrevivieron su novia, su manager y su colega Gene Vincent, quien se destruyó una pierna que ya tenía destrozada y que arrastró hasta el fin de sus días, diez años después (‘Sweet Gene Vincent’, cantó más tarde otro lisiado inolvidable, Ian Dury). Autor sobresaliente, Cochran creó piezas fundamentales como los eternos ‘Summertime blues’, ‘Something else’ o ‘C´mon everybody’, las cuales dieron un tremendo impulso al r & r, aportando nuevas estructuras y mostrando distintos caminos y posibilidades; incluso en el terreno del sonido y la técnica de grabación Eddie proporcionaba ideas brillantes y eficaces. Era un fantástico guitarrista, un precursor, un gran innovador cuyos gestos han sido imitados una y otra vez: ¡cuántos han copiado sus poderosos guitarrazos! Y también fue músico de sesión, arreglista y, en fin, un artista capaz de tocar cualquier cosa que sonara. Sería difícil citar grupos y autores del pop y el rock de las décadas posteriores que no estén fuertemente influenciados por Eddie Cochran. Dice la leyenda que un chaval, fascinado por el estadounidense, iba a ver el siguiente concierto de su gira inglesa, un chaval llamado George Harrison…, y también cuentan que McCartney convenció a Lennon cuando tocó una de Eddie Cochran.   

Johnny Kidd (inglés, a diferencia de los otros) tiene menos prensa, de hecho, sólo los fanáticos del rockabilly y del rock & roll más clásico saben de él, aunque, eso sí, lo tienen en un pedestal. Antes de los sesenta del siglo pasado ya había hecho un montón de canciones (con su grupo The Pirates), pues era otro gran compositor; a pesar de todo, su nombre está asociado al potente ‘Shakin’ all over’, tema revisado una y otra vez (hay decenas, tal vez centenas de versiones publicadas) desde que en 1960 se convirtió en número 1; y no deben olvidarse otras piezas memorables como el ‘Hungry for love’. Es el suyo un rock & roll distinto, muy vivo de ritmo a veces, otras más cortante, como a hachazos, y otras cadencioso, pero siempre creativo y siempre con un poso de rythm & blues. Sus maneras impregnaron a muchos que triunfarían en los sesenta (y los setenta, como Dr. Feelgood, que tomó su nombre de uno de sus títulos). Dejó sus huesos en una carretera en octubre de 1966; tenía 30 años, un gran bagaje, muy buen gusto y mucho que cantar.   

Vivieron poco, muy poco, apenas tuvieron tiempo de dejar pinceladas de su talento, sin embargo, sin ellos, sin su imprescindible aportación, esto del rock, esto tan multicolor y que tanta pasión levanta en todo el mundo, sería absolutamente distinto y, seguro, peor. De vez en cuando conviene recordar sus nombres y escuchar sus canciones. Se lo merecen.


CARLOS DEL RIEGO

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