Ya lo cantó Louis Armstrong hace mucho 'a pesar de todo, qué mundo tan maravilloso' |
No deja de tener su parte simbólica el hecho de que
los acéfalos que masacraron en París a más de cien personas (13-11-15), se
cebaran con los que asistían a un concierto de rock. No hay que olvidar que
primero hay que ser un perfecto imbécil para, posteriormente y con el paso del
tiempo, especializarse en cada una de las variedades existentes dentro del
campo de la estupidez, es decir, tras adquirir la condición de idiota, cada uno
de ellos escoge un carril dentro de la anchísima autopista de la estulticia:
uno elige el de maltratador, otro prefiere el de ladrón…, y los hay que optan
por aplicarse en una de las especialidades que exigen prescindir totalmente del
cerebro, la de asesino terrorista suicida. Por eso, no puede extrañar que los
parantropus que entraron a aquel concierto con ansias de vidas y sangre, lo
hacían henchidos de odio hacia esa manifestación cultural tan característica de
occidente que se llama rock & roll; así es, este tipo de música es, según
las dos neuronas de aquellos imbéciles envilecidos, una expresión de los
infieles y, por tanto, todo el que acuda a ver una de estas actuaciones, debe
ser ejecutado. Así debe ser, más o menos, el funcionamiento de la exigua mente
del sanguinario fanático.
Pues contra esa irracional e iracunda sed de mal,
¡rock & roll! Si esos tiparracos con cerebro de paramecio quieren muerte,
aquí van canciones que celebran la vida…, y el rock. Una de las más perdurables
y encendidas defensas de las maravillas de este mundo es la inmortal ‘What a
wonderful world’, escrita para la pedregosa voz de Louis Armstrong a finales de
los sesenta y que tantos han sentido como propia; entre las infinitas versiones
hay que mencionar la del entrañable Joey Ramone, quien la dotó de un tinte
rockero y ‘ramonil’ poco antes de morir. El tema viene a decir, más o menos,
que cada vez que uno echa un vistazo a todo lo que le rodea no puede dejar de
pensar que, a pesar de todo, “qué mundo tan maravilloso”. Sí, lo es a pesar de
los memos feroces y crudelísimos que no pueden soportar que otros vivan y vivan
el rock.
Del estante del rock ligero estadounidense puede
extraerse el gran éxito de Bon Jovi ‘It´s my life’. Con toques y recursos
típicos del grupo y con esa combinación de elementos rock y melodía pop, el
tema proclama a voz en grito: “Es mi vida, es ahora o nunca, no voy a vivir
para siempre, sólo quiero vivir mientras siga vivo”…, palabras que bien podían
haber suscrito los ciento veintitantos de París, los que estaban en plena
ceremonia del rock o los que simplemente pasaban por allí. Sin embargo, hay que
tener en cuenta que los brutos jamás entenderán mensaje alguno: no es el
lenguaje algo a su alcance.
Entre las muchas canciones con las que The Beatles
celebraban la vitalidad, la existencia, la inteligencia, bien puede sobresalir
ese monumento titulado ‘In my life’, una de las máximas expresiones surgidas
del ingenio de la música del siglo XX. Con el texto de John y la música de Paul,
la pieza emociona en todo momento, pero especialmente cuando, como en el
presente, alguien ha sido privado de su vida; fascinan su ritmo sincopado, sus
coros y armonías, la voz solista, la limpísima guitarra, la sencilla y preciosa
melodía, el sólo de piano barroco y hechizante… “Algunos (amigos) han muerto y
otros viven. En mi vida los he amado a todos (…) sé que a menudo pensaré en
ellos”, dicen esos versos que John escribió hace medio siglo y que no pueden
tener más actualidad. Sin duda, todos los que fueron violentamente empujados
hacia su fin en aquella disco son ya esos ‘amigos’ a los que todos aman y
recordarán para siempre.
Y para frustrar a todos los que creen que matando
vivirán eternamente, para esos ausentes de pensamiento, para quienes poseen
menos entendimiento (mucho menos) que una bacteria, y tanta humanidad como una
garrapata, ahí está la reconfortante recomendación de Neil Young ‘Keep on
rockin´ in the free world’. La pieza (en su visión eléctrica) posee ese
demoledor sonido distorsionado que proporciona la energética Gibson del
canadiense, así como el ritmo entre ágil y perezoso (sí, él consigue tal
paradoja) que tan bien casa con su voz aguda y, a veces, suplicante. El texto,
evidentemente, denuncia desigualdades, pobreza, agresiones al medio ambiente,
consumismo..., y sin embargo, también revela “Tenemos un hombre que dice
mantened la esperanza viva” y finalmente grita explícitamente “Sigue moviéndote
en un mundo libre” (también podría decirse “sigue rockanrroleando”). Critica la
política de ciertos políticos, sin duda, pero también viene a ser una auténtica
celebración de la democracia… Algo que los matones jamás podrán entender y, por
tanto, jamás aceptarán.
Sí, contra todos esos que venden su humanidad, su
ser, por un plato de ideas (sean las que sean) ¡Rock & roll’. Por ello, cae
muy oportuno aquel pensamiento del francés Víctor Hugo (muerto en París, como
esos desdichados ciento veintitantos), quien afirmó: “La música es eso que no se
puede poner en palabras pero tampoco puede permanecer en silencio”.
CARLOS DEL RIEGO
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