La vieja Europa promete más que ningún otro continente a los emigrantes |
Las guerras y los estados dictatoriales, la
inseguridad y ausencia de futuro, el hambre y la miseria son las principales
causas de que la gente abandone su casa y huya hacia donde están aseguradas la
paz y la democracia, la justicia y las oportunidades, el pan y la posibilidad
de alcanzar la felicidad. Y todo esto se puede encontrar en la vieja Europa;
cierto que otros lugares como USA, Canadá o Australia también prometen ese
mínimo bienestar que se busca aun a riesgo de la vida, pero se trata de
territorios que se pueden ver como extensiones del viejo continente, ya que en
ellos imperan idénticas organización y estructuras; no se puede olvidar que
Japón estaría en parecidas condiciones, pero su política migratoria es muy
restrictiva: apenas el 1,5% de su población procede del extranjero, o sea, es
casi imposible ir y quedarse.
Europa Occidental es la tierra prometida de las
últimas décadas a pesar de que su tradición y cultura choca con la de la gran
mayoría de los pobres infelices que se ven obligados a desarraigarse. Es decir,
¿por qué los musulmanes que escapan de zonas de conflicto no se dirigen a
países de su entorno como Arabia Saudí, Emiratos Árabes o Kuwait, cercanos en
costumbres y creencias, más o menos estables y con ingentes recursos y riqueza?
¿Por qué desde el África Negra se juegan la vida por desiertos, mares, barreras
y países hostiles para llegar a lo que ellos creen (erróneamente) el Paraíso?
En definitiva, ¿por qué la Unión Europea es el lugar de destino de tantos?
Es innegable que ello es así a pesar de que muchos
de los que llegan buscando acogida desprecian la cultura y la tradición
europeas, tanto como para exigir que se respeten sus costumbres incluso cuando
chocan con las de los ‘de casa’; no caen en la cuenta de que si se llegase a
implantar aquí su estilo de vida tendrían que volver a pensar en salir por
pies, y entonces ¿a dónde irían? Sorprende comprobar, en ese sentido, que no
son pocos los europeos que también reniegan de la tradición judeocristiana y la
cultura grecorromana que imperan en el Viejo Continente. Sin embargo, ¿hay
algún país o territorio en el mundo que ofrezca más garantías a la persona?, es
obvio que no, que no existe civilización tan avanzada en la aplicación de los
derechos que todo humano tiene. Y no será necesario revisar el mapa para
enumerar de memoria las calamidades que asolan a la gente en, sobre todo,
Oriente Medio y África.
Grecia y Roma (su filosofía, arte, derecho…), junto
al Judaísmo y el Cristianismo (con sus valores y creencias, moralidad y ética,
incluso con sus defectos) son raíces y causas de que el espacio europeo sea el
lugar más prometedor para vivir; y aunque diste mucho de la perfección
(muchísimo), quien discrepe ha de preguntarse ¿qué es mejor?, ¿qué otra cultura
(avanzada) permite estado de bienestar general?
Asimismo, la transición desde los viejos usos y
regímenes hasta el estado de derecho se hizo en Europa (y en Usa, que puede
considerarse como prolongación) y sus hitos son de conocimiento universal: la
Ilustración dio lugar a la Declaración de Derechos, que lleva a la Democracia
Representativa, la cual permitió la extensión y socialización de conceptos como
igualdad ante la ley, derechos sociales, libertad de expresión o respeto a la
discrepancia, todo lo cual ha permitido asombrosos avances tanto en el terreno
del pensamiento como en el de la ciencia y la tecnología. Esto en teoría, claro,
sobre el papel, en la ley, lo que no impide que el individuo actúe como tal, o
sea, correcta o indecentemente.
El problema radica en que en los espacios donde no
se hizo esa transición (sus poblaciones y sus gobiernos) no terminan de
asimilar o no quieren entender (por tradición, por envidia e incluso por soberbia)
que sólo el respeto a los Derechos Humanos permitirá una convivencia pacífica.
De modo contradictorio, las personas de origen cultural musulmán (en su
mayoría) persiguen la seguridad y el bienestar europeos, pero sin abandonar el
sentimiento de desprecio hacia las tradiciones y el ordenamiento de esa
sociedad que los ha cobijado, a la que califican de degenerada, perversa,
inmoral…, integrada por enemigos; no puede extrañar, por tanto, que se nieguen
a integrarse y que muchos (incluso de tercera generación) estén dispuestos a
matar. Igualmente, muchos europeos que se dicen progresistas abominan y echan
pestes de esta cultura y esta tradición… aprovechándose de que una y otra,
europeas de pura cepa, le permiten esas libertades.
Se pueden poner límites y obstáculos para desanimar
al viajero forzoso, pero el exiliado siempre encontrará más, mucho más, entre
el Cabo de San Vicente y el Cabo Norte, donde todo se basa en lo grecolatino y
lo judeocristiano. Y es que, en realidad, esto es la esencia de Europa.
CARLOS DEL RIEGO
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