El entrañable y enorme Johnny 'Guitar' Watson, excelente gutiarrista, gran cantante y compositor |
Además de los indomables Chuck Berry, Little
Richards o Fats Domino, que hicieron su aportación a la construcción del nuevo
estilo en los tiempos heroicos, hay otros nombres que merecen todas las glorias
y reconocimientos para situarse en los altares del rock. Entre estos destaca sobre
todos la inconfundible figura del inefable Jimi Hendrix, pero también es
preciso recordar la contribución (sobre todo estilística) que pusieron sobre la
mesa personajes algo menos conocidos, como Bo Diddley o Johnny ‘Guitar’ Watson.
Hay algunos más con argumentos ‘rockeros’ más que suficientes para al menos
figurar y ser recordados a pesar de que, por una u otra razón, nunca obtuvieron
la respuesta entre público y crítica que sin duda merecían; por ejemplo, es de
justicia mencionar a la poderosa banda de Atlanta Mother´s Finest (que sigue en
activo y una de cuyas canciones tiene el simbólico título de ‘Los negros no
pueden cantar rock & roll’) o al impresionante guitarrista Eddie Hazel. Otros
como Taj Mahal o Ray Charles pudieron acercarse al rock, aunque no fueron
músicos que se puedan adscribir a este género.
Pero, sin duda, cuando se combinan los términos rock
y negro emerge la inimitable personalidad de Jimi Hendrix. Dentro de unos días
(el 18-IX-15) se cumplirán 45 años de su muerte y volverá a un primer plano
internacional que, pensándolo bien, nunca ha abandonado. El nombre de este
guitarrista es todo un emblema, es más, al menos durante los setenta y ochenta
del siglo pasado, mucha gente sabía de Jimi Hendrix aunque no tuviera el menor
interés por el rock, y entre los iniciados se le veneraba aunque apenas se
hubiesen escuchado un par de canciones suyas. Afirman sus biógrafos que poseía
un espíritu cien por cien artístico, de manera que iba al estudio o al local de
ensayo con unas cuantas ideas y, una vez allí, dejaba volar su imaginación
sobre los trastes de su Fender, sin saber hacia dónde iba, sin tener claro un objetivo;
por eso las sesiones de grabación con Jimi Hendrix eran kilométricas,
larguísimas, agotadoras para todos menos para él, que siempre buscaba un nuevo
giro, una nueva idea, algo que aportase algún detalle innovador, diferente,
propio; lógicamente, la gran cantidad de material inédito aparecido tras su
muerte se debe a la abundancia de grabaciones que salieron de aquellas
interminables sesiones, en su momento desechadas. El talento del zurdo de
Seattle resulta abrumador; es inútil recordar canciones, actuaciones y discos,
puesto que sobre él se han escrito tomos y tomos; baste subrayar que cuando su
guitarra suena es imposible no engancharse, y no hay forma de confundirla con
la de otro…, tal es el mágico poder que ejerce sobre todos los que, junto a
plaquetas y glóbulos rojos, llevan rock en su sangre. Su Fender habla, canta,
gime, acaricia, inquieta, asusta, llora… En fin, diríase que Jimi Hendrix
estaba destinado a convertirse en leyenda…, como la que asegura que cuando Eric
Clapton era aclamado en Londres a mediados de los sesenta, Hendrix pidió a su
manager que arreglara una actuación con él; el negro subió al escenario y
empezó a mostrar su repertorio de recursos, trucos, técnicas, ingenio y
talento; Eric quedó anonadado…, simplemente bajó los brazos y dejó de tocar
mientras Jimi exhibía su virtuosismo; entonces alguien le dijo: “Oye Eric, tú
eres el mejor guitarrista, pero este tipo es una incontenible fuerza de la
naturaleza”; dicen que cuando el negro zurdo se fue (apenas hizo una canción),
Clapton, una vez en el camerino, estaba tan emocionado que era incapaz de
encender el cigarrillo. Quien no se crea lo que Hendrix era capaz de hacer y
desee comprobarlo debe acudir, por ejemplo, a la escalofriante ‘Hey Joe’, a
‘All along the…’, a ‘Wild thing’, a ‘Vodoo child’, a su himno de USA en
Woodstock. Y todo ello en apenas un lustro.
Vale, cierto, nadie puede situarse a su altura
cuando se habla de rock en negro. A pesar de ello, Bo Diddley posee méritos más
que sobrados para estrecharle la mano de guitarrista a guitarrista. Armado con
su inconfundible instrumento rectangular, su bigote y su sempiterno sombrero,
Bo puede ser identificado con su cadencia “chan-chachachán-chanchán” (el
entrañable ‘Bo Diddley beat’). Empapado del blues de los grandes personajes del
género, Ellas McDaniel fue de los primeros (tal vez el primero) que dio el paso
siguiente, reconvirtiendo el latido del blues en la pulsación trepidante del
rock & roll; de hecho, no pocas de sus canciones son, en el fondo, puro
blues, aunque desbordan los límites del estilo para lograr algo distinto, nuevo
en aquellos años cincuenta. Su valor artístico queda patente al comprobar en
qué medida influyó (influye) en generaciones y generaciones de músicos de rock,
tanto negros como, sobre todo, blancos; son numerosísimas las letras de
canciones de posteriores artistas que lo mencionan por una u otra razón, y
otras tantas las que rinden homenaje al ‘Bo diddley beat’. Se cantó a sí mismo (murió
en 2008) sin empacho ni afectación (en temas como ‘Hey Bo Diddley’, ‘Diddley
daddy’, ‘Bo´s guitar’), es autor de clásicos que han superado el tiempo, como
el ‘Road runner’ o la insuperable ‘Before you acuse me’ (cuyo elocuente primer
verso dice “Antes de acusarme mírate a ti mismo”) y su nombre es reverenciado
por todos aquellos que son capaces de entrar en ese “chan-chachachán-chanchán”.
Sí, el ritmo predomina en sus composiciones dejando casi en segundo plano la
propia melodía, que resulta esquemática, cruda, pero el resultado final es
mágico.
Menos conocido es Johnny ‘Guitar’ Watson, quien
además ofrece canciones rock impregnadas de soul-funk, pero rock a la postre.
Excelente compositor y virtuoso guitarrista, se trata de un artista que merece
mención tanto si se habla de blues como de funk, de soul o de rock, y aunque de
esto último tenga menos, el tipo debe tener su reconocimiento. Es más, no son
pocos los especialistas que lo sitúan casi a la misma altura que el mismísimo
Hendrix cuando de tañer la Stratocaster se trata; incluso colegas como el
revoltoso Frank Zappa (con el que grabó más de un disco) lo señalan como
principal influencia. Nítida, desnuda de efectos, precisa hasta lo increíble…,
así suena su guitarra; y en cuanto a su voz, modulada, profunda, sólida…
preciosa. Imprescindibles son
sus ‘I need it’ o ‘Real mother for ya’.
Los tres se influyeron mutuamente, y aunque ninguno
está ya físicamente en este mundo, desde luego no han desaparecido. De hecho,
los tres están muy presentes en el universo de la música rock. Emocionan. Y así
será siempre.
CARLOS DEL RIEGO
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