El espía Snowden está siendo perseguido por haber delatado a la agencia de espionaje para la que él espiaba, que será la mayor pero no la única |
Es uno de los temas del momento a escala global:
todo el mundo que lee, ve o escucha información sabe quién es Edward Snowden, a
qué se dedicaba y para quién trabajaba, por qué y por quién está ahora
perseguido e incluso dónde está actualmente. Es uno de los personajes del año
que, de momento, se mantiene en primera línea del escenario, como no hace mucho
ocupaban ese espacio Manning, Assange o, con menor alcance, Falciani.
La nación dominante sigue siendo, de momento,
Estados Unidos, de modo que en buena lógica ha de ser la que más haga por
espiar a los demás. Sin embargo eso no quiere decir que sea el único gobierno
que vigile, husmee y cotillee todo lo que pueda. Es más, puesto que todos los
gobiernos de los estados con cierto peso en el panorama internacional cuentan
con servicios de inteligencia, y puesto que este servicio se basa en fisgar, es
fácil deducir que todos los que pueden espían, y los que no pueden (que deben
ser pocos) desearían poder hacerlo. ¿Alguien piensa que si un gobierno tiene a
su alcance la escucha de conversaciones del gobierno vecino o del partido rival
dejará pasar la ocasión?
Estados Unidos almacena diariamente miles de
millones de conversaciones, o sea, está en disposición de entrometerse en miles
de millones de relaciones, mientras que sus rivales o sus aliados seguro que
sólo pueden controlar unos cuantos de cientos de miles…, pero con toda
seguridad estarían encantados de escudriñar tantos mensajes, e-mails, teléfonos
o coloquios como hacen las agencias del tío Obama.
En fin, todo estado, todo gobierno espía lo que
puede y, con total seguridad, siempre es menos de lo que quiere. El asunto en
el caso Snowden (y los otros mencionados más arriba) es si el espía es también
traidor; o sea, un agente al que se encarga ir al territorio X e informar de lo
que allí vea es un espía (aunque fácilmente acabará en agente doble), pero un
trabajador en quien sus jefes depositan confianza y, por la causa que sea,
decide traicionarla es un traidor aunque sus intenciones sean buenas. Y esto no
depende de lo perverso que sea el burlado, pues hasta un dictador puede ser
traicionado. De este modo, el informático más famoso del planeta en julio de
2013 es un espía que traicionó la confianza de los que lo contrataron, y ello a
pesar de que la traición sirviera para desvelar una monstruosa trama de
espionaje que observa a millones de personas e instituciones. En otras palabras,
Snowden trabajó como informador para la mayor organización de vigilancia jamás
montada y, en un momento determinado, tomó la decisión de chivarse de sus
actividades y delatar a sus jefes, es decir, cambió de bando, tal y como suelen
hacer los espías que, irremediablemente, terminan por convertirse en agentes
dobles.
La Historia está atiborrada de historias de espías, ya
sean de gran alcance o afecten sólo a la tienda de la competencia, pues tanto
gobernantes como ciudadanos rasos siempre han estado interesados en saber qué
es lo que piensa el posible enemigo e incluso el amigo o aliado, pues así
estarán en posición de ventaja de cara al futuro. Y si se está en situación
bélica la importancia del espía (convertido entonces en agente) se multiplica,
lo que provoca la proliferación de fisgones que, muchas veces, se convierten en
traidores al ser descubiertos; no debe olvidarse lo que dijo un alto dignatario
de una potencia europea hace siglos: “no se puede ganar una guerra sin
traidores, pero qué asco dan”. Hoy, aunque no exista una guerra en el sentido
clásico, sí que se producen enfrentamientos suficientemente importantes como
para recurrir al espía y/o al traidor, cuyos chivatazos otorgan ventaja. Pero
que nadie peque de ingenuidad, todos espían todo lo que pueden, incluyendo los
países, personas y organismos espiados por las agencias de espionaje
estadounidenses.
CARLOS DEL RIEGO
Me ha gustado eso de "no se puede ganar una guerra sin traidores....., pero que asco dan."
ResponderEliminarDicho lo cual yo le pediría a tito Obama que devolviera el preventivo Nobel de la Paz que le dieron,porque me temo que no ha hecho méritos para justificarlo
Por supuesto, Obama prometió acabar con la vergüenza de Guantánamo y ahí sigue, por no hablar de las tropas que dijo iba a retirar... Saludos
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