Nuevamente un presidente de alguna de
las repúblicas hispanoamericanas vuelve a tratar de desviar la atención, a
intentar crear una cortina de humo que oscurezca los verdaderos problemas de su
país, a procurar la manipulación del pueblo con el señalamiento de un culpable.
Y siempre recurren al asunto de la conquista de América. Y ello a pesar de que
los datos, las evidencias y la propia Historia cuentan justamente lo contrario
que esos gobernantes
El Presidente de México y su sucesora
tienen el país patas arriba. Hay un problema de violencia aterrador, con unos
30.000 asesinatos al año (estudiantes, mujeres, políticos, periodistas…);
corrupción generalizada, narcotráfico a escala industrial, enorme pobreza,
abismales desigualdades, presos políticos, miles de desaparecidos…, por no
hablar de lo olvidados y arrinconados que tienen a los indios, que no paran de
exigir que se los atienda hoy en lugar de mirar tanto a los del pasado. Sin
embargo, esos presidentes vuelven una y otra vez a lo que sucedió hace medio
milenio, o sea, lo que tienen ante sí les preocupa mucho menos que lo que pasó
hace siglos.
El caso es que, por mucho que digan
los iletrados, los esclavos de la ideología, los malintencionados y los
enemigos de la verdad basada en crónicas, documentos, hechos o números, lo
cierto es que la acción de España en América fue, a pesar de todos los excesos
que también son históricos, la mejor de todas las llevadas a cabo por las
potencias coloniales. Todo esto es realidad irrefutable:
México no existía en 1520 (tardaría
tres siglos). Allí había un pueblo dominante (aztecas) que oprimía,
sacrificaba, esclavizaba y se comía a los de los pueblos vecinos. Lógicamente,
todos estos pueblos se aliaron con los recién llegados (se hubieran aliado con
cualquiera), de manera que el ejército de Cortés que tomó Tenochtitlán estaba
integrado por un 99.5% de indios y un 0.5 de españoles. Fueron los indios los
que conquistaron.
Las leyes promulgadas por la corona
española siempre fueron en beneficio del indio. Así las Leyes de Burgos,
promulgadas por Fernando el Católico en 1512, seguramente siguiendo lo
dispuesto por Isabel en su testamento, en el que insistía en el buen trato que
había que procurar a los indios; y las Leyes de Indias o Nuevas Leyes que firmó
Carlos I en 1542 “hechas para (…) el buen tratamiento y conservación de los
indios”. Es decir, la ley prohibía maltratar, engañar o robar a los nativos; el
problema es que el centro de poder estaba muy lejos del lugar de los hechos, de
manera que quien violaba la ley estaba protegido por muchos miles de
kilómetros.
De esto puede deducirse que quienes
cometieron las violencias y los excesos fueron delincuentes que se pasaban la
ley por ahí (tal y como sucede hoy), y por eso muchos de ellos se enfrentaron a
‘juicios de residencia’. Por tanto, puede decirse que nada hay que achacar al
gobierno de España y no se le puede exigir compensación o excusas. Además, los
conquistadores actuaron por su cuenta, sin fondos públicos, es decir, la
conquista fue iniciativa privada.
Cuando se fueron los españoles de
América (primera mitad del siglo XIX) casi tres cuartas partes de la población
(en algunos casos más) eran indios, y actualmente hay más que cuando llegó
Colón. La catástrofe demográfica sufrida en América se debió a las
enfermedades, causantes del 90% o más de las muertes. Hay que tener en cuenta
que, tarde o temprano, barcos europeos o asiáticos habrían llegado a América y
llevado consigo las enfermedades. Tarde o temprano el tifus, viruela, gripe,
sarampión… habrían llegado a América, lo que significa que antes o después los
indios tendrían que pasar por la plaga y los muertos hasta conseguir la inmunización.
Un proceso exactamente igual al que pasaron los habitantes del resto del
planeta siglos antes. España, por tanto, no causó aquellas mortandades.
Acusan a los españoles de haber robado
riquezas incontables, sobre todo oro. El dato irrefutable es que España extrajo
de América no mucho más de 200 toneladas de oro en 300 años; más o menos la cantidad
que ha sacado el Presidente de Venezuela del entorno del río Orinoco en 10
años. España utilizó más de la mitad del oro en construir más de mil hospitales
(para indios, mestizos y blancos, se especificaba en los estatutos
fundacionales), unas 40 universidades, cientos de escuelas de primeras letras y
colegios de segunda enseñanza, vías de comunicación, infraestructuras (el
primer sistema de alcantarillado del Imperio Español se construyó en América), catedrales,
ciudades…; nunca se ha sabido a dónde se ha ido el oro extraído por el dueño de
Venezuela, aunque se tiene ligera idea.
Los misioneros españoles fueron los
primeros en aprender los idiomas nativos, del nahua al quechua, e incluso
escribieron diccionarios bilingües y obras en las que se recogían tradiciones,
costumbres y mitología local. Gracias a ellos se conserva todo aquello. También
llegaron, procedentes de España, la escritura, la rueda y los metales,
toneladas de herramientas, ganado y semillas, arquitectos, maestros de obra,
profesores, maestros y libros (se sabe que a final del siglo XVI llegó una
partida de 40.000 libros). La primera imprenta de las Américas se instaló en la
ciudad de México en 1539.
Lo que sí impusieron por la fuerza los
españoles fue la prohibición de los sacrificios humanos y el canibalismo, y a
cambio llevaron la filosofía, Grecia y Roma, una moralidad en la que el
individuo está asistido por derechos, una lengua universal que une a todos y
que es comprendida en todo el mundo, una organización y administración
territorial, social, jurídica…
Es evidente que América debe mucho a
España. La Historia y los hechos así lo demuestran. No hay, por tanto, razones
para acusar.
CARLOS DEL RIEGO
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