OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 2 de octubre de 2024

LAS REALIDAD Y LOS HECHOS DE ESPAÑA EN AMÉRICA CONTRADICEN LAS MENTIRAS DEL PRESIDENTE DE MÉXICO

  

La primera imprenta de América la llevaron los españoles a México en 1539 

Nuevamente un presidente de alguna de las repúblicas hispanoamericanas vuelve a tratar de desviar la atención, a intentar crear una cortina de humo que oscurezca los verdaderos problemas de su país, a procurar la manipulación del pueblo con el señalamiento de un culpable. Y siempre recurren al asunto de la conquista de América. Y ello a pesar de que los datos, las evidencias y la propia Historia cuentan justamente lo contrario que esos gobernantes

 

El Presidente de México y su sucesora tienen el país patas arriba. Hay un problema de violencia aterrador, con unos 30.000 asesinatos al año (estudiantes, mujeres, políticos, periodistas…); corrupción generalizada, narcotráfico a escala industrial, enorme pobreza, abismales desigualdades, presos políticos, miles de desaparecidos…, por no hablar de lo olvidados y arrinconados que tienen a los indios, que no paran de exigir que se los atienda hoy en lugar de mirar tanto a los del pasado. Sin embargo, esos presidentes vuelven una y otra vez a lo que sucedió hace medio milenio, o sea, lo que tienen ante sí les preocupa mucho menos que lo que pasó hace siglos.

 

El caso es que, por mucho que digan los iletrados, los esclavos de la ideología, los malintencionados y los enemigos de la verdad basada en crónicas, documentos, hechos o números, lo cierto es que la acción de España en América fue, a pesar de todos los excesos que también son históricos, la mejor de todas las llevadas a cabo por las potencias coloniales. Todo esto es realidad irrefutable:

 

México no existía en 1520 (tardaría tres siglos). Allí había un pueblo dominante (aztecas) que oprimía, sacrificaba, esclavizaba y se comía a los de los pueblos vecinos. Lógicamente, todos estos pueblos se aliaron con los recién llegados (se hubieran aliado con cualquiera), de manera que el ejército de Cortés que tomó Tenochtitlán estaba integrado por un 99.5% de indios y un 0.5 de españoles. Fueron los indios los que conquistaron.

 

Las leyes promulgadas por la corona española siempre fueron en beneficio del indio. Así las Leyes de Burgos, promulgadas por Fernando el Católico en 1512, seguramente siguiendo lo dispuesto por Isabel en su testamento, en el que insistía en el buen trato que había que procurar a los indios; y las Leyes de Indias o Nuevas Leyes que firmó Carlos I en 1542 “hechas para (…) el buen tratamiento y conservación de los indios”. Es decir, la ley prohibía maltratar, engañar o robar a los nativos; el problema es que el centro de poder estaba muy lejos del lugar de los hechos, de manera que quien violaba la ley estaba protegido por muchos miles de kilómetros.

 

De esto puede deducirse que quienes cometieron las violencias y los excesos fueron delincuentes que se pasaban la ley por ahí (tal y como sucede hoy), y por eso muchos de ellos se enfrentaron a ‘juicios de residencia’. Por tanto, puede decirse que nada hay que achacar al gobierno de España y no se le puede exigir compensación o excusas. Además, los conquistadores actuaron por su cuenta, sin fondos públicos, es decir, la conquista fue iniciativa privada. 

 

Cuando se fueron los españoles de América (primera mitad del siglo XIX) casi tres cuartas partes de la población (en algunos casos más) eran indios, y actualmente hay más que cuando llegó Colón. La catástrofe demográfica sufrida en América se debió a las enfermedades, causantes del 90% o más de las muertes. Hay que tener en cuenta que, tarde o temprano, barcos europeos o asiáticos habrían llegado a América y llevado consigo las enfermedades. Tarde o temprano el tifus, viruela, gripe, sarampión… habrían llegado a América, lo que significa que antes o después los indios tendrían que pasar por la plaga y los muertos hasta conseguir la inmunización. Un proceso exactamente igual al que pasaron los habitantes del resto del planeta siglos antes. España, por tanto, no causó aquellas mortandades.

 

Acusan a los españoles de haber robado riquezas incontables, sobre todo oro. El dato irrefutable es que España extrajo de América no mucho más de 200 toneladas de oro en 300 años; más o menos la cantidad que ha sacado el Presidente de Venezuela del entorno del río Orinoco en 10 años. España utilizó más de la mitad del oro en construir más de mil hospitales (para indios, mestizos y blancos, se especificaba en los estatutos fundacionales), unas 40 universidades, cientos de escuelas de primeras letras y colegios de segunda enseñanza, vías de comunicación, infraestructuras (el primer sistema de alcantarillado del Imperio Español se construyó en América), catedrales, ciudades…; nunca se ha sabido a dónde se ha ido el oro extraído por el dueño de Venezuela, aunque se tiene ligera idea.

 

Los misioneros españoles fueron los primeros en aprender los idiomas nativos, del nahua al quechua, e incluso escribieron diccionarios bilingües y obras en las que se recogían tradiciones, costumbres y mitología local. Gracias a ellos se conserva todo aquello. También llegaron, procedentes de España, la escritura, la rueda y los metales, toneladas de herramientas, ganado y semillas, arquitectos, maestros de obra, profesores, maestros y libros (se sabe que a final del siglo XVI llegó una partida de 40.000 libros). La primera imprenta de las Américas se instaló en la ciudad de México en 1539.    

 

Lo que sí impusieron por la fuerza los españoles fue la prohibición de los sacrificios humanos y el canibalismo, y a cambio llevaron la filosofía, Grecia y Roma, una moralidad en la que el individuo está asistido por derechos, una lengua universal que une a todos y que es comprendida en todo el mundo, una organización y administración territorial, social, jurídica…

 

Es evidente que América debe mucho a España. La Historia y los hechos así lo demuestran. No hay, por tanto, razones para acusar.       

 

CARLOS DEL RIEGO

 

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