jueves, 9 de enero de 2020

LA VENTA DE LA SUPERCOPA DE ESPAÑA Y DE OTROS EVENTOS DEPORTIVOS A PAÍSES TOTALITARIOS

Unos mil hinchas españoles han ido a Arabia, la mayoría familiares del los jugadores, un país donde no hay libertades pero sí mucho dinero


La venta de la Supercopa de fútbol de España a Arabia Saudí ha sido, como todas las ventas, por dinero. Los que hayan ingresado la pasta tratarán de buscar razones de un tipo o de otro, e intentarán convencer al personal de que lo que han llevado a cabo es una acción humanitaria que nada tiene que ver con una compraventa. Sin embargo, la realidad resulta tan evidente que sólo los que tengan intereses en la operación negarán el verdadero por qué del asunto
En los últimos años se están cerrando importantes operaciones de compraventa de acontecimientos deportivos a países sin tradición y sin libertades. Así, competiciones de rango nacional o internacional son entregadas a estados en los que no sólo no existe la menor tradición deportiva, sino que están gobernados por regímenes dictatoriales cuyos mandamases padecen una alergia visceral a los Derechos Humanos. La más reciente de estas operaciones de compraventa (enero-2020) ha sido la cerrada entre la dirección futbolística española como vendedor y el estado de Arabia Saudí como comprador. Los vendedores (que habrán ingresado gran pastón en A y otro tanto en B) alegan que llevando grandes eventos deportivos a este tipo de países se ayuda a su democratización. Sin embargo, sólo un ingenuo o un interesado pueden pensar que estos regímenes abrazarán el sistema de libertades por el simple hecho de acoger grandes competiciones; es decir, hay que ser muy simple o tener la vista en el beneficio para creerse que algo cambiará tras una supercopa o cualquier campeonato en estas naciones de corte absolutista, dictatorial, fascistoide, en las que las mujeres son tratadas como animales sin cerebro, y donde se ejecutan (colgados de una grúa, lapidados, decapitados) a gentes tan ‘peligrosas’ como los homosexuales, las mujeres adúlteras, los ‘enemigos’ de Alá, los blasfemos, los que se atreven a cuestionar al gobierno...
No cambió el sistema ni se mejoró la vida de los perseguidos en Alemania tras los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, del mismo modo que todo siguió igual tras los Juegos de Moscú 1980 o Pekín 2008. Italia llevó su supercopa a Arabia Saudí el pasado 2019, y también la jugó en Usa, China y Libia en años anteriores, y nada cambió en ninguno de estos territorios. Como tampoco hubo cambios en Catar después del Mundial de Atletismo 2019. La celebración de grandes acontecimientos deportivos siempre ha sido utilizada por los gobiernos como operación de propaganda, pero en los casos de países totalitarios, además, se convierte en operación de blanqueo, de ensalzamiento del sistema, de justificación de la dictadura y sus métodos.
En definitiva, los únicos que ganaron y mejoraron tras la entrega de deporte de élite a países contrarios a la libertad y la democracia fueron los gestores, los que ejercieron de vendedores, en ningún caso los ciudadanos de esos países. Y los compradores, claro, que obtuvieron su ansiado lavado de imagen.
Y esa tendencia de vender a buen precio alta competición a cambio de una operación de blanqueo del régimen comprador continuará; el próximo Mundial de Fútbol será Catar 2022, obligándose (por pasta) a parar las competiciones internacionales de los países participantes, ya que se tiene que jugar en invierno. Todo por la pasta. Y por la cara.
En fin, por más que insistan los vendedores de que se trata de una operación humanitaria y con objetivos benéficos, una venta es una venta, sea de un bien, un servicio o, como en este caso, la Supercopa de España. Es como si un agente de ventas despacha un coche eléctrico y dice que lo hace para combatir la contaminación.
CARLOS DEL RIEGO

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