Rafael del Riego fue llevado al patíbulo arrastrado por un burro entre los insultos y vejaciones de los que tres años antes lo aclamaron |
Poco se ha tratado el
segundo centenario del levantamiento del general Rafael del Riego en Cabezas de
San Juan, Sevilla, el 1 de enero de 1820. El XIX fue en España un siglo saturado
de pronunciamientos, motines y revoluciones (casi todas fracasadas
estrepitosamente), siendo la protagonizada por dicho militar asturiano una de
las más conocidas y con mejor prensa. Sea como sea, esta revolución fue una
chapuza encabezada por un hombre de escasa valía
El reinado de
Fernando VII fue absoluto, terrible, tiránico, sangriento…, por lo que una
acción contra él estaba más que justificada. Era una situación ideal para las
sociedades masónicas, que se pasaban los días conspirando (“ser masón es conspirar”
se lee en ‘La segunda casaca’, de Galdós), sobre todo algunos jefes militares.
El asturiano Rafael del Riego se sintió el elegido, y el primer día de 1820
arengó a sus tropas para marchar contra ‘El rey felón’ y proclamar la
Constitución de 1812. Pero aquel pronunciamiento fue de chiste, y si finalmente
y momentáneamente logró su propósito, fue porque el rey y su camarilla se
quedaron pasmados, inertes, incapaces de mover un dedo.
Según Jaume Vicens
Vives, “La revolución de 1820 fue un triunfo, en primer lugar, de las
apetencias personales de algunos jefes militares; luego, de las sociedades
secretas que los apoyaban; también del oro americano, hecho circular
oportunamente por emisarios argentinos para disgregar la fuerza del cuerpo de
ejército expedicionario”. Una descripción muy acertada.
Aquellas tropas que
mandaba del Riego estaban destinadas a sofocar intentonas y rebeliones de las
provincias de ultramar; de hecho hacía tiempo que deberían haber cruzado el
océano, pero había llegado noticia de epidemia de fiebre amarilla y permanecían
allí acantonadas, esperando órdenes para embarcar. El coronel del Riego,
henchido de sentimiento mesiánico y furor masónico, se apropió de ese cuerpo de
ejército para otros fines, con lo que alteró la Historia; en su obra ‘Masones
que cambiaron la Historia”, el autor madrileño Gustavo Vidal afirma con
rotundidad que “este levantamiento favoreció enormemente el avance de los
movimientos independentistas en Sudamérica”.
La revolución de 1820
fue un ridículo tras otro. Del Riego se pronunció y, sin tener idea clara de
qué hacer, vagó por Andalucía entre la indiferencia del pueblo, sin tomar
decisiones militares ni marchar sobre Madrid, lo único que hacía era esperar
que otros iniciaran acciones similares en otros puntos de España. Con el paso
de las semanas sus hombres fueron desertando, de modo que cuando efectivamente
otros militares lo imitaron se sublevaron ya había perdido unos dos tercios de
sus efectivos. Por su parte, el gobierno y el Rey también esperaban, no hacían
nada para organizar una fuerza y enfrentarse al rebelde. La situación era delirante:
los sediciosos permanecían parados esperando, indecisos, desorientados y
perdiendo fuerza; y la autoridad se mantenía igual de anonadada, igual de
vacilante, confusa y temerosa de que su ejército se pasara al enemigo. Digno de
una película de los Hermanos Marx.
En los cinco
Episodios Nacionales que van de ‘La segunda casaca’ a ‘El terror de 1824’,
Pérez Galdós explica todo con detalle, y su narración resulta imprescindible
para comprender cómo fue aquello (en realidad los cuarenta y tantos episodios
son una crónica atinada del XIX español). Así, de del Riego se dice: “De ese no
puede esperarse gran cosa (…). En lengua sí le ganan pocos. Es de los que más
hablan y de los que menos hacen”. Más adelante menciona a otros jefes
insurrectos: “Ni Quiroga, ni Riego, ni Arco Agüero, ni O´Daly valían todos
juntos para componer un mediano estratégico” (todos masones, incluyendo Demetrio
O´Daly, que fue Diputado de Puerto Rico en las Cortes que se constituyeron durante el llamado
‘Trienio liberal’, 1820-23).
A lo largo de esos
meses que pasan desde el levantamiento hasta que Fernando VII fingió aceptar la
Constitución a principios de marzo, los madrileños no sabían a qué carta
quedarse, ya que un día alababan entusiásticamente la rebelión y al día
siguiente apoyaban incondicionalmente al Rey, todo dependía de las noticias que
llegaran. A causa de que la incompetencia del gobierno y el Rey fue superior a
la de los insurrectos, la revolución triunfó…, momentáneamente. Cuando se
impuso la Constitución de Cádiz, la alegría de los madrileños se desbordó;
escribe Benito Pérez Galdós por boca del cínico Bragas de Pipaón: “… salí
gritando como todo el pueblo, como los discretos y los ignorantes, como los
ancianos y las mujeres, como las viejas y los chiquillos de escuela, ¡Viva la
Constitución! Era una fiesta nacional, un desbordamiento impetuoso de alegría,
¡la mayor parte no sabían por qué!”. Y en ‘Siete de julio’ explica cómo estaba
la cosa: “El Rey era absolutista, el Gobierno moderado, el Congreso
democrático; había nobles anarquistas y plebeyos serviles. El ejército era en
algunos liberal, en otros realista, y la Milicia abrazaba en su vasta
muchedumbre todas las clases sociales”.
Finalmente, Rafael
del Riego, absolutamente hundido moralmente, lloroso y suplicante, renegó de
todos sus actos e ideas; fue conducido al cadalso no en un carro, sino sobre
una especie de cesta de esparto arrastrada por el suelo por un burro, mientras
los mismos que tres años antes lo aclamaron ahora le insultaban y escupían. Su
ejecución fue patética.
El resultado de
aquella aventura tan desastrosa como bienintencionada fue absolutamente catastrófico
para España; por un lado, las rebeliones independentistas en los territorios
americanos (hechas por españoles y criollos) avanzaron definitivamente con gran
perjuicio para España; y por otro, excitó las ansias represoras de Fernando VII
cuando en 1823 recuperó todo el poder, con consecuencias mortales para los
españoles y el país en general. No puede saberse cuál hubiera sido el resto del
XIX sin la revolución de Rafael del Riego, pero difícilmente hubiera tenido
tanta calamidad, tanta crueldad.
CARLOS DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario