domingo, 26 de enero de 2020

HISTORIAS DE LOS MANAGERS DE LAS GRANDES BANDAS DE ROCK

El indeseable Kim Fowley, manager innovador y creador de las Runaways, fue también un violador de adolescentes


Figura imprescindible en el terreno del rock & roll es el manager. De hecho, ¡cuántas historias podrían contar todo tipo de artistas en torno a sus representantes! Su trabajo, casi siempre alejado de los focos, es determinante para el músico, de modo que puede hacer que alcance el éxito o que no pase de segunda división, puede ser honrado y profesional o un caradura que lo único que persigue es el beneficio personal
A veces los que se ocupan de la administración y, en general, de todo lo que no es la parte artística son simplemente hombres de negocios que velan por los intereses de sus clientes. Pero en este imprevisible universo del rock ha habitado todo tipo de gerentes, administradores y encargados de aconsejar y orientar la carrera de los artistas. Y al igual que ocurre en todas partes, el comportamiento de los managers puede llegar a ser enloquecido, disparatado, autodestructivo, delictivo. En todo caso, hay gestores de los que el consumidor de rock & roll no sabe nada y, sin embargo, tendrían mucho que contar.  
Un verdadero pez gordo en este gremio de administradores de bandas de rock fue Allen Klein, quien llevó las cuentas de los Beatles y los Rolling Stones (entre otros). Aunque alguno lo señala como un mago de las finanzas, la mayoría lo tiene por mentiroso, aprovechado y sinvergüenza. Aun en los sesenta del siglo pasado se hizo cargo de la carrera de los Stones, pero cuando murió Brian Epstein, en 1967, puso sus manos en los libros de cuentas de los Beatles, cuyo sello discográfico, Apple, estaba al borde de la bancarrota; Klein hizo que los números cuadraran. Sin embargo, en 1971 sus anteriores clientes, los Stones, le pusieron una bonita demanda, pues el tío (no se sabe muy bien cómo) se había hecho con derechos de canciones y se había apropiado de elevadas sumas de dinero que lo convirtieron en multimillonario. Por otro lado, tras sanear las finanzas de los Beatles (y llevarse una parte sustancial), logró hacerse con el 20% de los beneficios que se obtuvieran en los años siguientes; Paul siempre se negó a este acuerdo y desconfió de este manager-tiburón que, otra vez, fue llevado a juicio. Igualmente, también metió sus manos en el célebre ‘Concierto para Bangladesh’ (1971): sólo él supo cuánto se ingresó por los diversos conceptos, cuántas entradas se vendieron, cuánto llegó a los beneficiarios, cuánto se quedó en su bolsillo... En 1977 se las vio otra vez en los tribunales, y dos años después fue condenado por evasión de impuestos. Trabajó con Lennon y con Harrison, y ambos terminaron demandándolo. A finales de siglo volvió a presentarse ante el juez por sus manejos con The Verve  En fin, un manipulador codicioso que murió en 2009 sin acordarse de nada, pues padecía el mal de Alzheimer.
Kit Lambert y Chris Stamp, además de socios, fueron figuras determinantes en una banda tan señalada como The Who, empezando por el propio nombre del grupo, que fue idea de Lambert. Éste llevaba una vida tan excesiva como sus representados: bebía como un cosaco y se metía cualquier sustancia que se le pusiera delante (y era homosexual, algo perseguido en aquellos años). Antes de entrar en la industria del rock, en 1961, había intentado descender un río amazónico, el Iriri, pero la expedición abandonó al asesinar y comerse los indios a uno de los expedicionarios. Luego se metió en el cine y, en el 63, se puso a los mandos de la ‘empresa’ The Who junto a Stamp. El caso es que Lambert fue el que sugirió a Moon, Townsend y compañía que hicieran todo tipo de locuras en el escenario, saltar, romper, dejarse llevar y no cortarse a la hora de hacer cualquier disparate; esto ayudó notablemente a aumentar la fama de la banda. Con Lambert en la dirección comercial The Who se convirtieron en millonarios. Él se llevaba una buena parte, pero todo se le iba en drogas y alcohol, hasta convertirse en un heroinómano que necesitaba kilos de polvo. Murió a los 45 años a causa de una hemorragia cerebral originada por una pelea en un bar y una monstruosa borrachera, en 1981.
El otro que trabajó con The Who, Chris Stamp, también tenía tendencia a ‘colocarse’, lo cual no le quitaba capacidad de trabajo, por lo que, al final, su labor con la banda fue beneficiosa para todos. De hecho, gracias a él se ingresaban grandes cantidades…, pero dado su carácter también se multiplicaban los gastos, de modo que, en cierto momento, todo el mundo se vio endeudado. Además, a causa de sus adicciones, no dudaba en echar mano a la caja para pagar todo tipo de drogas y fiestas con mujeres, muchas mujeres (él probó antes que nadie eso de sexo, drogas y rock & roll); por si fuera poco, su otra afición eran los coches de lujo, los cuales, dadas las condiciones en que conducía, terminaban estrellados. Él mismo recordaba: “Fueron años de locura, chicas y coches destrozados”. Aun así, además de trabajar con The Who, tuvo tiempo de producir el ‘Purple haze’ de Jimi Hendrix, con el que logró otro gran éxito. Finalmente fue despedido por sisar en cantidad. En 1987 detuvo la locura, se desenganchó y se hizo asesor de yonquis en rehabilitación. Hizo las paces con Daltrey y Townsend y murió a los 70 años en 2012.
Otro tipo singular fue Kim Fowley. Dicen que, a pesar de sus delitos, era un tipo trabajador y creativo. Produjo a bandas como Kiss o Alice Cooper en los años setenta del siglo XX, aunque siempre será recordado por haber sido el creador del grupo femenino The Runaways; también se le atribuye la idea de que el público encendiera el mechero en pleno concierto: fue en un festival en Canadá, en 1969 y durante una actuación de John Lennon, cuando animó al público a prender cerillas o mecheros y mantenerlos en alto… Pero también tenía una malsana inclinación, una obsesión por las chicas muy jóvenes, apenas adolescentes. A mediados de esa década puso un anuncio pidiendo chicas de menos de 18 años para formar un grupo de rock, y así se creó el cuarteto femenino The Runaways. Una de sus integrantes, Jackie Fox, declaró en 2015, poco después de la muerte de Fowley a comienzos de ese año, que el manager la había violado en 1976, y además que lo presenciaron sus compañeras de banda Joan Jett y Cherrie Curry, que miraron sin hacer nada. Lógicamente, estas lo niegan, y aunque admiten que el tipo era un depredador sexual especializado en adolescentes, y que creían a su compañera cuando  acusó a Fowley de violación, proclaman que ellas jamás lo hubieran permitido en caso de estar presentes. Al año siguiente The Runaways, sin que mediara denuncia, prescindió de los servicios de Fowley. Pero hay más; durante una fiesta ofrecida por Alice Cooper en 1975, el productor conoció a una joven compositora llamada Kari Krome, que tenía 13 años y de la que se enamoró a pesar de casi triplicarle la edad; le ofreció contratarla para The Runaways y, en cuanto se le presentó la ocasión, la violó cuando ella contaba sólo 14 años. Y  Michael Steele (que militó en The Bangles), declaró en 2001 que Fowley la expulsó de las primeras The Runaways por rehusar sus pretensiones sexuales. A pesar de sus méritos, los delitos de Kim Fowley (que murió de cáncer de vejiga en 2015) son mucho peores que los de quienes ‘sólo’ roban.  
Poco conocido es Peter Grant, representante de Led Zeppelin. Este tipo se había buscado la vida como guardaespaldas, chapista o luchador. En la primera mitad de los sesenta comprendió que esto del rock era una industria en expansión, así que se metió en el engranaje; su primer cliente fue The Yardbirds, donde conoció a Jimmi Page, que había rehusado integrarse en la banda. Cuando éste formó Led Zep, Grant se convirtió en su manager. Al poco de ponerse el grupo en marcha, Grant les dijo que se negaran siempre a tocar en televisión por dos razones, una porque así el público estaría ansioso por verlos y llenaría todos sus conciertos, y otra porque su sonido no funcionaba en los receptores de televisión. En el festival de Knebworth en 1979 Grant casi se pelea con los promotores porque estos decían que sólo se habían vendido cien mil entradas y, por tanto, los beneficios de la banda serían inferiores a lo esperado; sin reparar en gastos, Grant contrató un helicóptero desde el que se tomaron fotos que luego las llevó a expertos, los cuales certificaron que, al menos, había el doble de espectadores. Gracias a Grant la banda se convirtió en una de las más exitosas financiera y artísticamente. Todo se vino abajo cuando murió John Bonham en 1980. Led Zep se disolvió y Grant se retiró. El resto de su vida lo pasó luchando contra su adicción a las drogas y su diabetes. Murió en 1995 a los 60 años. No dejó duda de su visión profesional.
El primer manager de los Rolling Stones fue Andrew Loog Oldham, que entonces tenía 19 años. A él deben Jagger y compañía su imagen de chicos malos, pues él fue quien los animó a fomentar esa postura como polo opuesto a los Beatles; además, expulsó al pianista Ian Stewart porque era demasiado mayor que el resto (aunque sólo tenía cinco años más que Jagger); y también hizo su aportación artística al sonido del grupo. Asimismo, consiguió para ellos un contrato mejor que el de Epstein para los de Liverpool. Pero para 1967 Andrew se había convertido también en chico malo, pues estaba más que enganchado a las drogas, de modo que dejó la banda (que cayó en manos del mencionado Allen Klein). Intentó volver al trabajo con otros grupos, pero la droga se lo impidió  Se mudó a Colombia, se casó y, en 1990, logró dejar sus adicciones. Lo contó todo en sus libros ‘Stoned’ y ‘2 Stoned’.
CARLOS DEL RIEGO

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