Korolev saluda a Gagarin, en presencia de un generalón soviético, instantes antes del lanzamiento que puso al primer Hombre en el espacio. |
Con motivo del aniversario del primer
viaje a la Luna se ha ofrecido sobre aquel acontecimiento profusa e incluso
novedosa información, especiales, reportajes…, y precisamente por ello parece
oportuno recordar también los éxitos conseguidos por la astronáutica soviética.
El cerebro de los proyectos espaciales soviéticos (el equivalente a von Brown)
fue Sergei Korolev, un genio poco conocido cuyos logros nunca han soportado el
peso de la sospecha
Gran parte de la población está
convencida de que el primer viaje a la Luna fue un montaje, una estafa de
proporciones cósmicas…, y ello a pesar de que se han dado todas las
explicaciones y de que, en fin, no hay científico, experto en el tema o incluso
aficionado al cosmos que ponga en duda aquel viaje (ni los otros cinco que
alunizaron). Sin embargo, nunca se han escuchado palabras de sospecha sobre el
primer ingenio humano en el espacio, el primer hombre y la primera mujer en
órbita terrestre o el primero que se paseó por el vacío espacial…, todos ellos
protagonizados por la ingeniería soviética, y todos ellos gracias al talento de
Sergei Korolev.
Uno de los mayores genios del siglo XX es
el ucraniano Sergei Korolev (o Koroliov), cuya breve trayectoria vital (59
años) es pródiga en éxitos profesionales y tecnológicos, pero también en
terribles desventuras personales. Nacido en Ucrania en 1907 (murió en1966), fue
un visionario y un genial pionero de la investigación espacial, pero tuvo la
desdicha de vivir en la terrible Unión Soviética de Stalin. Desde niño mostró
verdadera pasión por el vuelo. Apenas era adolescente cuando diseñó un
planeador que fue aceptado y construido. Desde entonces no hizo otra cosa que
estudiar, investigar y proyectar ingenios que permitieran al hombre liberarse
de la gravedad terrestre. Estudió y desarrolló motores y trabajó en la búsqueda
de los mejores combustibles. Dirigió casi todos los equipos que diseñaron,
proyectaron y ejecutaron extraordinarios proyectos en los inicios de la era de
la investigación y las naves espaciales; trabajador, detallista y meticuloso,
disciplinado y perfeccionista, Korolev era en 1938 un brillantísimo ingeniero
con muchos proyectos en su cabeza.
Pero entonces se produjo otra de las
aterradoras purgas de Stalin, que significaban la detención y deportación (o
ejecución) inmediata del apresado, sin acusación ni juicio, de forma que con
una confesión arrancada a palos se enviaba al desgraciado a cualquiera de los
gulag de Siberia. Tal cosa le pasó a Korolev; al parecer fue uno de sus
colaboradores, el especialista en motores Valentín Glushko, quien lo delató.
¿Lo traicionó por envidias y celos?, lo más probable es que, tras un par de
horas en manos del NKVD (antecesor del KGB), Glushko estuviera dispuesto a
acusar a su padre. De todas formas, ambos científicos dieron con sus huesos en
Siberia, y tuvieron suerte, puesto que prácticamente todos los que formaban el
grupo de investigación (el RNII) fueron ejecutados entre 1937 y 1939. Korolev y
Glushko fueron trasladados a una prisión para intelectuales, pues el Kremlin
deseaba aprovechar a sus científicos de cara a la guerra contra Alemania.
Korolev pasó ‘sólo’ cinco meses en el terrorífico gulag de Kolyma, tiempo
suficiente para perder casi todos los dientes, para sufrir una dolorosísima
fractura de mandíbula, para padecer escorbuto, para recibir palizas diarias,
pasar frío siberiano y hambrunas, e incluso para contraer afecciones cardiacas.
Volvió al trabajo, aunque con su salud irremediablemente
quebrada. Pero lo que debió resultarle doloroso es que le obligaran a volver a
trabajar a las órdenes de su delator, Glushko; Korolev se mostró siempre
distante, desconfiado de todos, cauteloso y temeroso de que lo asesinaran (por
los muchos secretos que conocía) o, peor aún, que vinieran una noche a
detenerlo para enviarlo otra vez a Siberia. Nunca superó la traumática
experiencia de aquellos cinco meses en el infierno helado.
Aun con esos miedos, Korolev no dejaba
de demostrar su genialidad, siendo el diseñador de algunos de los aviones
soviéticos que intervinieron en la guerra. Al acabar ésta, el ucraniano tenía
nuevos proyectos para misiles balísticos, pero lo que a él le interesaba era el
espacio, y en 1957 puso en órbita el primer ingenio humano que orbitó la Tierra,
el Sputnik, un proyecto que fue fruto de la recién aparecida rivalidad USA-URSS
en la carrera espacial; apenas un mes después llegó el éxito con la perrita
Laika a bordo del Sputnik II. Luego logró que el Luna 2 se estrellara contra la
luna. Sus éxitos le habían proporcionado un gran peso en el aparato soviético,
pero por razones de seguridad su nombre era totalmente desconocido tanto en la
URSS como en el resto del mundo (no pudo recoger el premio Nobel). Para
entonces ya mantenía una rivalidad silenciosa y a miles de kilómetros de
distancia con von Braun. En 1961 logró uno de sus mayores éxitos, uno de sus
grandes anhelos: poner por primera vez en la Historia de la Humanidad un hombre
en el espacio, y para ello diseñó la nave Vostok, a bordo de la cual Yuri
Gagarin orbitó la Tierra. También puso a la primera mujer en órbita, Valentina
Tereskova, en otro de sus diseños, el Vostok 6. Entre sus principales proyectos
estaba llevar un hombre a la luna y naves no tripuladas a Marte y Venus, y
parte del proyecto Soyuz es obra suya. Y a bordo de otro de sus diseños, la
Vosjod, una evolución de la Vostock, Aleksei Leonov dio el primer paseo
espacial. Son asombrosas proezas que nadie, afortunadamente, pone en duda.
Pero los meses en el gulag ya le pasaban
factura: padecía múltiples problemas cardiovasculares y digestivos, se le
detectó un tumor y sufrió varios infartos. Murió en el quirófano en 1966. ¿Qué
hubiera sido de la investigación espacial si un genio como Korolev no hubiera
sido maltratado y hubiera tenido a su alcance todos los recursos? ¿Habrían
llegado los soviéticos a la luna antes que los estadounidenses? ¿Y si Korolev y
von Bron hubieran trabajado juntos? Uno de los grandes genios del siglo XX
sigue siendo un perfecto desconocido. Pero el genio era muy hombre: estuvo
casado dos veces y mantuvo siempre una o más amantes fijas; su primera mujer se
divorció a causa de su infidelidad y él se casó con su amante, pero para
entonces ya tenía otra u otras queridas. .
Todo el mundo sabe de von Braun, pero Korolev sigue siendo un perfecto
desconocido, aunque al menos nadie niega sus éxitos.
CARLOS DEL RIEGO
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