Resulta
verdaderamente contradictorio que en plena época de la información, cuando más
acceso se tiene a todos los medios de comunicación, más éxito tienen las
historias sobre tremendas conspiraciones. Se difunden y son aceptadas hoy
varias creencias conspiranoicas que, sorprendentemente, son ‘compradas’ por
personas razonablemente ilustradas y con cierta formación. Lo curioso es que
quien milita en una de esas creencias habla de las demás con desprecio sin
darse cuenta de que, en realidad, todo es lo mismo.
Esta
es la paradoja: defender con todo entusiasmo la existencia de una gran
conspiración mundial a la vez que se rechazan airadamente las otras. De este
modo, el creyente de esta o aquella utiliza contra las demás los mismos o
parecidos argumentos que se le exponen para contradecir la suya. Sin embargo,
no hay diferencias, ya que todas las teorías conspiranoicas son desvaríos que
chocan contra la evidencia.
Los
expertos en conspiraciones auténticas, esos que se han visto envueltos en ellas
o los que las estudian, las investigan y las combaten, los que saben de qué va
esto, afirman que una conspiración sólo puede tener posibilidades de éxito
cuando son pocos los implicados, cuanto menos mejor. Y esto es así porque
cuando hay decenas, cientos o miles de envueltos en la trama, no es que se
corra gran riesgo de delación, sino que será casi una certeza, puesto que
siempre habrá quien hable más de la cuenta para hacerse el importante, o quien
quiera aparecer como un héroe, o quien caiga en la tentación de convertirse en
rico y famoso por desenmascarar el complot, o quien descuidadamente diga una
palabrita de más, o incluso el que pueda tener remordimientos por participar en
una mentira… En fin, con muchos conspiradores las posibilidades de que todo se
descubra tienden al cien por cien. Así lo explicó uno de los implicados en el
escándalo ‘Wateregate’, quien afirmó que, a pesar de estar todos entrenados en
la mentira y no ser muchos (unas pocas decenas), en el momento en que empezaron
a hacer preguntas empezaron las contradicciones, y los investigadores no
tardaron en relacionar respuestas, con lo que en poco tiempo todo se descubrió.
Sin
embargo, las principales teorías conspiranoicas, las que más adeptos tienen,
exigen que miles e incluso millones de personas ‘estén en el ajo’, o sea, que
conozcan el engaño. Entre las más difundidas y ‘aceptadas’ están la de ‘la
Tierra plana’, la de los ‘antivacunas’, la que niega la llegada a la luna, la
de los ‘chemtrails’ (que dice que la estela de los aviones es producto químico)…,
y entre las ‘históricas’ pueden recordarse la que sostiene que los campos de
concentración y las cámaras de gas fueron un montaje, la que dice que Hitler
consiguió escapar, la que defiende que el club Bilderberg mueve los hilos del
mundo…
El
disparate que proclama que la Tierra es plana resulta hilarante y se podría
rebatir con infinidad de argumentos, aquí va uno muy simple. Si la Tierra fuera
plana todos los continentes recibirían la luz del sol a la vez, sin embargo,
cuando se ve por la tele el Abierto de Australia de Tenis se comprueba que allí
es de noche y aquí el sol está en todo lo alto. Los ‘terraplanistas’ dirían que
todo es un montaje, un truco televisivo, lo que querría decir que estarían
implicados los árbitros, recogepelotas, comisarios, entrenadores,
patrocinadores y jugadores, los diez mil espectadores en vivo y, en realidad,
todos los australianos, todos los cuales deberían se habrían conchabado para
engañar al resto del planeta. ¿Es posible que alguien defienda tamaña necedad?
Además, ¿qué objeto tendría este amaño?
El
mismo argumento sirve para quienes están convencidos de que las vacunas causan
enfermedades como el autismo. Si así fuera habría cientos de millones de
autistas, ya que son cientos, seguramente miles, los millones de personas que
se vacunan. Sin embargo no es así; además, estarían pringados todos los que
trabajan en la sanidad (pública y privada), empresas farmacéuticas y sus
trabajadores, distribuidores, farmacéuticos, estamentos encargados del control
de medicamentos…, en fin, otra vez millones de conspiradores. Esta supuesta
conspiración encaja dentro de la mente de quien cree que el sistema siempre
está buscando formas de sojuzgar, controlar, mediatizar a la población mundial.
Los
que niegan la llegada a la luna no caen en la cuenta de que el proyecto
involucró a miles de especialistas, y que si hubiera sido un fraude (no sólo el
primer alunizaje, sino los seis que hubo de 1969 a 1972) sería imposible que alguno
de esos técnicos no se hubiera ido de la lengua antes o después; claro que a lo
mejor hay quien piensa que los técnicos también fueron engañados, pero ¿quién
podría engañar a los máximos especialistas mundiales en su especialidad?
Lo ‘conspiración’
de los ‘chemtrails’ es de las más recientes. Dicen sus defensores que las
estelas de condensación de los aviones son productos químicos que poderes
oscuros (gobiernos, grandes empresas, tenebrosas organizaciones) lanzan para
contaminar a la población. No hay que ser un experto para saber que desde esa
altura (10 kilómetros) no es eficaz la fumigación por que se expandirá y no se
sabrá dónde ni cuándo caerá, es decir, afectaría a muchos de los implicados y
sus familias. Y nuevamente está la cantidad de gente (pilotos, tripulaciones,
trabajadores, empresas, directivos) que conocería la conjura.
El
problema es que dan igual las evidencias que se pongan sobre la mesa, quien
está convencido de que la conspiración existe no sólo no cambiará de idea, sino
que puede acusar a quien le contradice de estar con los que manejan el engaño.
CARLOS
DEL RIEGO
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