John Fogerty, de los Creedence, pasó por el juzgado acusado de haberse plagiado a sí mismo. |
Es una constante desde que comenzó la
aventura del rock & roll: las acusaciones de plagio o apropiación
intelectual han obligado a que fuera un juez quien decidiera si el autor del
tema era el acreditado o si el reclamante lo ideó antes. Hay parecidos que
llaman la atención y otros no tanto. El caso es que, además de las que más
escandalosamente han visitado el juzgado, hay grandes canciones cuya aventura
legal no es tan conocida, y no siempre por acusación de copia
Todo buen aficionado a esto del rock
&roll sabe de los problemas que por este asunto del plagio han tenido
algunos autores, como Page y Plant de Led Zepellin, como Lennon con Beatles o
Harrison ya en solitario, los Beach Boys o el mismísimo Chuck Berry. Sí, hay
temas emblemáticos que siempre tendrán colgado el sambenito de la duda (algunos
injustamente). Y también hay otros con gran significado e incluso enorme éxito
que se han visto obligados a comparecer ante el juez y cuya peripecia legal ha
pasado casi desapercibida.
No hay amante del rock que no sienta una
sacudida cuando empieza a sonar ‘La Granje’ (1973) de ZZ Top. La canción habla
de un burdel relativamente famoso en Texas, por lo que muchos tejanos sabían
desde el principio qué contaba; sin embargo, cuando la canción se hizo tan popular,
la ‘casa’ tuvo que cerrar temporalmente. La música está inspirada en una de
John Lee Hooker (muerto en 2001) titulada ‘Boogie chillen’. Veinte años después
de su lanzamiento, el propietario de los derechos de ese ‘Boogie’ dijo que
acababa de escuchar por primera vez la de los tejanos, que era muy parecida a
la de Hooker y por eso exigía derechos de autor. Tras años de tribunales, uno
falló que el ‘Boogie’ era ya de propiedad pública y, por tanto, ZZ Top,
inocentes.
Un tema tan icónico como el ‘A whiter
shade of pale’ (en España ‘Con su blanca palidez’) de Procol Harum, tuvo
también su acusación. Publicada en 1967, el fantasma del plagio esperó casi 40
años. Matthew Fisher, organista en la grabación, presentó una demanda exigiendo
derechos de autor por su contribución. En
2006 un juez estimó la demanda de Fisher y le otorgó parte de los derechos de
autor, pero un par de años después otro anuló la sentencia anterior por haber
esperado tanto el demandante (cuatro décadas), sin embargo, a la vez, falló que,
efectivamente, la aportación de Fisher era suficiente para acreditarlo como co-autor.
El demandante apeló a la Cámara de los Lores, y en 2009 estos le dieron la
razón especificando que no había límite de tiempo para reclamar derechos de
autor según la ley inglesa. Por otro
lado Fisher explicó que intentó presentar demanda cuatro veces desde 1972, pero
que su abogado le insistía en que no tenía ninguna posibilidad. Hasta que
cambió de letrado…
Un
título inolvidable para todo iniciado es el ‘Aqualung’ (1971) de Jethro Tull.
En este caso la acusación viene por otro lado. Resulta que Aqualung es una
marca registrada (Aqualung Corporation) de un aparato para buceadores, cuyos
dueños emprendieron acciones legales al poco de salir el Lp. El caso se
desestimó. Por otro lado, la portada está hecha a partir de una foto de Burton
Silverman a Ian Anderson, la cual fue retocada para esa reconocible cubierta.
Todo el mundo quedó sorprendido cuando Silverman puso restricciones a su uso, prohibiendo
que se reprodujera en otros soportes promocionales, como camisetas o carteles,
bajo amenaza de denuncia.
Cuando
Simon & Garfunkel sacaron su ‘El cóndor pasa’ (1970), todos los hispanohablantes
sospecharon; y con razón. La primera grabación es del peruano Daniel Robles,
que la hizo en 1913. Simon le añadió letra y la firmó convencido de que era un
tema tradicional, pero el hijo de Robles no estaba de acuerdo y demandó a
Simon, quien aceptó la reclamación y otorgó a Robles la co-propiedad de los
derechos. Algo parecido le ocurrió cuando el dúo grabó su (magnífica) versión
del tradicional inglés ‘Scarbourgh fair’, ya que un desconocido
cantante llamado Martin Carthy declaró que el arreglo era suyo, cosa que no
pudo probar.
‘Down
under, el gran éxito de 1982 de los australianos Men at Work, tuvo que
comparecer 27 años después, cuando la discográfica Larrikin Music declaró que
el arreglo de flauta era de uno de sus grupos, Kookaburra. Lo curioso es que
también se dijo que la canción era copia de un original de una maestra de
música llamada Marion Sinclair, que la escribió en 1932. En todo caso, el juez
falló a favor de la acusación explicando que el tema de los Men reproducía gran
parte del de los Kookaburra; la disquera exigía el 60% de los beneficios
generados, pero sólo se le otorgó el 5% y sólo desde 2002, en total unos
100.000 dólares; Colin Hay, autor e integrante de Men at Work, desveló que los
abogados le habían costado cuatro millones y medio, y declaró que “moriré
sabiendo que el tema es cien por cien original, que Marion Sinclair (que vivía
cuando ‘Down Under’ ya era éxito clamoroso y la conocía) jamás insinuó que se
pareciera a la suya, y que en casi treinta años después de aparecer nadie dijo
nada”. El flautista, Greg Ham, siempre se sintió muy dolido por la acusación,
tanto que, según el propio Colin Hay, esa decepción, esa angustia que sufrió
por lo que consideraba una injusticia, fue lo que le condujo a la muerte
prematura en 2012, con 58 años.
Evocadora es la trepidante ‘Speedy
Gonzales’, con la que Pat Boone tuvo un gran éxito en 1962. Once años más tarde
Elton John dio el campanazo con su ‘Crocodile rock’, cuyo “la, la la la la la”
es casi calcado al de ‘Speedy’, pero claro, la cosa no fue estimada, ya que ‘la
la…’ se ha usado tantas veces… De todos modos, Boone siempre gustaba de
remarcar que Elton le copiaba. Y eso que el tema ni siquiera era suyo.
La romántica ‘How deep is your love’,
que los Bee Gees grabaron para ‘Saturday night fever’ (1977) no se libró del
mal trago. El caso es que un tal Ronald Selle, un anticuario estadounidense,
los demandó alegando que esa canción estaba basada en una que había escrito él
un par de años antes; los hermanos alegaron que jamás la habían escuchado, pues
jamás había sido publicada; pero un musicólogo hizo un análisis técnico de las
notas de ambos temas y concluyó que la de Bee Gees había copiado a la otra, con
lo que convenció al jurado…, pero no al juez, quien desautorizó el veredicto al
estimar que no se podía probar el plagio a pesar de las conclusiones del
experto. El demandante apeló, pero con idéntico resultado. Con el tiempo este
fallo ha sentado precedente, pues afirmaba que “semejanzas que parecen
evidentes no son prueba suficiente de plagio”, o sea, que el demandante tiene
que demostrar que el demandado conocía su obra. Tal vez por eso los editores y compositores
son alérgicos a prestar atención a partituras no encargadas.
Muy
chocante es lo que le ocurrió a John Fogerty, de los Creedence, que fue acusado
de haberse plagiado ¡a sí mismo! Todo empieza cuando un facineroso llamado Saul
Zaent se hizo con los derechos de publicación de los discos de los Creedence. Así,
cuando Fogerty publica ‘The old man down the road’ en 1985, el tal Zaent lo
denunció alegando que era copia de una de Fogerty con los Creedence (de cuyo
material era propietario). En la propia sala del juicio, Fogerty tomó su
guitarra e hizo una demostración al tribunal, inventándose un punteo parecido
pero distinto a otros suyos, dejando claro que sí, que el estilo de Fogerty se
parece al estilo de Fogerty, pero que de auto-plagio nada de nada (¡quién
hubiera estado allí!). Ante tamaña demostración, la acusación fue desestimada. Años
más tarde, hablando del asunto ironizó: “¿Es delito que Elvis se parezca a
Elvis, Dylan a Dylan, McCartney a MacCartney?”.
Es sólo
una muestra de los éxitos que han tenido que comparecer ante el juez.
CARLOS DEL RIEGO
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