domingo, 28 de abril de 2019

GRANDES ÉXITOS QUE TUVIERON QUE PASAR POR EL JUZGADO

John Fogerty, de los Creedence, pasó por el juzgado acusado de haberse plagiado a sí mismo.


Es una constante desde que comenzó la aventura del rock & roll: las acusaciones de plagio o apropiación intelectual han obligado a que fuera un juez quien decidiera si el autor del tema era el acreditado o si el reclamante lo ideó antes. Hay parecidos que llaman la atención y otros no tanto. El caso es que, además de las que más escandalosamente han visitado el juzgado, hay grandes canciones cuya aventura legal no es tan conocida, y no siempre por acusación de copia

Todo buen aficionado a esto del rock &roll sabe de los problemas que por este asunto del plagio han tenido algunos autores, como Page y Plant de Led Zepellin, como Lennon con Beatles o Harrison ya en solitario, los Beach Boys o el mismísimo Chuck Berry. Sí, hay temas emblemáticos que siempre tendrán colgado el sambenito de la duda (algunos injustamente). Y también hay otros con gran significado e incluso enorme éxito que se han visto obligados a comparecer ante el juez y cuya peripecia legal ha pasado casi desapercibida.

No hay amante del rock que no sienta una sacudida cuando empieza a sonar ‘La Granje’ (1973) de ZZ Top. La canción habla de un burdel relativamente famoso en Texas, por lo que muchos tejanos sabían desde el principio qué contaba; sin embargo, cuando la canción se hizo tan popular, la ‘casa’ tuvo que cerrar temporalmente. La música está inspirada en una de John Lee Hooker (muerto en 2001) titulada ‘Boogie chillen’. Veinte años después de su lanzamiento, el propietario de los derechos de ese ‘Boogie’ dijo que acababa de escuchar por primera vez la de los tejanos, que era muy parecida a la de Hooker y por eso exigía derechos de autor. Tras años de tribunales, uno falló que el ‘Boogie’ era ya de propiedad pública y, por tanto, ZZ Top, inocentes.

Un tema tan icónico como el ‘A whiter shade of pale’ (en España ‘Con su blanca palidez’) de Procol Harum, tuvo también su acusación. Publicada en 1967, el fantasma del plagio esperó casi 40 años. Matthew Fisher, organista en la grabación, presentó una demanda exigiendo derechos de autor por su contribución. En 2006 un juez estimó la demanda de Fisher y le otorgó parte de los derechos de autor, pero un par de años después otro anuló la sentencia anterior por haber esperado tanto el demandante (cuatro décadas), sin embargo, a la vez, falló que, efectivamente, la aportación de Fisher era suficiente para acreditarlo como co-autor. El demandante apeló a la Cámara de los Lores, y en 2009 estos le dieron la razón especificando que no había límite de tiempo para reclamar derechos de autor según la ley inglesa. Por otro lado Fisher explicó que intentó presentar demanda cuatro veces desde 1972, pero que su abogado le insistía en que no tenía ninguna posibilidad. Hasta que cambió de letrado…

Un título inolvidable para todo iniciado es el ‘Aqualung’ (1971) de Jethro Tull. En este caso la acusación viene por otro lado. Resulta que Aqualung es una marca registrada (Aqualung Corporation) de un aparato para buceadores, cuyos dueños emprendieron acciones legales al poco de salir el Lp. El caso se desestimó. Por otro lado, la portada está hecha a partir de una foto de Burton Silverman a Ian Anderson, la cual fue retocada para esa reconocible cubierta. Todo el mundo quedó sorprendido cuando Silverman puso restricciones a su uso, prohibiendo que se reprodujera en otros soportes promocionales, como camisetas o carteles, bajo amenaza de denuncia.

Cuando Simon & Garfunkel sacaron su ‘El cóndor pasa’ (1970), todos los hispanohablantes sospecharon; y con razón. La primera grabación es del peruano Daniel Robles, que la hizo en 1913. Simon le añadió letra y la firmó convencido de que era un tema tradicional, pero el hijo de Robles no estaba de acuerdo y demandó a Simon, quien aceptó la reclamación y otorgó a Robles la co-propiedad de los derechos. Algo parecido le ocurrió cuando el dúo grabó su (magnífica) versión del tradicional inglés ‘Scarbourgh fair’, ya que un desconocido cantante llamado Martin Carthy declaró que el arreglo era suyo, cosa que no pudo probar.

‘Down under, el gran éxito de 1982 de los australianos Men at Work, tuvo que comparecer 27 años después, cuando la discográfica Larrikin Music declaró que el arreglo de flauta era de uno de sus grupos, Kookaburra. Lo curioso es que también se dijo que la canción era copia de un original de una maestra de música llamada Marion Sinclair, que la escribió en 1932. En todo caso, el juez falló a favor de la acusación explicando que el tema de los Men reproducía gran parte del de los Kookaburra; la disquera exigía el 60% de los beneficios generados, pero sólo se le otorgó el 5% y sólo desde 2002, en total unos 100.000 dólares; Colin Hay, autor e integrante de Men at Work, desveló que los abogados le habían costado cuatro millones y medio, y declaró que “moriré sabiendo que el tema es cien por cien original, que Marion Sinclair (que vivía cuando ‘Down Under’ ya era éxito clamoroso y la conocía) jamás insinuó que se pareciera a la suya, y que en casi treinta años después de aparecer nadie dijo nada”. El flautista, Greg Ham, siempre se sintió muy dolido por la acusación, tanto que, según el propio Colin Hay, esa decepción, esa angustia que sufrió por lo que consideraba una injusticia, fue lo que le condujo a la muerte prematura en 2012, con 58 años.  

Evocadora es la trepidante ‘Speedy Gonzales’, con la que Pat Boone tuvo un gran éxito en 1962. Once años más tarde Elton John dio el campanazo con su ‘Crocodile rock’, cuyo “la, la la la la la” es casi calcado al de ‘Speedy’, pero claro, la cosa no fue estimada, ya que ‘la la…’ se ha usado tantas veces… De todos modos, Boone siempre gustaba de remarcar que Elton le copiaba. Y eso que el tema ni siquiera era suyo.

La romántica ‘How deep is your love’, que los Bee Gees grabaron para ‘Saturday night fever’ (1977) no se libró del mal trago. El caso es que un tal Ronald Selle, un anticuario estadounidense, los demandó alegando que esa canción estaba basada en una que había escrito él un par de años antes; los hermanos alegaron que jamás la habían escuchado, pues jamás había sido publicada; pero un musicólogo hizo un análisis técnico de las notas de ambos temas y concluyó que la de Bee Gees había copiado a la otra, con lo que convenció al jurado…, pero no al juez, quien desautorizó el veredicto al estimar que no se podía probar el plagio a pesar de las conclusiones del experto. El demandante apeló, pero con idéntico resultado. Con el tiempo este fallo ha sentado precedente, pues afirmaba que “semejanzas que parecen evidentes no son prueba suficiente de plagio”, o sea, que el demandante tiene que demostrar que el demandado conocía su obra. Tal vez por eso los editores y compositores son alérgicos a prestar atención a partituras no encargadas.

Muy chocante es lo que le ocurrió a John Fogerty, de los Creedence, que fue acusado de haberse plagiado ¡a sí mismo! Todo empieza cuando un facineroso llamado Saul Zaent se hizo con los derechos de publicación de los discos de los Creedence. Así, cuando Fogerty publica ‘The old man down the road’ en 1985, el tal Zaent lo denunció alegando que era copia de una de Fogerty con los Creedence (de cuyo material era propietario). En la propia sala del juicio, Fogerty tomó su guitarra e hizo una demostración al tribunal, inventándose un punteo parecido pero distinto a otros suyos, dejando claro que sí, que el estilo de Fogerty se parece al estilo de Fogerty, pero que de auto-plagio nada de nada (¡quién hubiera estado allí!). Ante tamaña demostración, la acusación fue desestimada. Años más tarde, hablando del asunto ironizó: “¿Es delito que Elvis se parezca a Elvis, Dylan a Dylan, McCartney a MacCartney?”.

Es sólo una muestra de los éxitos que han tenido que comparecer ante el juez.

CARLOS DEL RIEGO

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