John Fogerty sufrió en sus carnes la codicia de los dueños de las compañías discográficas, a los que dedicó más de una canción. |
Dijo Francisco de Quevedo en el siglo
XVII: “Por nuestra codicia lo mucho es poco, por nuestra necesidad lo poco es
mucho”. En otras palabras, el codicioso siempre quiere más sin que le importe
todo lo que tiene. Sí, la codicia es un mal que afecta más, mucho más, a
quienes no padecen necesidades; al contrario, generalmente, cuanto más
acumulado se tiene, más se desea…, algo que se está demostrando en España (aunque
hay ejemplos en todo el mundo) con ciertos casos en los que personas con
ingresos muy muy superiores al 90% de los mortales se envilecen metiendo la
mano en la caja: pura codicia.
El asunto de la búsqueda obsesiva de
riquezas ha sido tema principal de infinitas obras literarias y artísticas; el
rock, por su parte, no ha dejado de tratar el tema, de modo que se han escrito muchas
y muy buenas canciones pensando en ese pecado capital, en ese deseo
irrefrenable de más, y más, y más…
Los estadounidenses O´Jays publicaron
en 1973 ‘Fort the love of money’, ¿y qué es la codicia sino amor al dinero?
Envuelto en un excitante soul-funk, la banda de Filadelfia envía mensajes que
alertan de los peligros de dejarse llevar por la avaricia: la gente robará,
engañará, estafará sin que le importe a quién hace daño. “Tengo que tenerlo, lo
necesito de verdad (…) todo por amor al dinero”. Los autores la escribieron en
un momento en que el éxito les trajo pasta y, claro, deseo de tener más, algo
que entraba en conflicto con sus creencias.
Killing Joke, siempre serios y
trascendentes, aludieron al deseo incontenible de posesión en su ‘Age of greed’;
es un tema crudo y explícito, como muchos otros de su discografía; viene a
decir que si uno llega a la cima económica se obliga a permanecer, por lo que
estará dispuesto a todo; de este modo, quien se deja llevar por ese apetito
tendrá grasa en la barriga y en el corazón…, y estará amenazado por los que no
han tenido tanta fortuna ni tanta codicia: “Siento odio (…) no tengas miedo de
mostrar tu odio (…) sólo quiero matar”, dice en sus últimos versos. A pesar de
publicarse en 1990, este ‘Edad de la codicia’ encajaría a la perfección en la
esfera del punk más primitivo, tanto en texto como en sonido.
El inigualable John Fogerty, uno de los
mejores compositores y letristas de Usa, reflejó esa insaciable sed de oro en
más de una ocasión. Así, en 1985 denunció la avaricia del dueño del sello Fantasy
con un par de canciones. En una (‘Zant Kant Danz’) lo tilda de cerdo que no
sabe bailar pero sí robarte los cuartos. En la otra, ‘Mr Greed’, viene a decir:
“Señor codicia, ¿por qué te tienes que apropiar de todo lo que ves? (…) tu
apetito no tiene fin (…) hay corrupción en tu camino”; dotado con una voz
inconfundible y una capacidad pasmosa para idear canciones, Fogerty dedicó a
Mr. Zaent no sólo un texto acusatorio, sino un puntiagudo solo de guitarra.
Con su calma habitual, su estilo
aparentemente perezoso y ese ambiente de atardecer, J.J. Cale decía en su
‘Money talks’ (1983): “El dinero habla, dice cosas extrañas (…) Los ricos
escuchan el sonido del bolsillo (…) roban lo que pueden, por casualidad o a
hurtadillas”. Sí, el hombre de Tulsa jamás abandona el tono plácido, por el
contrario, los siempre contundentes (y discutidos) Gran Funk suenan
permanentemente airados; su ‘Greed of man’ (1981) tiene todas las
características de la banda, o sea, rock moldeado a pico y pintado con brocha
gorda…, hard imprescindible; y aunque lo de las letras no era una prioridad para
ellos, siempre transmitían ideas: “Sé que la codicia del hombre no tiene época
(…) no mira hacia atrás para ver el daño hecho”.
No dejaron The Beatles de escribir
canciones sobre lo insaciable de la riqueza. John y Paul hicieron una canción a
partir de una idea de cada uno, y salió ‘Baby you’re a richman’ (1967); así,
John escribía ¿“Qué se siente al ser gente guapa?”, y luego Paul decía
“Escondes tu dinero en una bolsa marrón en un zoo, ¡qué cosas haces! Eres un
hombre rico”; al parecer, Paul pensaba en el manager de la banda, Brian Epstein...
También George Harrison aportó su visión sobre el asunto, y no de un modo
autocomplaciente; al parecer hizo ‘Piggies’(1968) con cierto sentimiento de
culpa, como si quisiera contrarrestar la incipiente codicia que le estaba afectando
con la llegada del éxito; presidida por el sonido del clave, dice satíricamente
y con aviesas intenciones “¿Habéis visto a los cerditos grandes con sus
almidonadas camisas blancas removiendo la porquería?, con la vida asegurada en
sus pocilgas, no les importa lo que pasa fuera”; es fácil encontrar la
referencia a ‘Rebelión en la granja’ de George Orwell en esta denuncia de la
codicia imperante en una sociedad en que la riqueza separa a ricos (cerditos
grandes) de pobres (cerditos pequeños). Sea como sea, se trata de dos
fantásticas canciones, como no podía ser de otro modo.
Sí, hay abundante rock & roll que
habla de la adoración del becerro de oro, y siempre de un modo despectivo, algo
que no deja de contrastar con la vida y los modos de potentado que se gastan
muchos (no todos) de sus protagonistas.
CARLOS DEL RIEGO
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