Los años y la salud obligan a Aretha Franklin a dejar el escenario..., de momento.. |
La música soul se origina en los años
cincuenta del siglo pasado, más o menos cuando irrumpe el rock & roll, y
dado que ambos géneros tienen raíz estadounidense y negra, no puede extrañar
que sus trayectorias nunca hayan transcurrido en paralelo, al revés, se han
cruzado, mezclado e influido desde el primer momento. Tal vez por eso, el Rock
& Roll Hall of Fame acogió en su lista de honor a ‘Lady Soul’, Aretha
Franklin, siendo la primera voz femenina en este selecto salón.
Esa voz tan armónica y musical, tan cristalina y poderosa, ha llegado a ser declarada ‘Tesoro natural’. Los títulos emblemáticos de ‘Lady Soul’ siempre están presentes. ¿Quién no ha bailado, canturreado, tarareado melodías como ‘Think’, ‘I say a little prayer (for you)’, ‘Respect’, ‘Chain of fools’, ‘Spanish Harlem’ y tantas otras?, ¿quién no recuerda su apabullante aparición en la película ‘The Blues Brothers, granujas a todo ritmo’?, ¿quién no reconoce de inmediato ese don de la naturaleza que es el timbre de su voz? La gran dama de la música, para muchos la mejor voz femenina viva, para algunos la/el mejor cantante que ha dado el conglomerado rock-pop-soul-blues, anuncia que dejará de actuar en vivo. Pronto publicará un nuevo disco (¿cuántos van, 40, 50?) y ofrecerá sus ‘últimos’ conciertos, aunque es fácil prever que esa ‘retirada’ no será definitiva y, seguramente, habrá reapariciones…
Sea como sea, la hija del predicador
que empezó cantando góspel (¡cómo no!), lleva tanto tiempo en el imaginario
colectivo que raro será el individuo que no haya escuchado aquellos títulos y
que no reaccione cuando se menciona su nombre. Entre el soul y el rhythm, entre
el blues y el góspel, la potentísima presencia de Aretha Franklin resulta
imprescindible para compensar el transcurrir de la música popular en el último
medio siglo. Su temperamento y sólidas convicciones ya han dejado profunda
huella tanto en escena como en la calle.
Y como toda gran dama, como auténtica
‘Reina del soul’, Aretha necesita un acompañamiento, una escolta. Aquí va un
séquito formado por cuatro caballeros de su cofradía que, como ella, comenzaron
cantando en el coro de la escuela o de la iglesia y que, con otras tantas
melodías, proponen la variabilidad del soul, ese estilo con alma negra y
brillante.
¿Quién puede resistirse a los trombones
y trompetas del ‘Reet Petit’ de Jackie Wilson? El infortunado cantante
deslumbra en este tema alegre y saltarín, muy sonoro y con elementos de géneros
que entonces, 1957, estaban brotando, como esas pinceladas de rock & roll
que se dejan notar en los dos minutos y medio de un tema siempre bienvenido. Algo
tan típico del soul como el diálogo que frecuentemente se establece entre voz y
coro lo interpretan aquí el solista y la sección de viento, dando lugar a una
‘conversación’ apasionante. En todo caso, cuando empieza a sonar, es imposible
no prestarle atención.
Del gran Wilson Picket pueden
recordarse un buen número de canciones perfectamente representativas de la rama
del soul y el rythm & blues. Su primer gran éxito fue ‘In the midnight hour’
(1965), un excitante medio tiempo en su origen que, sin embargo, ha sido
redecorado, readaptado y remodelado en infinidad de ocasiones, cosa que
demuestra el incuestionable talento que atesora. Su seductora cadencia y fácil
melodía no pierden encanto por más años que pasen y por más que se retuerzan. Y
luego está esa voz rasgada y los omnipresentes instrumentos de viento para
completar una obra superlativa.
Otro emblema del soul que supo
proporcionar matices y detalles al género es Solomon Burke. En 1964 publicó el
electrizante ‘Everybody need somebody to love’, que sorprendentemente apenas
tuvo repercusión; afortunadamente, el tiempo suele terminar por dar brillo a
las grandes canciones, aunque sea a través de revisiones del original. Se trata
de otra de esas tonadas que resultan tremendamente familiares, como si se
hubieran escuchado toda la vida, y eso que es una composición bastante atípica.
A su conversión en clásico ayuda la soberbia interpretación que hicieron
aquellos entrañables granujas a todo ritmo.
Ben E. ‘Stand by me’ King solo grabó
diez o doce canciones como voz solista de The Drifters (que ha tenido docenas
de cantantes), aunque fueron los mejores años del grupo. Con él al frente
hicieron el fantástico ‘Save the last dance for me’; se cuenta que el tema se
le ocurrió a Doc Pomus (que padecía polio e iba con muletas o en silla de
ruedas) cuando veía a su mujer bailando sin parar, de modo que la letra viene a
decir que sí, que bailes, pero al final te vendrás conmigo, así que guarda ese
último baile para mí. La preciosa y dulzona melodía (tendente al pop), el
clásico diálogo vocal, el buen gusto y la gracia de acompañamiento y arreglos…,
todo ello completa una pieza que siempre se agradece.
Es soul. Siempre canciones cortas e
intensas, luminosas e inevitablemente pegadizas. La reina Aretha Franklin y
cuatro de sus príncipes ofrecen una perfecta ilustración de sus esencias. Ella
anuncia que cuelga el micrófono…, de momento; ellos se fueron definitivamente.
De unos y otra siempre quedará ese alma negra y brillante.
CARLOS DEL RIEGO
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