Las palabras violentas de la prensa nazi indujeron la violencia callejera.. |
Por un lado está el asunto del cantante
del grupo Def Con Dos, César Strawberry, quien ha amenazado, insultado,
despreciado a víctimas del terrorismo a través de las redes sociales; a
consecuencia de ello ha sido finalmente condenado a un año de cárcel, aunque
sólo a título simbólico, pues no ingresará. Por otra parte, ha hecho su
aparición en escena un tipo que fue candidato por un partido de izquierda, un
tipejo que toca en un grupo punk llamado Sistema Kadaver, que es de esos con
tan corto cerebro que están convencidos de que la rebeldía consiste en chillar
mucho, insultar y amenazar con tacos y palabras gruesas a quien discrepa de
ellos; el caso es que uno de estos ‘kadaveres’ es un ‘valiente’ que, junto a
otros diez o doce prosimios, con gran riesgo de su integridad, dieron de
puñetazos y patadas a una chica cuando estaba en el suelo. Los dos dudosos
personajillos, llenos de su idea absoluta y totalitaria, no encuentran otra
cosa mejor para desahogar su frustración y fracaso que ofender, denigrar,
intimidar a todo el que no coincide con ellos.
Afirman quienes están convencidos de
que la libertad de expresión está por encima de todo, que las palabras no dañan;
sin embargo, como demuestran los casos de acoso escolar o a través de Interet, el
hostigamiento verbal, continuo e intenso causa muchísimo daño. Además, como evidencian
otros casos (éste está grabado), llegado el momento y con una posición de
ventaja aplastante, los que vomitaban bilis en Facebook o Tweeter dan el
siguiente paso y convierten las palabras en patadas, es decir, el perro
ladrador se vuelve en mordedor…, eso sí, sólo si tiene superioridad física y
numérica.
“Nadie en su sano juicio pensará que
César va a secuestrar a Ortega Lara”, decía un comentarista que ‘comprende’ muy
bien al matón…, ¿seguro? Tal vez no en ese caso, pero hay otros que demuestran
cómo se pasa de las palabras a las manos. El integrante del mencionado grupo
murciano Sistema Kadaver, Alejandro E.S., insulta en sus canciones de modo soez
y con menos imaginación que un morrillo, amenaza con versos como “salgo a la
calle con hambre de violencia” y proclama su superioridad ideológica; de este
modo llega un momento en que se siente legitimado para convertir sus intimidatorias palabras en palos.
Ir de las voces a los hechos sólo es
cuestión de tiempo. Así, los talibán, los de Al Qaeda y similares comenzaron su
actividad tras escuchar a ayatolás fanáticos con pensamiento (es un decir)
anclado en la Edad Media; un día y otro insistiendo en que hay que matar a todo
bicho viviente termina por convencer a sujetos con mente débil y manipulable, muchos
de los cuales culminan su proceso de fanatización conduciendo contra la
multitud, ametrallando o haciéndose estallar en medio de infieles. Por eso, las
agresiones como la perpetrada por el ‘heroico’ guitarrista punk y sus secuaces,
o por los catalanistas que aporrearon a dos chicas que exhibían banderas
españolas, o por el joven que atizó a Rajoy, o por la manada que apalizó a dos
policías y sus compañeras en Alsasua, o por los que pegaron en plena calle a
una integrante de Ciudadanos, o por los que boicotean y zarandean a quien trata
de dar una charla en la universidad…, todo ello tiene su inicio en la palabra,
en un discurso cargado de odio totalitario que pretende el pensamiento único y
que, por tanto, no soporta la discrepancia. En resumen, la presión verbal y
violenta causa daño por sí misma, pero también es utilizada por gentes de
escasas luces como base para justificar el ataque alevoso, cobarde e inmisericorde.
De esto, del uso de las arengas
cargadas de rabia y rencor para generar violencia, sabían mucho los jerarcas
nazis. Así, la prensa afín al partido, Der Stürmer (El Atacante) o Völkischer
Beobachter (Observador Popular), se encargaba de encender los ánimos contra
judíos, comunistas u homosexuales con diatribas y palabrería violentísimas;
luego, Die Hitlerjugend (las Juventudes Hitlerianas), convertían las ideas en brutales
agresiones, de modo que organizaban ‘la noche de los cristales rotos’, daban la
del pulpo a los judíos que se encontraban por la calle o salían a cazar
comunistas y homosexuales. La maquinaria nazi tenía un modo de proceder
idéntico al de César ‘Def’y Alejandro ‘Kadaver’: promover la violencia a través
de medios de difusión. Por otro lado, algo parecido se plantea -dicho sea de
paso- en la película ‘La soga’, que dirigió en 1948 Alfred Hitchock.
Sí, por mucho que haya quien piense que
el habla es inocua, la realidad es que son abundantísimos los casos en que la
palabra inspira esa furia, esa rabia que fácilmente desemboca en sangre.
CARLOS DEL RIEGO
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