Keith Moon era todo un espectáculo, y es uno de los más prestigiosos integrantes del club de los baterías muertos. |
En
los últimos días se han ido definitivamente hasta tres baterías que hicieron
carrera en el circuito del rock & roll; cierto que no eran lo que se dice
grandes estrellas, e incluso, aunque con mucho mérito, los grupos en los que
militaron tampoco fueron de éxito masivo. Se trata de Butch Trucks, fundador de
los Allman Brothers Band, Jaki Liebezeit, de los alemanes Can, y Mike Kellie,
que militó en Spooky Tooth y The Only Ones. Son las más recientes
incorporaciones al indeseado club de los baterías muertos. Butch fue el batería
de los Allman, pero curiosamente, siempre compartiendo el puesto con J.J.
Johanson (Jaimoe); sea como sea, él impuso el ritmo a la formidable banda
sureña durante décadas, y a él se deben las sutiles percusiones de sus más
emblemáticos títulos. Liebezeit fue también fundador de uno de los grupos
pioneros de lo que se llamó ‘krautrock’, el rock repollo, como lo definió la
prensa alemana; el sonido experimental y alucinado del grupo siempre partía de
las complejas percusiones de Jaki. Por su parte, Mike Kellie pasó de poner ritmo
al psico-hard de Spooky Tooth en los últimos sesenta y primeros setenta, a
hacerlo con los estupendos The Only Ones, emblemática y efímera formación entre
el punk y la new wave.
La
función del batería, en muchos casos, no se limita a proporcionar el tempo a la
música, sino que no son pocas las ocasiones en las que quien está detrás,
sentado a la caja, bombos, timbales y platillos, aporta espectáculo, dinamismo
e incluso simpatía; sí, no es infrecuente que el batería sea el simpático del
grupo. De entre los bateristas que, muy a su pesar, han entrado en este negro
club, y que se caracterizaron por regalar auténticas funciones a la vez que
aporreaban parches, destaca el inigualable Keit Moon. Quien haya visto cómo se
las gastaba el batería de The Who (hay muchos vídeos) lo tendrá como un
percusionista excelso, siempre tratando de meter redobles donde no caben, de
llenar cualquier hueco en el sonido como si tuviera mil brazos en constante
movimiento; pero a la vez que daba vida a las baquetas, Keith siempre estaba
poniendo visages y haciendo muecas,
como si quisiera dar espectáculo con todo su cuerpo, llegando a destrozar su
instrumento. De este modo conseguía apoderarse de parte del protagonismo de Pete
Townshend e incluso del solista Roger Daltrey. Claro que, cerca del final de
sus días (murió en septiembre de 1978 con apenas 32 años), manifestaba estar un
poco cansado de que todo el mundo estuviera esperando la payasada, la
enloquecida ocurrencia de Keith, con lo que afirmaba sentirse casi obligado a
divertir continuamente a los demás. Exuberante, volcánico y con una
personalidad muy potente tanto en escena como en el día a día, así era Keith
Moon.
También
entró muy pronto en el club de los baterías muertos (se fue en septiembre de
1980, también con 32 años) el que lo fuera de Led Zeppelin, John ‘Bonzo’ Bonham.
Su estilo, a diferencia de la tendencia a lo barroco del anterior, era sobrio y
muy muy contundente, lo que no quiere decir que, cuando la ocasión lo exigía,
no fuera capaz de ejecutar las más complejas florituras. Recordada es su
durísima pegada, ese ‘punch’ demoledor que contribuyó a sentar las bases del
rock duro y tanto influyó en tantos. Algunas de sus entradas, los señalados
diálogos con la voz solista o la guitarra, o cómo arrancaba John ciertas
canciones resultan tan identificativos de Led Zep como la propia voz de Robert
Plant.
Menos
reconocido es Cozy Powel, a pesar de que militó en grupos de postín y prestó su
toque a muchas grandes figuras a lo largo de tres décadas; su nombre aparece en
los créditos de unos ¡70 álbumes! Además, publicó muy meritorios discos en
solitario, en los que colaboran algunos de los que le anteriormente habían
confiado en su capacidad rítmica; a destacar su fantástico primer elepé con su
nombre en la portada, titulado ‘Over the top’, un trabajo instrumental
trepidante en el que el músico pone la percusión a la altura de teclados y guitarras
durante piezas enteras, como en ‘Killer, donde deslumbran el poderío, variedad
de registros y precisión de Cozy Powell. Murió en abril de 1998 con 50 años e ilusionado
por la próxima gira que iba a emprender con Brian ‘Queen’ May.
Batería
poco lucido fue Mitch Mitchell, aunque es lógico que no se vieran las luces que
estaban alrededor de un astro del tamaño de Jimi Hendrix. Pero como toda
estrella de dimensiones gigantescas, el emblemático guitarrista brilló mucho
pero muy poco tiempo, con lo que el fino batería de la Jimi Hendrix Experience
sólo tuvo esos tres años de gloria; sí, tocó con muchos otros, e incluso
compartió escenario con algunos grandes, pero nunca volvió a formar parte del
proyecto de un virtuoso. Mitch, que murió con 69 años en 2008, sustituyó en
alguna ocasión al anterior; no le faltaba contundencia, pero sus maneras eran
más bien académicas y con claras influencias del jazz. Su nombre siempre
figurará asociado al del icónico guitarrista.
Cuando
murió Tommy Ramone, en 2014, el New York Times escribió que él había mostrado
el pulso del punk. Velocidad supersónica por encima de la pegada, una sencillez
casi esquemática, ausencia de adornos y redobles innecesarios son algunas de
las características de la batería punk, y todas están presentes en el primer
álbum de Ramones (en puridad el primero del género), en el que Tommy marcó el
ritmo a los que continuaron el ruidoso y, musicalmente, simplón estilo. El
húngaro-estadounidense era al principio el manager del grupo, siendo Joey el
batería; al pasar éste a la voz (porque los demás debían aullar más que cantar)
Tommy tuvo que asumir aquella función. Sólo tocó (y produjo) en los tres
primeros elepés de Ramones (más el inigualable ‘It´s alive’), pero sus maneras
resultaron imprescindibles para dar forma a un estilo, el punk, muy poco dado a
guardar las formas.
Pueden
añadirse otros nombres pertenecientes al club de los baterías muertos, como
Jeff Porcaro (Toto), Levon Helm (The Band, Bob Dylan) o Tony Williams (Miles
Davis, Stan Getz, Chic Corea), pero son aquellos los que tienen los mejores
puestos en esta cofradía a la que a nadie (o casi) quisiera pertenecer.
CARLOS
DEL RIEGO
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