El hijo más aventajado del ex honorable sigue maniobrando como si nada pasara (presuntamente, claro).. |
Una de las cualidades de las noticias
que a diario se leen o escuchan es su capacidad para enfadar al sufrido
ciudadano de a pie. Y entre esas que provocan enormes calentones cuando se está
preparando el café de primera hora, siempre hay alguna relacionada con
incomprensibles decisiones de los Altos Tribunales, las cuales tienen la
capacidad de irritar tanto y a tantos (o casi) como algunas de las que toman
los árbitros en estadios y canchas (sobre todo al ver las repeticiones). E
igual podría decirse de algunos fiscales, que en ocasiones se parten la cara
por un acusado y en otras cargan contra otro a pesar de que sus pecados sean
casi idénticos. Claro que siempre tienen a mano el recurso del concepto de la
‘proporcionalidad’, que al ser algo no mensurable permite que, al cabo, se
imponga la subjetividad del jurista. Por ejemplo, el candente caso del muchacho
que, dedicado a grabar y difundir las bromas callejeras que gasta a
desconocidos, fue abofeteado por un ‘currante’ al que no lo hizo gracia la cosa
(XII-16); algunos expertos en leyes sostienen que la torta es perfectamente
proporcional, mientras que otros aseguran que este insulto y esta situación no
justifican la reacción del trabajador que amablemente indicaba una dirección al
faltoso… Es por eso que se producen actuaciones y resoluciones en los juzgados
que resultan desconcertantes.
El asunto es que se ha comprobado (pues
nunca ha dejado de sospecharse) que el clan de los Pujol-Ferrusola (progenitores
y casi todos sus vástagos) no han dejado nunca sus chanchullos, ni siquiera
cuando se destapó y empezó a investigarse su entramado de blanqueo, fraude,
prevaricación, tráfico de influencias, evasión de capitales, cohecho, falsedad,
malversación, Banca Catalana, Caso Itv…, todo ello presuntamente. Sin embargo,
a pesar de las toneladas de indicios más que razonables y de las pruebas
prácticamente irrefutables que contra ellos pueden presentarse, los magistrados
de las audiencias competentes jamás han tenido propósito de tomar contra ellos
medidas cautelares; es decir, aunque las evidencias apuntaran de modo
inequívoco, ninguno de los que han tenido vela en este entierro se ha atrevido
a decretar prisión provisional contra el ex honorable y su prole.
Incomprensiblemente,
misteriosamente, se les permite seguir en libertad para que continúen con sus
amaños y trucos dinerarios a pesar del riesgo evidente de destrucción de
pruebas: se sabe de un ordenador lleno de datos que cuando iba a ser requisado ya
había sido sustituido por otro cuyo disco estaba vacío; y ello a pesar de que algunos
integrantes de la ‘familia’ no han dejado sus actividades y tejemanejes; a
pesar de que uno de los de la Audiencia Nacional, Mata de nombre, sentenció que
“todos los miembros han estado orquestando
durante años una estrategia compartida y coordinada para desarrollar distintos
negocios económicos, generar réditos, ocultarlos, y distribuirlos entre todos
de acuerdo con criterios establecidos para conseguir el lavado de los activos
conseguidos”. Pues si eso es lo que deduce usted, Señoría, actúe en
consecuencia, es decir, utilice las herramientas legales a su alcance para
que los tales no continúen delinquiendo y, seguro, deshaciéndose de pruebas
incriminatorias (cualquiera lo haría).
Pero lo que en realidad sorprende es
que sí se hayan apresurado a meter provisionalmente en el trullo al tipo ese,
llamado Blanco, que utilizó la enfermedad de su hija para allegarse donaciones
de paisanos bondadosos e ingenuos (todo presuntamente, claro). Con éste sí que
se atreven, con este tipo de delincuente sí que sacan pecho y aplican la ley
con el máximo rigor. Así las cosas, parece oportuno preguntarse ¿Qué criterio
se aplica para enviar a prisión provisional a quien estafó medio millón (más o
menos) y se permite que continúen sus correrías quienes trincaron, falsearon y
lavaron, tirando muy bajo, cinco mil millones? La única respuesta posible es
que el impresentable padre se llama Juan Nadie mientras que otros cuentan con la
importancia de llamarse Pujol… Igual que llamarse Urdangarín, quien tras su
imponente braguetazo se lanzó al aprovechamiento de su privilegiada situación;
igual que llamarse Rato, quien ha evidenciado ser más bien un rata que, seguro,
se guardaría los céntimos que el camarero le diera de más en las vueltas del
café. Asombra e irrita que se dicte prisión previa y sin fianza para un
caradura y no para otros de igual condición pero con acusaciones mucho más
gruesas.
En fin, se imponen términos como proporcionalidad o criterio. Y no es descabellado sospechar que también tiene que ver
la importancia de llamarse…
CARLOS DEL RIEGO
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