jueves, 15 de diciembre de 2016

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE PUJOL. Se tiene a veces la irritante sensación de que los magistrados de los tribunales más altos toman una decisión y su contraria en función de quién comete el delito. Ejemplo: prisión provisional para uno que estafó X y libertad para quien trincó X elevado a 100.

El hijo más aventajado del ex honorable sigue maniobrando como si nada pasara (presuntamente, claro)..

Una de las cualidades de las noticias que a diario se leen o escuchan es su capacidad para enfadar al sufrido ciudadano de a pie. Y entre esas que provocan enormes calentones cuando se está preparando el café de primera hora, siempre hay alguna relacionada con incomprensibles decisiones de los Altos Tribunales, las cuales tienen la capacidad de irritar tanto y a tantos (o casi) como algunas de las que toman los árbitros en estadios y canchas (sobre todo al ver las repeticiones). E igual podría decirse de algunos fiscales, que en ocasiones se parten la cara por un acusado y en otras cargan contra otro a pesar de que sus pecados sean casi idénticos. Claro que siempre tienen a mano el recurso del concepto de la ‘proporcionalidad’, que al ser algo no mensurable permite que, al cabo, se imponga la subjetividad del jurista. Por ejemplo, el candente caso del muchacho que, dedicado a grabar y difundir las bromas callejeras que gasta a desconocidos, fue abofeteado por un ‘currante’ al que no lo hizo gracia la cosa (XII-16); algunos expertos en leyes sostienen que la torta es perfectamente proporcional, mientras que otros aseguran que este insulto y esta situación no justifican la reacción del trabajador que amablemente indicaba una dirección al faltoso… Es por eso que se producen actuaciones y resoluciones en los juzgados que resultan desconcertantes.

El asunto es que se ha comprobado (pues nunca ha dejado de sospecharse) que el clan de los Pujol-Ferrusola (progenitores y casi todos sus vástagos) no han dejado nunca sus chanchullos, ni siquiera cuando se destapó y empezó a investigarse su entramado de blanqueo, fraude, prevaricación, tráfico de influencias, evasión de capitales, cohecho, falsedad, malversación, Banca Catalana, Caso Itv…, todo ello presuntamente. Sin embargo, a pesar de las toneladas de indicios más que razonables y de las pruebas prácticamente irrefutables que contra ellos pueden presentarse, los magistrados de las audiencias competentes jamás han tenido propósito de tomar contra ellos medidas cautelares; es decir, aunque las evidencias apuntaran de modo inequívoco, ninguno de los que han tenido vela en este entierro se ha atrevido a decretar prisión provisional contra el ex honorable y su prole.

Incomprensiblemente, misteriosamente, se les permite seguir en libertad para que continúen con sus amaños y trucos dinerarios a pesar del riesgo evidente de destrucción de pruebas: se sabe de un ordenador lleno de datos que cuando iba a ser requisado ya había sido sustituido por otro cuyo disco estaba vacío; y ello a pesar de que algunos integrantes de la ‘familia’ no han dejado sus actividades y tejemanejes; a pesar de que uno de los de la Audiencia Nacional, Mata de nombre, sentenció que “todos los miembros han estado orquestando durante años una estrategia compartida y coordinada para desarrollar distintos negocios económicos, generar réditos, ocultarlos, y distribuirlos entre todos de acuerdo con criterios establecidos para conseguir el lavado de los activos conseguidos”. Pues si eso es lo que deduce usted, Señoría, actúe en consecuencia, es decir, utilice las herramientas legales a su alcance para que los tales no continúen delinquiendo y, seguro, deshaciéndose de pruebas incriminatorias (cualquiera lo haría).

Pero lo que en realidad sorprende es que sí se hayan apresurado a meter provisionalmente en el trullo al tipo ese, llamado Blanco, que utilizó la enfermedad de su hija para allegarse donaciones de paisanos bondadosos e ingenuos (todo presuntamente, claro). Con éste sí que se atreven, con este tipo de delincuente sí que sacan pecho y aplican la ley con el máximo rigor. Así las cosas, parece oportuno preguntarse ¿Qué criterio se aplica para enviar a prisión provisional a quien estafó medio millón (más o menos) y se permite que continúen sus correrías quienes trincaron, falsearon y lavaron, tirando muy bajo, cinco mil millones? La única respuesta posible es que el impresentable padre se llama Juan Nadie mientras que otros cuentan con la importancia de llamarse Pujol… Igual que llamarse Urdangarín, quien tras su imponente braguetazo se lanzó al aprovechamiento de su privilegiada situación; igual que llamarse Rato, quien ha evidenciado ser más bien un rata que, seguro, se guardaría los céntimos que el camarero le diera de más en las vueltas del café. Asombra e irrita que se dicte prisión previa y sin fianza para un caradura y no para otros de igual condición pero con acusaciones mucho más gruesas.

En fin, se imponen términos como proporcionalidad o criterio. Y no es descabellado sospechar que también tiene que ver la importancia de llamarse…    


CARLOS DEL RIEGO

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