Mapa del 'Regni Hispaniae' de finales del siglo XVI que, como puede verse, incluye Catalonia, Aragonia, Legio, Castilia Vetus.... |
Hay que tener en cuenta que esta
táctica de la obstinación, utilizada desde siempre por niños y adolescentes,
puede dar buenos resultados si, a causa del cansancio, se termina cediendo.
Hace unos días tuvo lugar en Cataluña otra multitudinaria manifestación
independentista con representación de prácticamente todos los estamentos
públicos autonómicos; con ella tratan de enviar el mensaje de que sus
peticiones son un clamor popular, un sentimiento general que está respaldado
por una aplastante mayoría de catalanes; pero la realidad dice que, por mucho
ruido que metan, no son mayoría (conviene recordar que diez personas gritando alborotan
más que mil en silencio). Sea como sea, la recurrente y monótona melopea en la
que basan sus exigencias son lo mal que les trata hoy y lo mucho que en el
pasado les ha perjudicado España (quieren decir el resto de España).
Es fácil rebatir esas posiciones, y no
son pocos los que lo han hecho desde todos los ángulos con datos, cifras,
documentos…, pero los muchos catalanes convencidos de un modo casi fanático no
van a atender a ningún razonamiento: están tan adoctrinados que su verdad actúa
como un muro de contención que impide la asimilación de cualquier idea o
pensamiento contrario a su credo. Por otro lado, el hecho de que hoy (IX-16)
haya más independentistas, y más combativos, obedece a la política de
catequización que ha llevado a cabo el gobierno autonómico en las últimas
décadas: desde la escuela hasta la universidad, a través de los medios de
comunicación, en los ámbitos culturales, sociales, económicos y deportivos,
desde estamentos oficiales y a través de normativas…, toda iniciativa, proyecto
o idea que tuviera intención segregacionista ha sido siempre generosamente
subvencionada, eso sí, con dinero de todos, de los nacionalistas y de quienes
no lo son; así, es lógico que haya aumentado el número de catalanes con ese
pensar, pero por otro lado, es significativo que después de décadas de aleccionamiento
sistemático y generalizado el sentimiento separatista no sea aplastantemente
mayoritario.
Aunque razonamientos contrarios a su
certeza absoluta no les van a penetrar jamás, algunos especialistas no dejan de
insistir. El catedrático Gabriel Tortella (Barcelona, 1936), una de las voces
más autorizadas en todo lo referente a la historia económica de España,
especialista de enorme prestigio internacional y autor de obras tremendamente
ilustrativas, publicaba recientemente (junto a otros autores) el ensayo ‘Cataluña
en España. Historia y mito’. Con este motivo ha concedido entrevistas con
declaraciones y reflexiones jugosísimas a las que cualquiera con interés puede
tener acceso. El profesor aporta datos irrefutables y lúcidas conclusiones, sin
embargo, como él subraya: “¿Qué pasa cuando los economistas rebaten las tesis
nacionalistas?, pues que dejan de hablar de ello, pero siguen repitiendo lo de
España nos roba”, e igualmente “Los hechos históricos demuestran que nunca
existió un país catalán”, o “Que el padre pueda elegir en qué lengua estudia su
hijo se considera un ataque a Cataluña”.
Se puede ir, igualmente, a los textos
que han dejado cronistas, autores e historiadores catalanes de época anterior a
la unión de las coronas catalano-aragonesa y castellana, obras en las que no se
aprecia el mínimo resentimiento hacia el concepto de España. En el siglo XV
hubo autores como Gabriel Turell, que alude en uno de sus escritos a la “bella
obra como se mostra en Spanya”; como Pere Tomic, barcelonés, quien se refería
al ampurdanés Dalmau de Crexell como un caballero que destacaba más “que nengun
cavallers que lavors fos en Hispanya”.
Mucho
después, quien fuera líder de la Lliga Regionalista, Francesc Cambó, explicaba
en sus ‘Memorias’: “Diversos
hechos ayudaron a la rápida difusión del catalanismo. La pérdida de las
colonias, después de una sucesión de desastres, provocó un inmenso desprestigio
del estado. El rápido enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número
de capitales que se repatriaban de las colonias perdidas, dio a los catalanes
el orgullo de las riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la
acción de nuestra propaganda dirigida a deprimir el Estado español y a exaltar
las virtudes y merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura”.
También es más que conocida la amarga
decepción que se llevó Manuel Azaña (autor del texto definitivo del Estatut de
1932) tras las “insensatas” actuaciones que llevaron a cabo los políticos de la
Generalitat (nunca señala al pueblo catalán), en aquellos azarosos años treinta
del siglo pasado…; uno de sus mayores desengaños fue cuando se enteró de que
Companys había proyectado una paz por separado con Franco, e incluso
pretendiendo que Francia e Inglaterra tutelaran ese proceso.
Los más adheridos a la idea única y
absoluta del separatismo no permitirán que ningún razonamiento oscurezca su
inmaculada creencia, puesto que no terminan de asimilar el hecho de que
Cataluña no es sólo de los catalanes, como Andalucía tampoco es sólo de los
andaluces; y todo lo que sucede en cualquier parte del país afecta y es asunto
de todos. No es difícil de digerir, pero el sectarismo excluyente no atiende a
razones.
CARLOS DEL RIEGO
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