A diferencia de otros cantantes ajenos al rock, el fallecido Juan Gabriel sí que hizo con buena nota una de un clásico del género. |
Autor de nada menos que ¡1.500
canciones!, el célebre artista accedió a participar en el disco ‘Quiero
Creedence’, un álbum publicado hace unas semanas en el que diversos grupos y
solistas de origen hispano se atrevían con la banda californiana. Realizada con
verdadera admiración y personalidad, Juan Gabriel es una auténtica excepción en
ese escabroso terreno de la versión de clásicos del rock hechos por cantantes
extraños a este género. Y es que, aunque no es algo muy habitual, hay veces en
que nombres reconocidos en el mundillo de la ‘canción ligera’ se aventuran a
hacer suyas partituras que, realmente, tienen tan poco que ver con su estilo
que, por regla general, la cosa desemboca en auténticas catástrofes que mueven
a la hilaridad o a la vergüenza ajena.
El mencionado recopilatorio ‘Quiero
Creedence’ presenta una selección de piezas fáciles de reconocer por quienes
vibraron con el grupo de John C. Fogerty, pero también por quienes las han
conocido décadas después de la desaparición del cuarteto. Así, además del
fallecido Juan Gabriel, en ese curioso elepé están Los Lobos, Andrés Calamaro, Bunbury,
Salvador Santana (sí, el hijo de Carlos) acompañado por Juanes, el dúo formado
por Bill Gibbons (el de ZZ Top) y La Marisoul (cantante de La Santa Cecilia) y
otros. Una sorprendente y heterogénea mixtura de grupos que, individualmente,
tienen muchos padres y madres, pero que han encontrado un cariñoso nexo en los Creedence.
En mayor o menor medida todos tienen base en el rock o sólidas conexiones con
éste. Todos excepto Juan Gabriel, un prolífico artista que apenas tuvo relación
con la música rock, pues siempre se movió por las aguas de la ranchera y la balada
romántica.
El ‘Divo de Juárez’ no se limitó a
hacer una fotocopia más o menos coloreada, más o menos retocada del siempre
sugerente ‘Have you ever seen the rain’, sino que escribió una nueva letra y,
¡cómo no!, le dio su toque, la vistió con su estilo, le proporcionó un nuevo
corazón…, ¡y al mismísimo John C. Fogerty le encantó!, tanto que se deshizo en
elogios para la versión y para el propio Juan Gabriel. Convertida en ‘Gracias
al sol’, la pieza modifica con solidez y personalidad la intención original, quitándole
hierro y haciéndola más amable. El resultado es notable y no desentona en su
repertorio.
No se puede de decir tanto de otras
ocasiones en las que cantantes de diversos pelajes practican sin rubor el intrusismo en géneros
musicales que les son ajenos, que no han asimilado y, por tanto, no comprenden.
Un caso célebre y paradigmático lo protagoniza el cantaor El Príncipe Gitano. Cuando
se empieza a escuchar la ‘traducción’ que hace del clásico de Elvis ‘In the
ghetto’ es casi imposible evitar la chanza al comprobar esa pronunciación, esa
dicción del inglés pasado por el deje flamencoide y el tonillo agitanado que
exhibe el cantante valenciano; después se pasa a un sentimiento de vergüenza
ajena, a una especie de sonrojo en carne propia que el cantante no siente; y
finalmente el oyente puede verse invadido por una sensación molesta, un deseo
de que acabe pronto este vapuleo a Elvis y al rock & roll en general. Eso
sí, puede haber criaturas amantes del estilo del cantaor que disfruten de lo
lindo con tal interpretación.
Algo parecido (trasplantar espíritu
rock al mundo rumbero) hicieron Los Gipsy Kings cuando adaptaron ‘Hotel
California’ de los Eagles a su dicharachero estilo. Buena voluntad y cierto
estilo en la elaboración, un resultado final más redondeado, incluso más
‘feeling’ que el anterior, pero la cosa no termina de funcionar; es algo así
como colocarle las alas del avión de los hermanos Wright a un Jumbo 747: fracasará,
se estrellará. Esta versión, sin embargo, tuvo recorrido y alcanzó un moderado
éxito.
Imperdonable fue el destrozo que
Enrique Iglesias hizo con el clásico del pop español ‘Chica de ayer’. Su
entonación blandurria y pretenciosa, su impostura y afectación, su pronunciación
pretendidamente chulesca, el mal gusto a la hora de enlazar tanto versos como
palabras (en directo es algo verdaderamente horroroso), los calamitosos
arreglos y coros que rozan el crimen…, son razones más que suficientes para que
‘esta cosa’ pueda ser calificada como auténtica falta de respeto, como un
verdadero insulto. Es, sin la menor duda, una de las cumbres del mal gusto, una
zafiedad sólo al alcance de quien no se da cuenta de que un caballito de
tiovivo no puede participar en un concurso hípico.
Poco menos es el ‘Blame it on the
boogie’ de The Jacksons que el mexicano nacido en Puerto Rico Luis Miguel
retituló ‘Será que no me amas’. Baste señalar algo evidente: Luis Miguel no
tiene lo que tenía Michael Jackson…
Aunque más cercano a los ambientes del
rock (¿en serio?), también puede recordarse un ‘Walk on wild side’ de Lou Reed
que Albert Pla convirtió en ‘El lado más bestia de la vida’. La traducción
tiene mucho que ver con el original, pero ahí se quedan los méritos del
catalán, ya que esta revisión carece de gracia y de cualquier cualidad
artística, con lo que la pieza del neoyorquino se convierte en algo vulgar,
ordinario. Transfigura el original “tu, turú…” de las ‘coloured girls’ en un
(aunque le pese) españolísimo “lolai, lolailo”; la brillante melodía queda
oscurecida por falta de aptitudes y la interpretación está exenta de armonía, o
sea, este individuo no canta un pimiento; y es que incluso para cantar a los
ambientes más sórdidos o para hacer burla hay que hacerlo con un mínimo de
chispa, de ingenio…, de eso que aquí (sólo aquí) se conoce como salero. Eso sí,
hay gente a la que le gusta esta bruta visión de la canción… Para eso están los
colores.
Hay otras muchas, pero para no pasar un
mal y vergonzoso rato, mejor dejarlo aquí…
CARLOS DEL RIEGO
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