La preocupación sanitaria de Pau Gasol respecto a los Juegos de Río no es la única a tener en cuenta |
El gran Gasol pone sobre la mesa dudas muy
razonables acerca de los problemas sanitarios que puede ocasionar el ya famoso
‘virus del zika’; y no es una opinión desinformada, ya que más de un centenar y
medio de científicos han firmado un escrito mediante el que aconsejan el
aplazamiento o el traslado de los Juegos. Otros especialistas apoyan a la
Organización Mundial de la Salud (OMS), la cual quita importancia y
peligrosidad a la picadura del mosquito y da la razón al COI, que ni siquiera
ha sopesado la posibilidad de modificar fechas o sedes. Asimismo hay que tener
en cuenta que el riesgo de contagio no sólo afecta a los participantes, sino
también a los miles de espectadores que llegarán a Río procedentes de todo el
planeta y que, en el peor de los casos, pueden llevar la enfermedad a cualquier
rincón del mismo.
Pero la realidad señala muchos otros problemas que
van a acompañar a deportistas y visitantes durante los Juegos de la trigésimo
primera Olimpiada. Así, es noticia la actual situación del país anfitrión,
acechado por imponentes dificultades políticas, sociales y económicas. Y por si
fuera poco, siempre está la cuestión de la elevada inseguridad, con unos
índices de delincuencia intimidatorios y una preocupante violencia extrema en
cualquier calle de la que será la primera ciudad olímpica de Sudamérica; hace
unos días unos regatistas españoles que volvían del entrenamiento fueron
asaltados en plena calle y a la luz del día por unos pistoleros que los dejaron
(literalmente) con lo puesto; meses atrás se supo de asaltos sexuales a la
vista del público en los autobuses, siendo notorio el de una turista
estadounidense que, asimismo, acusó de machismo y dejación a la policía cuando
denunció; ¡y qué decir del repugnante caso de la adolescente atacada por nada
menos que treinta hombres y grabado todo en vídeo! No puede extrañar que
algunos brasileños famosos desaconsejen la visita a su país en las fechas
olímpicas.
En el fondo lo que subyace es la postura dudosa, equívoca,
del Comité Olímpico, que otorga la organización de los juegos de un modo no
sólo arbitrario, sino totalmente oscuro y evidentemente sospechoso. No parece
lógico que los votos sean secretos, puesto que de ese modo la cosa se presta a
todo tipo de chanchullos; es más, no sólo deberían ser públicas las votaciones,
sino que cada integrante del COI con derecho a voto debería explicar
abiertamente el por qué de su decisión, ya que el secretismo da pie a
monstruosos casos de corrupción, venta evidente de voluntades, circulación de
dinero negro… En este sentido claman al cielo despropósitos inimaginables, como
que se otorgue la organización del colosal evento a ciudades con todo por hacer
en detrimento de otras que tenían mucho trabajo ya hecho; esto viene a
demostrar de modo concluyente que miembros del comité comercian con su
decisión: si una ciudad aspirante a olímpica tiene que construir las enormes
infraestructuras e instalaciones, se pondrá en movimiento una cantidad ingente
de dinero, parte del cual irá a parar a los bolsillos de los que secretamente
deciden la sede, mientras que si apenas hay que construir nuevos estadios y
recintos habrá menos pasta en circulación, con lo que el beneficio para los
directivos del COI disminuirá; por ello se adjudican juegos (y otros eventos
deportivos como el Mundial de Fútbol) en función de lo que cada miembro con
derecho a voto puede recibir (los casos de corrupción en estos entornos son de
sobra conocidos).
Desgraciadamente, los Juegos Olímpicos hace mucho
que perdieron su inocencia, su espíritu; no es que anteriormente no hubiera
tramposos, sinvergüenzas y aprovechados a su alrededor, pero la dimensión que
todo ha adquirido últimamente es más que preocupante. Bien podría señalarse
Múnich 72 como el inicio de la perversión de las citas olímpicas (con el
secuestro y muerte de atletas a manos de terroristas), aunque también puede
decirse que la cosa empezó a torcerse con la masacre sucedida en días previos a
México 68. Luego, como es sabido, llegaron los boicots y la comprobación de
infinitos casos de dopaje.
Tampoco es baladí la cuestión del programa olímpico.
Así, en las últimas ediciones se han visto incluidos auténticos sucedáneos de
deporte y disciplinas verdaderamente vergonzantes; por ejemplo el vóley playa,
que está muy bien para jugar ahí, pero no para equipararse a las competiciones
tradicionales (¿qué será lo siguiente, el torneo de pelotón de nivea?); e
igualmente algo que se ha dado en llamar gimnasia acrobática, que es, objetivamente,
una sandez con tanto de deporte como los catalanes castellets; y también está eso
de las bicis BMX; en fin, que nadie se extrañe si en venideros juegos se
incluyen las carreras de sacos, el soga-tira o el tute. Es evidente una
vulgarización del programa, que pierde así su naturaleza, su alma, esa
sustancia que de algún modo conecta al atleta de hoy con los de la Antigüedad.
Además, siguen en el calendario modalidades como la
gimnasia artística o la natación sincronizada, que tienen mucho de arte y nada
de deporte; en éste da igual que el ejercicio se haga de modo tosco o elegante,
lo único que importa es llegar más lejos o más alto, llegar antes, anotar más…,
sin que cuente lo bonita o fea que sea la ejecución, mientras que en esas
gimnasias y nataciones lo que cuenta, lo que da el triunfo es la coordinación,
la coreografía, la belleza, la originalidad…, incluso lo llamativo de la
indumentaria o la sonrisa del protagonista, valores cien por cien artísticos
pero en ningún caso deportivos. Por otro lado, modalidades con rancia tradición
olímpica ya no tienen el menor sentido en la actualidad, así la doma clásica
(equitación) o el pentatlón moderno.
Todo ello: el secretismo y el mercantilismo (que
conducen al gigantismo), la vulgarización (que le quita el encanto de lo extraordinario),
la intromisión de la política (que todo lo ensucia)… están quitando a los
Juegos Olímpicos su encanto, su solemnidad, su esencia… Y sin contar con el
eterno problema del dopaje.
Si Coubertin levantara la cabeza y viera qué han
hecho con su ilusionante idea…
CARLOS DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario