Unos fachas auténticos, muy valientes ellos, apalearon a dos chicas que apoyaban a la selección de fútbol. |
La mayoría de esas agresiones proceden de
extremistas que insultan, amenazan, destrozan y sacuden una buena tunda a
quienes se atreven a tener una ideología distinta y manifestarlo abiertamente.
Unas chicas que en Barcelona apoyan a la selección española de fútbol, unos
voluntarios de un partido democrático en Madrid, otra mujer apaleada en una
provincia de Castilla la Vieja…, así como múltiples charlas, encuentros y
debates que los que no entienden qué es democracia boicotean con violencia; son
algunos ejemplos notorios de la ignorancia del significado y la esencia de este
modelo político, y por eso, los matones suelen acompañar la agresión con insultos
como “nazis, fascistas”…
El problema reside en que hay muchos que no son
capaces de asumir una ideología contraria, de modo que cuando se topan con ella
reaccionan violentamente; es decir, hay personas que no han interiorizado el
significado y la esencia de la democracia (el respeto a otra creencia). Todo
ello tiene una muy fácil explicación: aunque resulte difícil de entender, es
evidente que hay mucha gente que aun no ha comprendido las reglas del juego (de
la convivencia), y por eso reaccionan violentamente cuando alguien los
contradice. Un síntoma del analfabetismo democrático en que viven muchas (muchísimas)
criaturas es la identificación entre la ideología liberal, conservadora o de
derechas con el fascismo o el nazismo; la diferencia (abismal) entre una cosa y
otra reside en que el partido conservador democrático repudia la violencia y respeta
los Derechos Humanos y las normas surgidas del parlamento legítimo, mientras
que el grupo fascista odia a los que no lo son, desprecia al discrepante y reacciona
con rabia y violencia ante el que opina diferente. En resumen, en contra de lo
que creen muchos con escaso conocimiento del asunto, tener ideas conservadoras
no equivale a ser fascista. Ni muchísimo menos.
Así, es oportuno preguntarse ¿quién es el fascista,
el que utiliza la libertad para expresarse legalmente o el que le embiste,
ataca y golpea con odio? ¿Alguien se imagina a la Gestapo, las SS o las
Juventudes Hitlerianas atizando a comunistas, judíos, homosexuales, gitanos… a
la vez que les llama “nazis de mierda” o “sucios fascistas”? Pues esto es lo
que están haciendo muchos individuos cuyo pensamiento aún no ha entendido ni
integrado el concepto de respeto a la opinión contraria, de modo que no son
capaces de caer en la cuenta de que se están comportando como lo hacían los
Camisas Negras en Italia o los de Fuerza Nueva en España. En estos y en
aquellos casos subyace el más puro relativismo moral: se sienten posesores del
único modo de pensar admisible y, por tanto, se creen superiores moralmente, de
modo que están convencidos de que pueden despreciar y, llegado el caso, sacudir
legítimamente a los demás.
Igualmente es síntoma de total ignorancia de lo
democrático el hecho de tildar de fascista a quien porta la bandera roja y
amarilla; sólo mentalidades estrechas y totalmente exentas del más elemental
concepto de lo que es el respeto al otro pueden funcionar de ese modo. Es
increíble, en fin, que aun haya que recordar que la bandera de España lo es
mucho antes de que empezaran los 40 años del franquismo.
El analfabeto democrático, en fin, estaría encantado
de que se ilegalizaran los partidos contrarios a su ideología; así, si
estuviera en su mano, el ultraderechista suprimiría y perseguiría toda
agrupación política, sindical o social que fuera considerada roja; e
igualmente, el ultra de izquierdas no duda en exigir la ilegalización de
cualquier cosa que suene conservadora o de derechas; en uno y otro caso se
pretende la imposición del pensamiento único. Es el maniqueísmo en estado puro:
son buenos todos los que piensan de un modo y malos los que opinan lo contrario.
Casi nadie duda actualmente de la necesidad de los grupos de izquierdas, sin
embargo, sí que hay cantidad de ciudadanos que no ven más que perjuicios e
inconvenientes en la existencia de partidos conservadores. La derecha
democrática, en contra del parecer de los que no han logrado entender qué
significan esos términos, es absolutamente imprescindible para que exista una
democracia verdadera y sana, del mismo modo que lo son los partidos de
izquierda que respetan las reglas de la libertad y el pluralismo. En caso
contrario, si una de esas posturas trata de imponerse por la fuerza, se llegará
al totalitarismo, ya sea comunista o fascista.
CARLOS DEL RIEGO
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