Las capacidades canoras de este perdonavidas no son superiores a las de un aullador |
Ocurre a veces que auténticos paranthropus se
sienten poseídos por la certeza, o sea, están tan convencidos de su idea y de
que sólo ellos están en lo cierto, que todo aquel que se atreva a tener
pensamientos que no concuerden con los suyos son, al menos, dignos de su
desprecio y de su asco (parecidos deben ser los estímulos que mueven a los
chimpancés a pelear hasta la muerte con los grupos rivales). Pues el caso es
que de ese modo se conduce un cantante que lleva décadas riñendo al personal y
fusilando a los clásicos con su desmayada melopea; un vestiglo, en fin, de
aspecto amargado, avinagrado y colérico que gusta de hacerse notar a base de
proclamar una superioridad moral que él mismo se atribuye porque cree en lo que
cree.
Este individuo (homónimo del genial creador de
Mortadelo) ha vomitado su inquina, mostrando el fanatismo más virulento y la
envidia más insidiosa, contra los que no están tan enfadados con la vida y con
el mundo como él (lo más habitual en estos casos es que, en realidad, con quien
está cabreado e insatisfecho es consigo mismo). Así, el muy sectario proclama a
voz en grito “me dan tanto asco los del partido X que jamás cantaría en un
lugar gobernado por ellos” (realmente no importa que sea el partido X que el Y
que el Z); de todos modos, eso que ganan esos ayuntamientos, ya que hay que
tener mucho estómago para encontrar armonía en alguien que cuando intenta
cantar apenas produce primitivos sonidos guturales…, como los que emite el
demonio de Tasmania. Sus cualidades canoras no son superiores a las de los
monos aulladores, aunque es cierto que este Cantamañánez presenta una variante
que lo hace único, y es la gran cantidad de bilis que permanentemente inunda
sus fauces.
Atendiendo exclusivamente a su faceta artística (¿),
es evidente que el trémolo de su voz, ese tembleque que tanto prodiga, semeja
al balido de los ovinos, de modo que cuando pretende cantar no hace sino imitar
el berrido de los cápridos (ya en su tiempo esos usos eran tenidos como característicos
del ‘cantante-oveja’). Siempre pretendió imitar a autores como Brel o Brassens
pero, a años luz de su talento, nunca ha hecho otra cosa que reciclar. Tosco,
ausente de indicios de armonía y con un registro limitadísimo, su entonación
resulta cargante, latosa…, por más que cuente con muchos adeptos; curiosamente,
muchos de los que coreaban sus canciones en épocas de la dictadura, son ahora
la diana de sus desprecios. Asimismo, su orgullo y soberbia le llevan a
sostener que cuando dejó de actuar, en los años ochenta, fue por una cuestión
política e ideológica, cuando la realidad dice que en esa época la figura del
‘cantante-protesta’ se miraba como algo rancio e inoportuno (algo que antes o
después sucede con todos los géneros musicales). Se cree tan superior a quienes
no comparten su credo y sus gustos que cuando alguno de ellos alcanza el éxito no
es capaz de soportarlo, no es capaz de aceptar esa posibilidad, y por eso se
revuelve tan violentamente.
Pero no se conforma el fulano con vilipendiar a
quienes osan contradecir su dogma, sino que tiene rabia y hostilidad suficiente
para repartir entre otros colectivos. Y es que también la ha tomado con
aquellos que tiene por inferiores moral y profesionalmente y que, sin embargo,
han llegado más alto que él; tal cosa le debe sentar tan mal que, por fuerza, le
tiene que provocar unas rabietas horribles. El caso es que el elemento ha dicho
que detesta a esos “deportistas de mierda, mamarrachos y asquerosos, como Gasol,
yo los desprecio no sabes hasta qué punto, me dan asco”…, justamente este odio
rabioso debía ser el sentimiento y el pensamiento de las Juventudes Hitlerianas
y de las SS en la Alemania de 1938 cuando hablaban de judíos, comunistas, homosexuales,
gitanos, discapacitados… De todos modos, si se reflexiona un poco sobre ello se
puede llegar fácilmente a la conclusión de que el sujeto en cuestión no deja de
ser digno de lástima, ya que con tanto odio y resquemor debe pasarlo fatal pues,
invadido por toda esa maldad, apenas debe tener tiempo para vivir.
En fin, cuando alguien se detiene unos instantes a considerar
a esta estantigua, a este endriago saturado de rencores, es fácil que se
contagie de ese sentimiento aunque, afortunadamente, ha desaparecido de escena
y muy rara vez se repara en él. Y por si fuera poco, otra ‘virtud’ que adorna
su encendido estalinismo y su brutal sectarismo es la devoción que profesa por
los asesinos etarras, una admiración hacia los más viles y ruines con la que
demuestra estar perfectamente integrado en ese pensamiento.
Si supiera escribir seguro que ya hubiera hecho unas
cuantas canciones-panfleto. Pero es que incluso para soltar la mala baba a
través de la música hay que tener un mínimo de talento con el que poder
expresarla, un mínimo de ingenio para trasladarla a este lenguaje. Claro que si
se vive en la inquina, si se pasa por el mundo irradiando odio desde el
sentimiento más fanático es casi imposible salir de la mediocridad.
CARLOS DEL RIEGO
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