Vale todo, jugar bonito o feo, a la defensiva o al ataque, lo único que importa es ganar. |
Así, hay profesionales, periodistas y personal de a
pie que subestiman el triunfo de los que, con un estilo más tosco o
sencillamente distinto, alcanzan los máximos objetivos. Más aún, se han
escuchado voces muy autorizadas que, rozando o entrando totalmente en la falta
de respeto, se permiten decir cosas como “ese modo de jugar es indigno”, o “me
aburre y me asquea esa manera entender el juego”, o “es una injusticia que el
que mejor lo hace haya sucumbido ante una propuesta tan rácana”, o “me daría
vergüenza ganar así”.
Sin embargo, quienes tienen esa opinión están
equivocados, puesto que en el deporte, en el verdadero deporte, no importa cómo
se haga, no influye en el resultado final una mejor estrategia o táctica, más
elegancia de movimientos, una deliciosa sincronización, la superior perfección
técnica o, en el campo de fútbol, las ocasiones acumuladas, el estilo o la
posesión. Nada de eso tiene en el deporte profesional la mínima importancia,
puesto que como decía un sabio, lo único que vale, lo único que queda, lo único
que satisface, lo único por lo que se deja la piel en la cancha es ganar, una y
otra vez; o sea, que dan igual las maneras y recursos que se utilicen en la
pelea deportiva: sólo cuenta el resultado final (lógicamente sin hacer trampas)
y en éste no influye cómo se ha llegado a él. Por eso, a diferencia del
verdadero deporte en el que no se reflejan en el resultado cosas como la gracia
o el primor en la ejecución, hay competiciones que no han de ser consideradas
como deporte, ya que en ellas lo que cuenta, lo que organiza la clasificación
es cómo lo han hecho los competidores, o sea, intervienen factores como la
sincronización, la coordinación, la coreografía, la elegancia…, que son valores
de las artes escénicas, no deportivos.
En la esencia deportiva está la libertad para que cada
uno juegue como sabe, tratando de utilizar sus armas e inutilizar las del
rival, o sea, cada equipo o deportista hace lo que puede y lo que el contrario
le permite. Y todo es válido, todo es legítimo, más aún, se antoja deseable que
exista variedad de estilos, propuestas diferentes que se enfrenten. Por eso, no
resulta admisible que se menosprecie una manera de hacer, ya que así se está
dando a entender que todos deben jugar del mismo modo, todos igual, y quien se
salga de la norma “es indigno, vergonzoso”.
En la cancha de tenis se produce esta controversia
de una manera muy particular. Por un lado están los que gustan del juego
directo, el de palo y tentetieso, el que sólo se preocupa por golpear y
golpear; y por otro están los que optan por usar más variantes, recursos
diferentes, y armas como ceñirse al plan, mantenerse positivo, leer el
desarrollo del juego… y no perder de vista aquello de que más vale maña que
fuerza. Los que están en contra del zambombazo constante afirman que es un
juego de robots que alargan el brazo y atizan todo lo fuerte que pueden, sin
importarles otra cosa; de este modo, se ve un golpe ganador cada seis errores
groseros, con lo que la cosa resulta fría, sin lucha heroica, sin drama
deportivo…, todo se queda en ver qué bola corre más. Por su parte, los que
detestan el juego más calmado y variado suelen acusar de ‘pasabolas’ a los que
no buscan pronto el golpe definitivo, y añaden que se aburren con los intercambios
insípidos, con lo de defender y esperar el error del contrincante… Pero lo
cierto es que, al igual que en cualquier verdadero deporte, es ideal que
existan muchas modalidades, muchas posibilidades, muchas formas de ganar; es
deseable el enfrentamiento entre una estrategia y otra, entre la propuesta
defensiva y la agresiva, entre quien aguanta la bola y quien trata de romperla,
entre el método más vistoso y el menos lucido.
Todo sistema es, siempre que esté dentro de las
normas, absolutamente lícito, de modo que utilizar calificativos como “indigno”
para descalificar el triunfo de quien no juega bonito, equivale a demostrar que
no se entiende el hecho deportivo. Es decir, da la impresión de que existen
profesionales y aficionados que desearían que en el resultado del partido
quedara reflejado el modo en que se ha jugado, o las ocasiones que se han
tenido, o el porcentaje de posesión de balón. Un disparate; quien desee esto es
mejor que lo busque en un escenario, donde lo que se desea es el valor
artístico, los movimientos, las expresiones…, y no en un campo de juego, en
donde sólo interesa anotar más que el rival, o llegar antes, o más lejos. Esta
es la esencia del deporte y sólo del deporte: más rápido, más alto, más fuerte,
no más sincronizado, más elegante o más coordinado.
En fin, todo hincha o simpatizante siempre preferirá
que su favorito gane jugando mal a que lo haga de maravilla y palme, igual que
todo deportista, igual que todo el mundo.
CARLOS DEL RIEGO
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