Esto es un montaje, claro, pero seguro que, si se pudiera, habría narcisistas que se prestarían. |
Hace unos días se publicó la noticia: en un zoo de
China un turista quiso autorretratarse al lado de una morsa, pero el animal,
jugando, agarró al hombre y se lo llevó al fondo, un cuidador se lanzó para
ayudarlo y los dos murieron ahogados en ‘brazos’ del pinnípedo dentón. Sucesos
similares con otros animales saltan a los medios casi a diario. Lo de hacerse
la autofoto conduciendo, mientras se adelanta, mientas se canta o realizando
cualquier otra temeridad es ya un clásico que, más de una vez, ha terminado en
tragedia. También se ha convertido en cosa corriente poner cara de velocidad
sujetando el teléfono con una mano y agarrándose con la otra al borde del
abismo; o colocarse a una cuarta del tren que pasa lanzado sonriendo
bobaliconamente; o apuntarse a la sien con una pistola presuntamente descargada
y dispararla a la vez que el móvil… Infinitas situaciones igualmente o más
disparatadas pueden encontrarse en la red, y casi tantas con terribles
consecuencias, ya que hay que tener en cuenta que cuando se mira a cámara se
pierde la atención a todo lo que ocurre alrededor, y si se está pendiente de un
hilo, perder la atención puede significar perder la vida.
Es esta una de las consecuencias indeseables de
estos magníficos utensilios que muchos han convertido en el medio para hacerse
pasar por héroes y sentirse importantes; así es, miles de personas en todo el
mundo que, sin nada mejor que ofrecer, han encontrado en el móvil la
herramienta perfecta para llamar la atención, para gritar algo así como “¡estoy
aquí, miradme todos, prestadme atención”! Sin embargo, como todo en este mundo,
la cosa es cuestión de medidas, es decir, se agradece la imagen de un paisaje
idílico y exótico con la parejita en primer plano, pero exponerse a un alto
riesgo para convertirse en viral es
propio de necios que, tarde o temprano, sufrirán indeseables consecuencias. Lo bueno
(o lo malo) es que, lejos de demostrar algún mérito, esos incautos de las
autofotos en situación peligrosa no hacen más que dejar en evidencia una simpleza
extrema; y hay que tener en cuenta que si en la naturaleza la selección acaba
con los débiles, heridos y enfermos, en el hábitat humano acaba con los que,
demostrando gran sandez, se ponen innecesariamente en peligro.
Curioso es el hecho de que estas personas que dejan
la vida, o están a punto, por una foto no sólo no despiertan empatía o lástima,
sino que la mayoría de espectadores suelen decir (o al menos pensar), “¡le cayó
bien, por tonto!”; y lo cierto es que esta opinión no es del todo descabellada
e insolidaria, ya que, realmente, quienes se ponen en tan alto riesgo a cambio
de una instantánea con la que presumir ante amigos y desconocidos en las redes
sociales, demuestran no sólo tener poco seso, sino también un ego enorme, una
vanidad y unas ganas de exhibirse que, al menos en algunos casos, les hace
perder la cabeza…, tanto metafórica como literalmente.
¿Qué buscan
estos torpes de momento o de nacimiento?, fácil de responder: unos minutos de
gloria y muchas visitas en las redes sociales…como si este tipo de fotos tuvieran
un valor enorme. ¿Y qué decir de quien graba su cara y luego el
cuentakilómetros del coche a 200 k/h para posteriormente subir toda la escena, inculpándose
así ante la policía? La realidad es que todo ello es un ejercicio de
narcisismo, de vanidad irreprimible, ya que el autorretratista quiere ser todo,
tanto el sujeto como el complemento directo, y dejar constancia visual de tan
grande logro. Impresiona pensar que hay tantas personas dispuestas a arriesgar
la vida o la integridad física, a sufrir accidentes espantosos, sólo por verse
circulando por internet de sitio en sitio. ¿Qué tipo de deseo o carencia se
satisface de ese modo?
La prensa seguirá dando cuenta de insensateces de
este tipo. Y la selección natural se encargará de castigar la incontenible fatuidad
de muchas de estas personas.
CARLOS DEL RIEGO
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