Maduro, presidente de Venezuela, trata de adoctrinar al personal
con sus monólogos televisivos
|
La única diferencia está en que los del XXI se
proclaman socialistas revolucionarios, siendo ésta autodefinición creída a pies
juntillas por su legión de seguidores. Y da igual cómo actúen y se manifiesten
dichos jerifaltes, pues sus incondicionales jamás podrán ver la realidad a
través del velo ideológico que cubre sus ojos y altera su razonamiento; es más,
usarán el manido ‘fachas imperialistas’ para señalar a discrepantes.
Chávez fue un excelente ejemplo al que ahora sigue
Maduro. Y en España aparece ahora un personajillo de idéntico corte que los
defiende, un producto de televisión que es homónimo del fundador del Psoe. El
actual presidente de Venezuela (al igual que su predecesor) utiliza los
recursos característicos del totalitarismo más académico: se persigue a quien
osa criticar al jefe, se cierran los medios de comunicación que no se pliegan a
los deseos del partido, se encarcela a los políticos opositores, se carga con
dureza contra la manifestación de estudiantes que pide libertad (no ya mejoras
en clase o menos tasas), se acusa a los demás de los problemas internos (en
este caso la miseria, el desabastecimiento, el paro)…; y cuando la prensa
extranjera denuncia los excesos del caudillo de turno, éste pone el grito en el
cielo manifestando que esos extranjeros “nos odian y quieren destruir nuestro
país”, es decir, el mandamás se identifica con el país, de modo que cualquier
ataque contra él lo convierte en ataque a toda la nación. Viejas recetas
utilizadas por todo tipo de dictadores que, por lo que se puede ver, parece que
siguen teniendo respaldo entre una parte de la población.
Para justificar el encarcelamiento de periodistas y
políticos rivales, así como la represión contra todo el que discrepe, se recurre
a la típica acusación de ser antirrevolucionarios y, por tanto, se entiende
lícito quitarlos de en medio; es un proceder idéntico al de cualquier régimen dictatorial
clásico, en el que se hacía con los ‘desafectos’ lo mismo que hoy hacen los
revolucionarios con los antirrevolucionarios (sorprende que se vea conveniente
perseguir al antirrevolucionario y, a la vez, intolerable perseguir al
desafecto). En fin, son modos que dejan patente el espíritu absolutamente
antidemocrático de esos líderes y sus adictos. Pero lo mejor es que, aquí, en
España, hay muchos que aplauden a los bolivarianos y, al mismo tiempo,
denuncian que aquí, en este país, se vive “bajo un estado policial y tiránico”,
sin darse cuenta de que aquí pueden proclamar tal cosa sin problemas, mientras
que allí serían perseguidos por decir exactamente lo mismo. ¡Pero si hay
personas que defienden la situación de Corea del Norte y despotrican de las
democracias occidentales! ¡Pero si hay gente que tiene a Che Guevara como un
hombre a imitar a pesar de que defendió en la ONU su derecho a fusilar al
opositor!
Lo que alcanza ya la categoría de esperpento es que un
político ‘bolivariano’ (por cierto, hay que recordar que Bolívar no quería una
democracia, sino poseer él mismo todo el poder como si fuera un monarca, pero
con el nombre de ‘monócrata’, término acuñado por el propio libertador),
concretamente el ministro del interior de Venezuela (un general), haya sido galardonado con el premio ¡al mejor
periodista del año! Da igual que el Colegio Nacional de Periodistas de ese país
denuncie la persecución de todo medio que exija libertad de expresión, que más
de un centenar de profesionales hayan sido encarcelados, agredidos y amenazados,
que hayan sido confiscados equipos fotográficos y televisivos, que policías,
militares o ‘colectivos populares’ (que son civiles con pistola afectos a la
revolución) amedrenten a reporteros y asalten redacciones…, nada de eso tiene
importancia a la hora de elogiar como gran periodista al ministro. Este ridículo
y grotesco premio recuerda otro galardón también patéticamente risible: la
esposa de Ceaucescu, el tirano de la Rumanía comunista, fue declarada por el
aparato oficial como la mejor química del mundo, e incluso se destacaba en la
prensa amiga (la única existente en dicho país) que poseía un enorme prestigio
en la comunidad científica internacional; la realidad es que Elena Petrescu
logró su título tras la visita de unos señores con gabardina a su profesor, que
leyó su tesis a puerta cerrada y sin que trasluciera su contenido, que un
profesor que la suspendió fue despedido, que los químicos que publicaban
estudios, investigaciones y trabajos fueron obligados a colocarla como
coautora…
Este es el destino de los caudillos revolucionarios
iluminados, demagógicos, parafascistas: el ridículo más trágico. Y este es el
camino que acaban de emprender Iglesias y sus acólitos, el del parafascismo más
grosero (por más que disfrazado) que no soporta críticas, que justifica actos
terroristas (sólo los de un signo), que simpatiza con dictadores (sólo los de
su signo), que insulta a los rivales y tira de demagogia fácil y populista
dirigida principalmente a quienes quieren destruir el sistema del que él tan
cínicamente se aprovecha. De todos modos, seguramente, este Capillas sea el
Ruiz Mateos del momento, de manera que cuando lleguen las votaciones que el
personal se toma en serio, las generales, el tal Ermitas pase de moda, pues no
olvidemos que es un producto televisivo, una manufactura creada por expertos en
propaganda y manipulación de masas. Algo así como aquel Chikilicuatre, pero no
en el escenario de Eurovisión, sino en el de la política. Aunque,
verdaderamente, ambas cosas tiendan a semejarse.
Y para rematar la cosa, está la farsa bochornosa de
los monólogos adoctrinadores y cotidianos en la tele. ¿Alguien se imagina una
charla televisada del presidente de España (sea el que sea), de un par de horas
de duración y a diario?
CARLOS DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario