Johnny Winter, el héroe ya está en el Olimpo |
La época que va de los últimos años sesenta hasta mitad
de los setenta del siglo XX es considerada por muchos especialistas como la más
auténtica, la que más se identificaba con ‘el rock por el rock’. Es por eso que es el
momento en que aparece la figura del ‘guitarrista-héroe’. En Estados Unidos
descollaron no pocos gigantes de la Gibson o la Fender, nombres que forman
parte de la leyenda de este género musical que, parece ya fuera de toda duda,
supuso una revolución que afectó a toda la cultura posterior. Eran tiempos en
los que a ninguno de esos guitarristas de blues, rythm y rock se le hubiera
ocurrido hacer play-back o (menos aún) recurrir a la hoy imprescindible
maquinita llamada ‘autotune’, que permite corregir voces desafinadas, gallos,
entradas a destiempo y otras deficiencias canoras; no, para el recientemente
fallecido Jhonny Winter, para su colega Rick Derringer, para Ted Nugent y otros
de tal jaez (no digamos para un tal Hendrix) hubiera sido la mayor infamia, la
mayor y más absoluta vergüenza tirar de aparatitos que escondieran defectos
técnicos y artísticos, tan auténticos eran. Además, en aquella mágica década de
los setenta (que tanto dio de sí), el rock aun no estaba domesticado por la
mercadotecnia ni obedecía a los intereses del comercio (al menos no tanto); sí,
todos querían vender muchos discos, salir en portadas y acaparar focos, pero
buscaban esas glorias a base de talento, de grandes canciones, de virtuosismo
instrumental, nada de márketing manipulador, campañas de escándalo-propaganda o
calculados disparates para salir en los medios (entonces más escasos que hoy y
con poco espacio para el rock más ruidoso); el rock de entonces, en fin, se
regía más por emoción y ‘feeling’, y estaba en un plano diferente, en un lugar
cómplice que tenía sus ritos y al que se acudía con cierto sentimiento
transgresor: era algo que te diferenciaba del resto de la sociedad.
Por todo ello, esos guitarristas tenían un halo de
héroes, de figuras míticas que en escena se transformaban en semidioses capaces
de hacer gemir, gritar o susurrar, alegrarse o entristecerse a sus
omnipresentes y amadas guitarras. Eran tipos íntegros y leales con la música
(cosa que no quiere decir que hoy no haya gente como ellos).
Uno de esos héroes fue Johnny Winter, fallecido a
los 70 en julio de 2014. Flaco, albino, larga melena blanquirrubia, con una
adicción superada, tuerto y con guitarra, con el foco sobre él y el rock
fluyendo de modo natural: así era este tejano. Por sus amplis salía un sonido
más limpio y una voz más rasposa, con las seis cuerdas vibrando incansables.
Era la suya una guitarra total y su oferta, rock total. Su producción es amplia
y variada, pero seguro que los más iniciados disfrutarán recordando la versión
del ‘Rock & roll people’ que escribió Lennon, e igualmente disfrutarán
quienes la descubran; por apuntar otros dos títulos, sirvan los muy clásicos
‘Still alive and well’ o ‘Mean town blues’.
Hay más héroes de la guitarra más rockera, cien por
cien estadounidenses y con el rock corriendo por sus venas desde hace ya mucho
tiempo. Es oportuno recordar al gran Rick Derringer, amigo personal y gran
colega del anterior (y de su hermano Edgar Winter). Es Rick un músico prodigioso,
un artista que toca todos los instrumentos, produce con personalidad, compone
de modo brillante, canta y acompaña y, en fin, es capaz de encender al público
más frío con sus deslumbrantes melodías y estribillos. Por mencionar sólo uno
de sus numerosísimos títulos, ¿qué tal el irresistible y célebre ‘Rock &
roll hoochie koo’?
Otro incansable titán de la Gibson es Ted Nugent,
quien también contribuyó a forjar aquella leyenda heroica. Desde Detroit, Ted
siempre supo crear incendiarios riffs de guitarra o entradas apoteósicas (como
la de ‘Smokescreen’) con las que resultaba imposible sujetar la cabeza. Su
‘Stranglehold’ está en el Olimpo del hard-blues.
Sí, sí, hay muchos más, por ejemplo Peter Frampton o
los de los Allman Brothers, los de Lynyrd Skynyrd o los de Blue Oyster Cult… Pero
ahora es el momento de recordar, sobre todo, a Johnny Winter, gran
representante de una época gloriosa, auténtica e irrepetible de la historia del
rock.
CARLOS DEL RIEGO
Gloriosa epoca como tu muy bien dices Carlos.
ResponderEliminarSí, aquellos momentos se ven con un prisma de romanticismo, como unos tiempos que nunca volverán.
EliminarGracias Toñín. Un abrazo