Su aportación al pop hispano no se ha valorado como se ... , y son muy pocos los que reconocen su gran talento. |
Aquí, en España, se suele valorar poco el verdadero
talento, con lo que quienes poseen ese
don son escasamente reconocidos y rápidamente arrinconados, olvidados. Hoy,
apenas doce años después de su muerte, Carlos García-Berlanga es un perfecto
desconocido para los menores y un nombre perdido en la memoria de la movida
madrileña para quienes lo escucharon en vida. Sin embargo, sus creaciones
musicales exhiben genio y personalidad, desparpajo, chispa, pasión, temas
superfluos o pensamientos profundos; y todo ello con gracia y estilo, capaz de
tratar lo más atrevido con total ausencia de ordinariez y abundancia de
inteligencia… Su padre ya había hecho gran cine según parámetros parecidos.
El currículo de Carlos lo señala como un auténtico
pionero, como uno de los primeros en echarse a la calle en los últimos setenta
del siglo pasado. Apenas era mayor de edad cuando, junto a otros nombres
icónicos de aquellos momentos, firmó canciones que representan a la perfección
a la primera juventud libre de dictadura: ‘Rosario’, en la que se anima con
total ingenuidad, sin el menor atisbo de malicia, a largarse de casa tras
clavar una lanza (¿) a alguien; ‘Toca el pito’, una oferta de amistad dicha con
vivacidad juvenil, fresca y despreocupada; ‘Pero que público más tonto tengo’,
esencia punk perfectamente identificativa de la época. En cuanto al sonido…,
bueno, no se podía hacer mucho más con los medios que tenían y con su
‘destreza’ para tocar. Había mucha inmadurez, incluso inocencia en todo, pero
eso es precisamente parte de su encanto.
Después llegó la hora de Pegamoides, que apenas duró
dos o tres años, pero dejó una serie de canciones magníficas, casi todas
escritas por Carlos, fácilmente recuperables gracias a sus inspiradas melodías
y a sus textos, a veces inquietantes y otras intrascendentes, contradicción que
estaba presente en grandes capas de la juventud de aquellos días (en realidad
la juventud siempre es contradicción). Sí, es cierto que lo de ‘quiero ser un
bote de colón y salir anunciado por la televisión’ es una tontería de escaso
calibre, pero refleja la liviandad que se contrapone a la gravedad de ‘El
Hospital’, una canción única, fascinante, sugestiva. Su único álbum contiene
algunas excelencias pop, sencillas y ligeras, divertidas y frívolas,
hilarantes, ingeniosas, encantadoras, como la elemental y directa ‘No sé por
qué’, la desternillante ‘La tribu de las Chochoni’, o ‘Secretos de belleza’, en
la que se señala hasta dónde llegar para estar presentable. Y detrás de casi todo
estaba Carlos García-Berlanga, que recogía ahora influencias del rock siniestro
(o gótico), del glam rock y hasta de la música disco más horterilla. Pero el
resultado es innegable a pesar de las limitadas condiciones canoras de Alaska;
¿por qué cedería tantas veces la voz solista?
Lo de Dinarama fue una ligera vuelta de tuerca, de
modo que cuando daba impresión de agotamiento, Carlos vuelve a inventar éxitos
rotundos, emblemáticos, evidentes, piezas vehementes y apasionadas, melodías
irresistibles que el tiempo no ha deslustrado. Durante toda la segunda mitad de
los ochenta mostró potentes destellos de talento. Luego, en solitario, las cosas no le fueron
tan bien, a pesar de lo cual siguió escribiendo canciones meritorias y
publicando muy buenos álbumes, como su obra final, ‘Impermeable’.
Tímido y reservado de puertas afuera, no era muy
hablador y no le gustaba demasiado salir de gira, pero eso sí, era muy
futbolero (en más de una ocasión la hora del concierto se fijó en función del
partido del Madrid). Dejó casi dos centenares de composiciones en poco más de
dos décadas, muchas de ellas ya convertidas en imprescindibles del pop español;
pocos pueden situarse a su altura a la hora de idear canciones. Los críticos
más puristas e intransigentes lo tachan de muy comercial, cosa que no deja de
ser cierta, pero incluso en el terreno de las radiofórmulas y las listas se
pueden lanzar productos brillantes u ordinarieces vacías y olvidables.
En el caso de los Berlanga el genio artístico no se
saltó una generación.
CARLOS DEL RIEGO
(A la memoria de Toño Caminero)
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