Las diferencias reales serían inapreciables para el ciudadano. |
De todos modos, se prefiera lo que se prefiera, hay
países con larga tradición de monarquía parlamentaria a los que no les ha ido
demasiado mal, como Inglaterra, Dinamarca o Noruega; igual que los que vienen
siendo república en los últimos tiempos, como los mencionados, Alemania o
Italia. O sea que en realidad, al final, las diferencias resultan muy escasas,
mucho menores de lo que piensa la mayoría de quienes exigen cambio. Cada lugar
tendrá sus motivos para conducirse con uno u otro sistema.
En España la mayoría de ciudadanos republicanos
exigen la transformación, entre otras razones, porque Juan Carlos I fue
designado por el dictador Franco en aquellos azarosos años setenta del siglo
pasado; cierto, pero si no lo hubiera señalado el entonces jefe del estado, los
más franquistas no hubieran aceptado de buen grado y se hubiera vuelto a liar
la cosa, es decir, los más inmovilistas del agonizante régimen aceptaron al rey
por lealtad (casi fanática) al Generalísimo. Por otro lado, hay que recordar
que el ya ex rey Juan Carlos aceptó firmar las exigencias de Franco con la idea
de ‘traicionarlas’ y poner en marcha un proceso democrático, como demuestra el
hecho de que unas semanas después de la muerte del dictador encargara a Adolfo
Suárez la redacción de una constitución democrática, elecciones generales… Si
Juan Carlos de Borbón le hubiera contestado a Franco que aceptaba la corona
pero con intención de instalar una monarquía parlamentaria, el general le
hubiera apartado de la sucesión (como hizo con su padre, don Juan) y hubiera
señalado como sucesor a un afecto incondicional al régimen, con lo que
nuevamente hubiera vuelto el lío a la calles.
En estos días (VI-2014) hablan en uno u otro sentido
todo tipo de ciudadanos; en una de estas encuestas publicadas por los
periódicos, un científico razonaba con los pies en el suelo, señalando que si
hay que escoger entre un presidente procedente de uno de los dos partidos, un
presidente elevado por méritos de partido y (casi seguro) con mucha más
ideología que formación y que por tanto siempre estará escorado, o una persona
que se va formando para el cargo desde niño, con estudios específicos,
superiores y prácticos, una persona ajena a tendencias políticas, hablante de
varios idiomas, experta en diplomacia y que sin duda tiene mayor predicamento
internacional…, si hay que optar por aquel o por éste, la razón práctica no
tendría duda. Otro intelectual se ceñía a las experiencias más cercanas: con el
rey saliente ha habido en España democracia y libertad para silbar, abuchear,
criticar e incluso insultar a la corona, mientas que durante la II República no
existía libertad para manifestarse monárquico o antirrepublicano. Y otro más
especificaba que el dilema monarquía frente a república es, en la práctica, algo
muy secundario respecto a los verdaderos problemas del país, y que si éste
entra de lleno en esa disyuntiva, se gastará mucha energía, tiempo, ganas, ilusiones
e incluso dinero que deberían dedicarse a asuntos más importantes y, sin duda, más
urgentes.
En fin, que ambos sistemas presentan pocas
diferencias, que la república no significa izquierda como la monarquía no
equivale a derecha, que ninguno es la panacea y que el ciudadano no notaría, en
su día a día, si vive en república o en monarquía parlamentaria. Como siempre,
todo depende de la valía y honradez de las personas.
Un detalle más: la mayoría de los republicanos que
se echan a la calle suelen pasar por alto el hecho de que en los países
comunistas (Cuba, Corea del Norte) existe una monarquía hereditaria de hecho,
pues Fidel Castro traspasó el poder a su hermano Raúl como Kim Jong Il recibió
el poder de su padre Kim Il Sung y lo traspasó a su hijo Kim Jong Un.
CARLOS DEL RIEGO
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